La Semana Santa en Latinoamérica: astrología y sincretismo
Tras la conquista española la cultura del continente americano sufrió una profunda transformación. Las deidades locales, si no fueron desplazadas, se acostumbraron a compartir el espacio con un nuevo conjunto de figuras divinas, con un dios, un profeta y un número creciente de santos, cada uno con su día especial en el calendario.
Exploremos las diferentes formas de celebrar la Semana Santa en América Latina: Brasil, Guatemala, Costa Rica y México. Visitaremos Goias, donde se lleva a cabo una procesión nocturna con antorchas, Cot de Oreamuno, donde una escultura de Cristo se adorna con miles de cintas de colores, e Iztapalapa, donde se celebra una de las Pasiones de Cristo más concurridas del continente.
Astrología y el porqué de las procesiones
La Semana Santa es una festividad particular, de las pocas que no tienen un día específico para celebrarse cada año, pero que casi siempre sucede a finales de marzo y principios de abril.
Ahora, si se preguntaban cuál era la lógica detrás de este caos, se relaciona mucho con las fases de la Luna. Las festividades comienzan el primer domingo después de la primera luna llena de primavera.
Se celebra en domingo porque, según la Biblia, Jesús entró ese día en Jerusalén en lo que hoy conocemos como el Domingo de Ramos. El jueves tiene lugar la Última Cena y el arresto de Jesús. El viernes sucede el juicio y la crucifixión. Y hasta exactamente una semana después de aparecer en Jerusalén, tenemos la resurrección.
La tradición del via crucis originó en la España del siglo XVI como respuesta a la revolución religiosa promovida por Martín Lutero. La Iglesia Católica sentía que su influencia sería debilitada, así que empujó la celebración a las calles para elevar el fervor entre la población. Eventualmente exportarían esta tradición a las colonias en el continente americano, donde tomaría nuevos colores.
Convergencia cultural
Cuando la religión católica se estableció en América, algún cambio debía tener. Alguna transformación debía sufrir. Entonces, aparece una de esas palabras domingueras que solemos decir para iniciar una conversación: sincretismo. Se trata de la fusión entre dos religiones o dos culturas creando una expresión religiosa o cultural en general totalmente nueva.
Las solemnes procesiones de penitentes se llenaron de música con los instrumentos locales, los danzantes tradicionales bailaban para celebrar tanto la resurrección de Cristo como la continuidad de los ciclos agrícolas. En varios países de la región, se acostumbra a adornar las calles con tapetes de colores, que ya se hacían previo a la conquista, pero ahora mezclando retratos de la pasión con elementos prehispánicos. Y no olvidemos la comida y sus ingredientes, que viajaron de un lado a otro del Océano Atlántico.
Al menos en eso, ganamos todos.
Las fechas pueden ser más o menos homogéneas, pero la variedad viene en la forma de celebrar. En América Latina, esas fiestas tradicionales han estado vigentes desde hace siglos, y cada región les ha dado un tono especial.
Recorriendo las calles de América en Semana Santa, Brasil, Guatemala y México
Las procesiones de Semana Santa, sin importar el país en el que se celebren, son impresionantes. En la ciudad brasileña de Goias, se lleva a cabo desde 1745 una que recorre distintas iglesias, recreando la búsqueda de Jesús por parte de 40 soldados romanos. Durante la noche del jueves, encapuchados, con antorchas en mano y avanzando al ritmo de tambores, los soldados visitan simbólicamente el lugar donde se desarrolló la Última Cena y, al “no encontrar” a su objetivo, continúan hasta otra iglesia que representa el Monte de los Olivos, donde Jesús sería finalmente arrestado.
En la localidad costarricense de Cot de Oreamuno, se realiza la Procesión de las Cintas, conmemorando la llegada de Cristo a Jerusalén. Como dice la historia, éste fue un suceso lleno de alegría, y eso es muy evidente porque la escultura del profeta se adorna con miles de cintas de colores. Cada una de éstas representa una promesa o petición que hacen los fieles en un día tan importante. Las cintas miden muchos metros de largo, por lo que la estatua parece flotar en un mar de colores al viajar entre las iglesias que visita.
Una de las procesiones de más larga vida en territorios latinoamericanos es la del Señor Sepultado de Santo Domingo, en Guatemala. Se dice que esta marcha de Viernes Santo se celebra desde 1547, años más años menos. Es una demostración de fe con más de 400 años de antigüedad que ha tenido pocas interrupciones, siendo la más reciente causada por las restricciones durante la pandemia de COVID-19. La leyenda dice que antes de llegar a nuestro continente, la estatua perteneció a la reina Catalina de Aragón. Sea esto cierto o no, la verdad es que ahora le pertenece al pueblo de Guatemala.
En México se festeja una de las expresiones de la Pasión más concurridas, aunque no la más antigua del continente, pues se celebra “apenas” desde 1843: la Pasión de Cristo en Iztapalapa. Su origen se encuentra 10 años después de una terrible epidemia de cólera que costó la vida de miles de personas. La gente acudió a poderes superiores en busca de ayuda con el Señor de la Cuevita, una estatua de Cristo traída desde Oaxaca, al que le pidieron el fin de esa etapa horrorosa.
No sólo se dice que la epidemia terminó poco después, además, de entre las raíces de un ahuehuete surgió un manantial de aguas milagrosas.
Desde entonces, hace 180 años, se lleva a cabo la Pasión en Iztapalapa, interrumpida brevemente por la pandemia de COVID-19. Es tan popular la teatralidad de esta recreación que ha llegado a reunir a millones de personas en el Cerro de la Estrella. Algo por demás interesante y curioso, pues debemos recordar que hasta antes de la conquista, era en este cerro donde se realizaba la importante ceremonia del Fuego Nuevo, el punto de partida y reinicio del calendario mexica.
La Semana Santa en América Latina es muchas cosas: unas minivacaciones o la oportunidad anual para celebrar una fe particular. En el continente americano, esta festividad, con sus diferencias y similitudes, es la expresión viva de la diversidad cultural de una región que recibe, escoge, transforma y permanece.
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