El maestro zen Thich Nhat Hanh y sus enseñanzas sobre el amor
Este artículo está basado en las ideas de Thich Nhat Hanh, un maestro vietnamita que impulsó el budismo zen en Occidente y que ha sido nominado numerosas veces al Premio Nobel de la Paz.
Nhat Hanh creó un texto al que llamó Enseñanzas sobre el amor, en el que nos permite reconocer el camino del amor como la única vía para alcanzar la plenitud en las relaciones humanas. Vamos a compartir algunas de las máximas budistas acerca del amor y cómo crearlo, ejercerlo, practicarlo, etc.; en fin, vamos a mirar al amor desde una perspectiva más zen.
¿Qué es el amor?
Para los budistas, el amor proviene de la palabra sánscrita maitri, o metta en pali, que sería el equivalente en español a la palabra amor, pero también a la idea de benevolencia, bondad amorosa, buena voluntad, amistad y todo lo que tenga que ver con un interés activo hacia los demás. Es decir, implica un sentimiento de preocupación y servicio para que el otro sea feliz y pueda aprovechar todas las oportunidades que la vida le ofrece.
Se trata de un sentimiento de buena voluntad que se otorga al otro con claridad, seguridad y fuerza, ya que también proviene de la palabra mitra, que significa “amigo”, puesto que el amor, desde la perspectiva budista, implica una energía de incondicionalidad que vemos no sólo en padres e hijos o en parejas, sino también en vínculos como los de la amistad y con animales.
Los 3 componentes del amor según el budismo zen
Todo tipo de relación que contenga características como la compasión, la alegría y la ecuanimidad es, según Thich Nhat Hanh, una relación que contiene los elementos básicos para poder amar.
1. Compasión (karuna)
Implica un profundo sentimiento de preocupación y servicio a los demás con la conciencia de que tus palabras o acciones pueden hacer milagros en la vida de la otra persona, y de que ésa podría ser nuestra misión en la vida. Así también, si fuera la misión de cada persona en este planeta, el mundo estaría siempre recuperando su equilibrio independientemente de los errores humanos.
2. Alegría (mudita)
Así como la compasión otorga sentido a la vida, la alegría y la felicidad compartidas consolidan la paz y la satisfacción mutua, aquella que hace que los sucesos no sólo fluyan de manera natural y sincrónica, sino también satisfactoria.
Desde esta perspectiva, todo cobra sentido puesto que, al amar y ayudar a los otros, nos estamos proporcionando felicidad a nosotros mismos ya que ser alegres para los demás es ser felices en esta tierra y crear nuestro propio paraíso. “Dejar atrás las quejas y dedicarnos a hacer felices a los demás al ser felices nosotros mismos, irradiando alegría y bienestar”, creando ambientes de paz y amor, igual que lo hicieron avatares como Buda o Cristo.
3. Ecuanimidad (upeksha)
El tercer elemento es una mente que no se aferra y no se deja impactar por los sufrimientos y dolores de estar encarnados, así como tampoco se deja atrapar por los apegos emocionales. Es decir, deja espacio a sus emociones pero no les permite quedarse para siempre, ya que tanto el dolor como la gloria son sólo momentos que de igual forma deben dejarse pasar, soltarlos y seguir en busca del amor, la paz y la serenidad, ser ecuánimes al regresar a ese estado una y otra vez.
El desapego emocional al que se llega por medio de la ecuanimidad no implica ser indiferentes al otro o abandonarlo, sólo implica entender que la felicidad o el maltrato que el otro nos da, sólo ocurre en ese momento. Reconociéndonos libres independientemente de nuestras circunstancias de vida. Considerando que la buena fortuna o el sufrimiento siempre serán pasajeros y podremos volver a estar en calma, en paz.
Entonces, el amor es una mezcla de sentido de vida a través del servicio, combinado con el goce de la alegría que logramos irradiar hacia los otros seres, más la ecuanimidad para no apegarnos a ninguna circunstancia, es vivir en relación con todas las personas disfrutándolas en su presente (sin rencores, sin expectativas de que nos traigan la felicidad sino aportándola nosotros mismos).
¿Qué podemos hacer para aprender a amar según el budismo?
Para aprender el arte de amar tenemos muchas vías, pero mencionaremos algunas:
Meditación del amor
El simple hecho de sentarnos a meditar, es decir, dispuestos a sólo observar nuestra respiración mientras aprendemos a dejar pasar todos nuestros pensamientos, expectativas, preocupaciones y resentimientos para luego compartir ese estado de paz y alegría que nos da el desapego de las emociones negativas.
