¿No oyes ladrar a los fantoches?
Conocidos en la actualidad como mamadores, esta palabra lleva en nuestra lengua (y más en la de nuestros tíos y abuelos) aproximadamente dos siglos, cuando los franceses la importaron al español, al igual que muchas otras (chauffeur, por ejemplo, que se volvió chofer).
Pero no es por completo francesa, pues los italianos se la importaron, a su vez, a los franceses como fantoccio, que significa marioneta (y si la relacionaste con Pinoccio estás en todo lo correcto), aunque no cualquier tipo de marioneta, sino específicamente la del teatro guiñol, en el que se usaban títeres más o menos cómicos de vestimenta extravagante (una referencia directa sería la película Nosotros los pobres, protagonizada por Pedro Infante).
Así es como, por extensión, los fantoches también eran las personas que, por su vestimenta, se veían ridículos a pesar de que creyeran ir vestidas de manera suntuosa y elegante. Una tercera acepción es la de persona manipulable, de ahí que también se utilizara este término para referirse a los gobiernos que usaban a otros como sus títeres, lo cual nos dio la construcción régimen fantoche.
Todos estos significados han permanecido en nuestro idioma y en nuestra cultura, y han tenido tanta importancia (porque siguen existiendo los que creen que se visten elegantemente y sólo exhiben su ridiculez, los que son unos inmamables por presumidos, los que son muy manipulables, y los que no son autónomos como gobiernos) que seguimos utilizando la voz fantoche actualmente.
Por Alonzo Caudillo
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