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Contra la pirotecnia: el cuestionamiento de una tradición milenaria

La pirotecnia ha revestido numerosos eventos en todo el mundo, pero en los últimos años también se le ha asociado con desafortunadas consecuencias que padecen no sólo los seres humanos, sino los animales y el medio ambiente. ¿Es posible cuestionar esta tradición que data de hace miles de años? 

¿Por qué tronamos cuetes? Orígenes y pormenores de la pirotecnia 

Se tiene registrado que, en China, hacia los años 618-907, fue inventada y perfeccionada la pólvora, la cual se utilizó primero con fines bélicos y, posteriormente, con motivos lúdicos y recreativos.  

Las fórmulas químicas se esparcieron hacia Medio Oriente y Europa, de donde migraron a América, con los peninsulares hispanos. Las pistolas y mosquetes propulsados con pólvora tuvieron gran ventaja durante la Conquista y colonización del territorio americano. 

Sin embargo, las primeras noticias que se tienen del uso de fuegos de artificio con fines recreativos en México datan del siglo XVII: una de 1608, donde se animaba a la gente a hacer invenciones de fuegos para conmemorar el nacimiento del rey Felipe IV; y otra del 5 de febrero de 1629, para celebrar la beatificación de San Felipe de Jesús, el primer santo mexicano. 

México, país cohetero 

De acuerdo con un reporte generado por la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, la pirotecnia es una actividad productiva que se realiza en 28 estados de la república, siendo los principales productores el Estado de México, Hidalgo, Puebla y Tlaxcala (sí, Tlaxcala sí existe). 

El estado mexiquense es el mayor productor en el país, pues 72 municipios tienen actividad pirotécnica continúa y 53 temporal. Incluso existe una capital de la pirotecnia: el municipio de Tultepec. 

La pirotecnia, por lo tanto y de acuerdo con la tesis del antropólogo Gabriel Angelotti Pasteur, La cohetería de Halachó. Cuando lo tradicional se convierte en clandestino, puede considerarse como un saber artesanal tradicional que comprende conocimientos que unifican a las comunidades y dan pertenencia a una cultura. 

El otro lado de la pirotecnia: la clandestinidad y sus consecuencias 

Un reportaje de 2021 señala que en el municipio de Tultepec se han registrado más de 50 explosiones en 20 años, ya sea en polvorines (lugares donde se almacena la pólvora), talleres, pequeñas fábricas o incluso en los mercados con permisos expedidos por la Secretaría de la Defensa Nacional. 

Frente a este problema, los factores se conglomeran desde diferentes lados: sea la resistencia de los fabricantes a mejorar las condiciones de producción; la burocracia que impide normalizar la industria para fortalecerse frente al mercado extranjero hasta la regulación federal de los cohetes. 

Además de la pérdida de vidas humanas, los efectos de la pirotecnia son cuantiosos: contaminación ambiental, contaminación acústica y aun estrés para nuestros lomitos y animales de compañía. 

Entonces, ¿la pirotecnia debe desaparecer? 

En los últimos años, se han adoptado políticas públicas que tratan de reducir o desincentivar el uso de pirotecnia, pero no por ello ha disminuido la práctica. Algunos comités de organización de eventos a escala mundial, como la Fórmula 1, han optado por el uso de drones en algunos de sus escenarios, en vez de lanzar fuegos pirotécnicos durante la premiación de los pilotos. Municipios, como Tulum en Yucatán, han decidido celebrar las fiestas patrias sin pirotecnia, y destinar ese recurso a campañas de esterilización de animales de compañía. 

La sociedad debe ser más exigente y consciente en cuantos a sus prácticas lúdicas. ¿Realmente resulta divertido lanzar petardos con el solo fin de oírlos tronar o sólo nos regocijamos en molestar a los demás con su estruendo? No parece que la tradición pirotécnica vaya a desaparecer en un futuro próximo. Por supuesto que no es el deseo de todos los artesanos que se dedican a ello, pero sí es un hecho que productores, vendedores y consumidores tenemos que adaptarnos a nuevas prácticas que sean menos perjudiciales para todos. 

Por Gabriela Sánchez Ibarra 

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