Sólo hasta lograr este “vacío fértil” del budismo zen, es que podemos fortalecer nuestra voluntad y después llenar nuestra mente de amor, para después compartirlo.
Amarse a sí mismo
Cuando aceptamos todo lo que nos sucede en la vida sin intentar retenerlo, sin intentar petrificarlo o cambiarlo, estamos siendo amorosos con nosotros mismos. No podemos vivir el duelo de un ser querido eternamente porque eso nos apaga, pero tampoco podemos apegarnos demasiado al éxito y la fama que hemos adquirido, ya que el sufrimiento proviene siempre de querer sostener estados que naturalmente fluyen como un río, querer estar siempre libres de problemas, o adorados por otros. Sea cual sea aquello a lo que nos aferramos, limita nuestra capacidad de amarnos y amar la vida.
Amar a los otros como necesitan ser amados y no como deseamos amarlos
Conocer al otro para saber de qué forma necesita ser amado, porque a veces damos lo que esperamos recibir, pero no damos lo que el otro necesita. Por ejemplo, a veces queremos estar en pareja y darle todo a alguien, pero ese alguien quiere su libertad, y no lo amamos si intentamos retenerlo.
Se trata de entender qué necesita el otro para evolucionar y, en ocasiones, ni siquiera es nuestro cuidado o cariño, sino alejarse y ser feliz con alguien más.
Comprenderse y comprender para amar
Aprender a reconocer el propio lado oscuro y darle espacio y fin a su influencia es parte de amarnos, es decir, aprender a aceptarnos íntegramente, para después hacer lo mismo con los otros seres.
Las filosofías orientales como el Yin y el Yang son tomadas por el Budismo Zen para aportarnos la idea de integración, ya que para amar al otro hay que amar tanto su lado oscuro como su lado luminoso, aceptarlo integralmente.
Alimentar la felicidad
Desde la perspectiva budista, la persecución del deseo es nuestro más pesado lastre para aprender a amar la vida y disfrutarla, pero podríamos darnos cuenta de que disfrutar el camino hacia lo deseado podría ser mucho más importante que obtener lo deseado.
No se trata de ser ascetas (quienes buscan la perfección espiritual renunciando a los placeres del cuerpo y los objetivos materiales), se trata de reconocer que podemos desear sólo como inicio de un camino de gozo y felicidad.
Respeto como parte del auténtico amor
Estar presentes con todos nuestros sentidos para la otra persona y vencer el orgullo para amarla como se merece al escucharla y reflejarle siempre lo mejor de sí misma, saber que “todos somos uno y que el daño que le haces a los otros te lo haces a ti misma(o), pero también el amor que das, te lo das a ti”.
Aprender a empezar de nuevo
Saber que cada aparente fracaso, ya sea con la familia, pareja o amigos, es sólo una oportunidad para mejorar e intentar de nuevo. Como aquel exsoldado vietnamita que confesó al monje budista que había matado por error a cinco niños en la guerra. Se sentía tan avergonzado que no toleraba estar cerca de cualquier infante, así que el monje le dijo: “Mataste a cinco niños, pero hay millones de niños en peligro esperando tu ayuda”. Desde entonces, el veterano dedicó su vida a una fundación para rescatar niños en peligro de muerte y su grave error se convirtió en una gran misión.
Crear comunidad (shangha)
Saber que el amor se da en la relación con el otro y no sólo limitarlo a unos cuantos, sino esparcirlo por todo el planeta comenzando por nuestra comunidad cercana. Ésta puede ser una de las más importantes acciones para expandir el amor y crear “nuestro paraíso en la Tierra”, de ahí que Thich Nah Hanh nos invita a crear comunidades donde se expanda el amor, para así vivir siempre rodeado de él.
Finalmente, podemos decir que no es fácil aprender a amar, pero nunca es tarde para empezar. Ser compasivos, felices, ecuánimes, vaciarnos de daños y prejuicios para llenarnos de alegría e irradiarla, pensando en cómo necesitan ser amados los demás, aceptándonos de manera total y aceptando al otro. Disfrutar más el camino que la meta y sabiendo que después de cada error podemos comenzar de nuevo ya que, una vez generado este amor, la misión es expandirlo a nuestro alrededor. Eso es lo que el budismo zen nos enseña sobre nuestra inherente capacidad humana de amar.
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