De JLO a Jennifer Lynn Affleck: tomar el apellido del marido o no, ésa es la cuestión
¡¡¡JLO se puso el apellido de su marido!!!
Entre el acuerdo prenunpcial, el cansancio del actor, el truene previo, el matrimonio secreto, la reciente separación y otras tantas polémicas y chismes sobre el enlace entre Jennifer López y Ben Affleck, resalta un tema que ha puesto al mundo a discutir sobre el amor y las costumbres: tomar o no tomar el apellido del esposo.
La famosísima cantante ha firmado sus documentos como Jennifer Lynn Affleck después de casarse con quien fuera el intérprete de Batman, tomando su apellido de forma oficial. Pero ¿qué significa esto?
¿Por qué se toma el apellido del marido y qué significa?
Para decirlo en términos sencillos, y de la mano de la historiadora Stephanie Coontz, el matrimonio fungió lo mismo que los mercados y gobiernos hoy en día: organizaba la distribución de los bienes de las personas y establecía alianzas políticas. La organización del matrimonio, por supuesto, no sólo regía parte de la esfera política y económica, sino también la sexual y el ámbito de lo privado.
Desde la creación del Derecho que hoy conocemos, heredado de la tradición romana, el hecho de que las mujeres adopten el apellido de su cónyuge está estigmatizado por una cuestión de opresión y discriminación sexista.
Con la creación del matrimonio institucional, se consideraba que las mujeres no tenían la capacidad mental, física y emocional para ser adultos independientes de un tutor masculino, como si fueran menores de edad. Por lo que, al dejar el hogar familiar, pasaban a la tutela del esposo. Así, durante siglos, los matrimonios se manejaron más como un acuerdo entre padre y marido, en el que se entregaba a una hija en custodia. Como consecuencia, la esposa adoptaba el apellido de su pareja.
Del matrimonio forzado al matrimonio voluntario
Aunque actualmente nos parezca lo más común del mundo, la innovación más transgresora del matrimonio ha sido la inclusión del amor y la voluntad. Es decir, casarse por amor y por elección fue una de los cambios más radicales en la vida social e individual. Sin embargo, la tradición de adoptar el apellido del esposo se mantuvo como un símbolo de alianza y compromiso. Ya no era una cuestión de propiedad, sino una muestra de devoción, manteniendo el cambio de nombre en dicha muestra.
Durante años, se mantuvo esta estructura nominal, pero a mediados del siglo XX, la lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres empieza a hacer mella en la formación matrimonial.
En la década de los 1970, la práctica se dejó un poco de lado por las ideas feministas de la época y el desgaste de la institución matrimonial que se dio en ese momento. Se invitaba a la sociedad a dejar los yugos que oprimían al amor y se llamaba a las mujeres a no retomar una tradición que las convertía en un artículo que se adquiría y se registraba.
@revistahola.mx JLo explicó por qué su boda fue tan sencilla #jlo #benaffleck #bennifer #boda
La libertad sexual y la desmitificación del divorcio también influyeron en nuevas formas de unión que parecían desdibujar al matrimonio. Para la década de 1980, se retoma una visión más conservadora y romántica; y para 1990, ya era algo que se elegía a demanda por las partes contrayentes, pero seguía siendo muy popular. Hacia el 2000, se volvió una práctica más simbólica a nivel personal que relevante a nivel social, y empieza la posibilidad de combinar nombres a petición de los involucrados.
El apellido del marido en la tradición hispanoamericana
Por otro lado, el estatus y la forma en la que se maneja el cambio de nombre varía alrededor del mundo. Por ejemplo, en la tradición hispana, extendida a una buena parte de la latinoamericana, no se cambia el apellido completo, solo se agrega un de con el nombre familiar del marido al nombre original de la mujer.
Sin embargo, esta práctica jurídica ha ido evolucionando a lo largo de los años y los países, pasando de obligatoria a voluntaria en muchos de ellos. Incluso en México, el nombre de casada sólo se mantiene como una práctica social, pero sin validez oficial. De hecho, en papelería legal, no se hace el cambio, a menos que se solicite y se lleve a cabo un trámite.
Ni las ideas feministas de la década del 70, ni las de hoy han mermado la adopción del nombre del cónyuge por parte de la mujer en la parte más liberal del mundo (no así al revés, pues únicamente el 7 % de los hombres adoptan el apellido de su esposa y sólo el 30 % se inclinan por un apellido compuesto de ambos miembros). Una de las posibles causas de esto es el uso de un sólo apellido en esa parte del mundo, lo que hace mucho más sencillo el cambio al momento de tener hijos y darles nombre familiar.
El apellido Affleck en vez de López: una decisión que nos sorprende en 2022
¿Por qué nos sorprende tanto que una mujer como Jennifer López, cuyo nombre, además, es una marca registrada de importancia mundial y gran impacto monetario, decida adoptar el apellido de su esposo? ¿Por qué resuena tanto ese cambio de nombre si hoy nadie creería que “Jenny from the block” es propiedad de Ben Affleck o que no es dueña de su propio destino como cuando se instituyó el casamiento? Tal vez porque, históricamente, es una práctica que mantiene ciertos tintes de inequidad que no nos gusta seguir cargando en pleno 2022, o sólo porque no lo esperábamos de la diva latina más famosa del mundo.
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¿Esto es una muestra de sumisión? ¿Es una prueba de amor? ¿Una estrategia legal? ¿Un mero trámite que facilita la vida familiar? ¿Un retroceso en la lucha por la igualdad o un adelanto en la lucha por el romance? Ya sea por seguir tradiciones, por respetar costumbres, por hacer sentir especial a su esposo, por amor o por marketing, JLo ha hecho una declaración potente sin decir una palabra: hago lo que quiero con mi nombre que para eso es mío.
Por Andrea Morán
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