Arte callejero: ¿vandalismo o una forma de ganarse la vida?
La vía pública se transforma en el escenario donde diferentes artistas muestran sus habilidades al paso: malabares, acrobacias, mímica, magia y canciones, a cambio de una sonrisa, un aplauso y un bien ganando reconocimiento económico voluntario de parte de los transeúntes.
En la presente nota, proponemos al arte en las calles como un fenómeno de manifestaciones artísticas que han sido y son importantes para el desarrollo social y cultural de nuestra sociedad.
¿Desde cuándo existe el arte callejero?
La idea del arte dentro de teatros, foros y museos como parte de una cultura de clase alta y poco accesible, prevaleció por muchos siglos, especialmente con la tradición europea de las bellas artes.
El arte en las calles nació probablemente en la Edad Media, con el surgimiento del personaje conocido como juglar, una alternativa ante el arte sacro y el teatro noble. El juglar inicialmente fue el intérprete de poemas y canciones de los trovadores, pero luego se convirtió en sinónimo de malabarista. Se instalaban tablados en plazas públicas y ahí se ejecutaban los espectáculos.
Toda clase de artistas en las calles pudieron mantener, en su tiempo y hasta el día de hoy, una comunicación cercana con la gente que generalmente no consume ni teatro, ni circo, ni música, y, muchas veces, han tenido un rol importante en el ámbito de la denuncia y la crítica social.
De igual forma, con este tipo de arte, se impulsa el desarrollo cultural porque es mediante conocimientos intelectuales obtenidos en la comprensión de técnicas que son llevadas a la práctica constante, que diferentes artistas se preparan y nos muestran muchas veces, un trabajo de alta calidad artística.
Una forma de vida
El arte en las calles es un conjunto de expresiones artísticas que se realizan en la calle de forma libre, informal y no oficial, por lo que esta población de artistas no percibe un sueldo fijo, o un ingreso que se pueda considerar estable. Sin embargo, es una forma de vida en la que las personas hacen lo que les gusta hacer, trabajan duro y generan su sustento.
Un ejemplo de regularización del arte en las calles
Desde hace tiempo, hemos visto que muchas paredes de la ciudad han sido los lienzos donde se han plasmado verdaderas obras de arte. Desde cortinas de negocios hasta debajo de puentes vehiculares y peatonales, o desde paredes de edificios hasta paredes de escuelas.
Esto en parte es debido al programa “Del grafiti al arte urbano”, lanzado en 2010 y que hasta la fecha ha permitido la recuperación de muchos espacios. A su vez, ha permitido darle trabajo a la juventud de artistas muralistas en México.
La intervención del arte urbano con este programa ha logrado un reconocimiento social por los habitantes, ha mejorado la seguridad en muchas comunidades y ha subsanado lo que había ocasionado el grafiti invasivo, que vulneró el patrimonio cultural y el paisaje urbano, al realizarse de manera masiva e incontrolada.
Zombra
Uno de los grafiteros más populares de México es Zombra, quien hace sus pintas de noche y casi nadie sabe quién es. Están por todos lados sus letras y trazos sencillos hasta el punto de que sus grafitis ya son considerados por muchas personas como parte del folklor de la Ciudad de México.
Este personaje estuvo involucrado, hace unos años, en una situación en la que la sociedad mexicana opinó para apoyar o para criticar al artista, y la exponemos enseguida.
Sarah Andersen, ilustradora estadounidense, fue invitada a México para pintar un mural en una pared ubicada en la calle de Mérida, esquina con Tabasco, en la colonia Roma Norte. Después de cuatro días de terminado el mural, Zombra hizo uno de sus grafitis encima del mural de Sarah. Esto produjo una gran discusión, ya que muchos vieron esta acción como vandalismo sin más.
Sin embargo, previamente al mural de Sarah Andersen había un par de piezas de grafiti hechas por dos exponentes también conocidos, que habían sido tapadas por el mural de Sarah. Este hecho se dice que fue el principal detonante para que Zombra tapara a su vez, el mural de la estadounidense.
No se trata de romantizar la falta de oportunidades por la que principalmente muchas personas tienen que salir a las calles a mostrar y comercializar su arte. Si bien se han propuesto espacios como los Faros, Pilares, o las llamadas Utopías, para que cada vez más personas tengan acceso a presentar su arte y a dar talleres para compartir sus conocimientos, aún hay un largo camino por delante.
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