Celebra el Día del Chicle: historia, beneficios y diferencia con la goma de mascar
Nadie sabe, nadie supo… y así se hacen los chismes. Este 13 de enero vas a encontrar en las redes sociales y hasta en las noticias que el festejado del día es el chicle. Pero si quieres saber por qué o quién eligió este día para celebrarlo, te recomiendo que no pierdas tu tiempo, porque lo único que hallarás repetidamente es que “no se sabe exactamente el porqué de esta celebración”.
Queremos aprovechar el día para hacer una aclaración importante que te puede ayudar a tomar decisiones sobre qué masticar: goma o chicle. Y no es cosa menor, pues si te preocupa el medio ambiente la primera no es biodegradable y el segundo, sí. Además, en cuestión de salud bucal, también hay diferencias.
¿De dónde viene el chicle?
Es uno de los tres regalos que nos da el árbol de chicozapote o zapote chiclero. De él se aprovecha la savia para hacer el chicle; la madera, porque puede tener un tronco de más de 1 metro de diámetro y finalmente, saborear los frutos carnosos.
El proceso de extracción se ha conservado desde la época prehispánica en la Península de Yucatán. Se necesita paciencia y experiencia para realizarlo: esperar a que llegue la temporada en que el árbol produce la savia, que es entre los meses de julio y febrero (temporada de lluvia), encontrar en la selva el árbol de más de 30 metros de altura, empezar a dibujar con machete, de abajo hacia arriba, el zigzag por el que descenderá la savia durante horas hasta una bolsa de tela. Esto lo hacen de abajo hacia arriba, por lo que deben amarrarse al tronco y subir para seguir abriendo los canales por los que baja durante horas la goma que días o semanas después estarás mascando.
Este proceso era muy valorado por los antiguos mayas, tanto, que concebían al zapote chiclero como el árbol de la sabiduría, árbol mujer y árbol madre al que la leche de la tierra le escurría por su tronco.
¿Cómo se hace la goma de mascar natural?
Así se obtiene el chicle que ahora se llama orgánico y que de manera local algunas empresas buscan preservar. En una semana, un recolector puede obtener alrededor de 40 litros de savia, que a fuego de leña calienta en un gran cazo y mueve hasta obtener la consistencia elástica del chicle. Después, forma bloques densos de esta goma que venderá a quienes la mezclan con otros ingredientes naturales, cortan y empacan para venderla ya como chicle.
Cuando mascas una goma creada con esta paciencia, estás mascando chicle orgánico y, después de hacerlo, no tendrías que pegarlo en ningún lado, sino tirarlo en tu bote de basura orgánica porque es absolutamente biodegradable.
“Orgánico y biodegradable” son características que ahora resaltan quienes conservan esta forma de producción, frente a la avalancha de goma de mascar sintética que se produce de manera industrial.
Cuando viajes a Campeche, Yucatán o Quintana Roo, puedes buscar zonas que, a manera de atractivo turístico, te pueden mostrar parte del proceso y la historia de la producción chiclera que sí tuvo su auge industrial desde la década de 1870 hasta mediados del siglo pasado.
La poca azúcar y los saborizantes naturales con que están hechos estos chicles no asustan para nada a los dentistas. Simplemente hay que recordar que diversas culturas antiguas en el mundo recurrían a mascar savias u hojas para mantener un aliento agradable y limpia su dentadura. Por supuesto, no existían la cantidad de alimentos azucarados e industrializados que hoy tenemos y, por pura lógica, el riesgo de desarrollar caries era menor al de hoy.
El chicle comercial
La mayor parte de los chicles que hoy inundan el mercado con diversas formas, colores y sabores no están hechos con la goma del chicozapote, son producto de resinas sintéticas creadas en laboratorio que a veces pueden compartir composición química con materiales que dan flexibilidad a llantas de autos o guantes de látex.
Esta producción en laboratorio ha permitido a quienes hacen ciencia en el desarrollo de alimentos, hacer gomas de mascar sin azúcar o con sustitutos de ésta para evitar el daño a la dentadura de quienes los consumen. También están los que ayudan a fumadores a dejar de hacerlo al contener mínimas cantidades de nicotina a diferencia de los cigarros.
El uso de resinas, gomas naturales o sintéticas y hojas para mascar tiene que ver con una necesidad humana de mascar algo para obtener una sensación de bienestar. El movimiento muscular involucrado en mascar puede relajar partes tensas de la cabeza, el rostro o el cuello; la producción de saliva puede saciar momentáneamente la sensación de sed y, entre los descubrimientos más recientes, investigadores de la Universidad de Gifu, en Japón, comprobaron que masticar chicle aumenta la actividad cerebral porque enciende al hipocampo, la región del cerebro relacionada con la memoria y el aprendizaje.
Cualquiera que sea tu goma de mascar favorita, o si tienes la fortuna de mascar chicle (porque cada vez está más escaso), la recomendación de la sabiduría odontológica es no hacerlo por más de 15 minutos cada vez y no más de 30 minutos al día. De no seguir esa regla, corres el riesgo de generar el efecto opuesto a los beneficios, porque puedes provocarte una contracción muscular y dolor en la zona que se puede extender a la cabeza, los oídos y las muelas.
Se vale usar la goma de mascar después de una comida, si no vas a tener acceso a cepillarte la boca, así la saliva logra limpiar tu boca de residuos de alimentos, del exceso de azúcar y neutraliza ácidos que promueven el crecimiento de bacterias. Pero ¡cuidado! No debe ser tu modo habitual de higiene bucal. El “cepillarse la boca tres veces al día después de cada alimento” es una regla que nunca caducará.
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