Dibujo de Lidia Poet Dibujo de Lidia Poet

Lidia Pöet: la abogada Italiana feminista que logró quitarle la venda a la justicia 

Hoy día las mujeres disfrutamos de muchos derechos que apenas hace un siglo no existían para el género femenino. Gracias al Movimiento Feminista, que ha luchado por la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, ahora podemos tener derecho al voto, derecho a la educación y una mayor representación. Pero en tiempos de la abogada italiana Lidia Pöet esas brechas aún no se abrían del todo. Sin embargo, mujeres como ella comenzaron a abrirse camino en estudios como la abogacía, para quitar la venda a esa justicia ciega que, si bien se representaba como mujer, estaba discapacitada al no aceptar las habilidades femeninas en el discernimiento y juicio que la ley merece según su propio símbolo. 

¿Quién fue Lidia Pöet? 

Lidia fue la primera mujer abogada en Italia, en Traversella, provincia de Turín. Nació según algunas fuentes el 26 de agosto de 1855.  Pöet sostuvo una lucha personal contra el patriarcado, es decir, contra la forma de control masculino de la reproducción y de la transmisión de la propiedad por vía paterna, la cual incluye, como bien dice Sylvia Walby (1990), las seis estructuras básicas: hogar familiar, trabajo asalariado, política, cultura, violencia y gestión de la sexualidad. 

Según relata la doctora Elena D’Alessandro en un estudio que hizo sobre las leyes italianas de aquellos tiempos, Pöet logró, en 1919, es decir, hasta sus 65 años, tener ocho votos a favor y cuatro en contra para lograr su inscripción en el Colegio de Abogados. A pesar de ser graduada con honores de la Universidad de Turín en junio de 1881 y haberla solicitado desde 1883 con éxito, sufrió un juicio en su contra con una apelación del Fiscal General del Rey, Giuseppe Magenta (quien incluso se atrevió a nombrarla “encantadora abogada”), logrando hacerla ilegítima. 

Vaya que pudo ejercer como abogada desde su juventud de manera legal pero, a pesar de haber logrado su permiso, unos cuantos decidieron que no pudiera hacerlo hasta la tercera edad; y la justicia pasó de tuerta a ciega nuevamente. 

Su vida en pantalla 

Incluso si quieres mirar un poco de ficción a la Sherlock Holmes relacionada con la vida de esta fantástica abogada, puedes hacerlo por streaming en Netflix, donde podrás ver una Lidia que, aunque a veces se le pinta de manera un tanto fantasiosa, la realidad es que finalmente sí fue una de las primeras feministas italianas del siglo XIX. 

Mujeres fuera de la vida política en Italia 

Después, no hubo leyes en Italia que permitieran el ejercicio de Lidia como abogada, sino hasta julio de 1919, cuando una reforma al Artículo 7 de la Ley N° 1176, por fin permitió al género femenino ejercer todas las profesiones, excepto aquellas que implicaran poderes públicos, dejando a las mujeres alienadas de la política, es decir, brindando sólo una parte de los derechos igualitarios y no su totalidad, pero permitiendo a Pöet ejercer su profesión legalmente más tarde que nunca. 

Cabe mencionar que en Italia fue hasta 1963 que se permitió a las mujeres acceder a puestos de poder judicial. Lo cual hace de la historia de Lidia un tanto más contemporánea de lo que creemos, y aún bastaría averiguar la situación actual en el Poder Judicial de muchos países para sondear su nivel de justicia. 

Digamos que es curioso reconocer cómo en la historia del siglo VIII a.n.e. en Esparta, la antigua Grecia, ya se concedía igualdad de acceso a la educación a hombres y mujeres, mientras que hoy quince millones de niñas nunca podrán ir a la escuela. 

Lo que aprendimos de Lidia Pöet 

Aún con leyes que promuevan la equidad de género y la igualdad de derechos, nos falta cruzar el límite de las construcciones culturales, es decir, de cómo las mujeres seguimos ajustándonos a las expectativas género planteadas por la sociedad y cultura, y para ello sólo nos resta quitarnos a nosotras mismas y nosotros mismos la venda de los ojos, para crear una cultura y sociedad realmente justas; en uso de todas nuestras capacidades, sin dejar de sentir y mucho menos de ver cómo podemos equilibrar nuestras vidas. 

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