Diseño místico: arquitectura y ciudades sagradas
La humanidad ha anhelado comprender la inmensidad del universo, su ritmo y sus misterios. Desde tiempos inmemoriales, la mirada al cielo ha fascinado e inspirado a las culturas del mundo. La astronomía observa y descifra los secretos del cosmos y ha dejado una huella profunda en la arquitectura, haciendo de esta un medio para plasmar la comprensión del cosmos, diseñando y construyendo espacios que nos hagan sentir participes de él.
Exploraremos el mundo del diseño místico. Descubriremos cómo la astronomía, los solsticios, los equinoccios y las cosmovisiones ancestrales influyeron en la construcción ciudades y sitios sagrados en la antigüedad.
Diseño místico
Desde una perspectiva espiritual, el mundo se compone de dos realidades: la física y la espiritual, de entidades visibles e invisibles. La realidad física es perceptible a través de los sentidos, comprende los fenómenos naturales. Por otro lado, a la realidad espiritual se puede acceder mediante la imaginación y la intuición, abarcando los fenómenos no tangibles.
Los antiguos observadores del cielo no sólo se maravillaban con la belleza de las estrellas, sino que también discernían en sus movimientos un orden cósmico, una danza celestial que regía los ciclos de la vida y la naturaleza. Esta fascinación se tradujo en la construcción de monumentos que funcionaban como observatorios astronómicos, templos y calendarios agrícolas.
Se puede describir el diseño místico como un concepto complejo que busca crear una conexión entre el espacio físico y la experiencia espiritual mediante el diseño de espacios que evocan trascendencia y conexión con lo divino, utilizando elementos como luz, sombra, forma, textura, orientación, símbolos, proporción y materiales.
Orientación y simbolismo en la arquitectura
En la Antigüedad, la arquitectura era considerada un acto sagrado, un acto de convertirse en cocreador con Dios. Por lo tanto, se esperaba que el arquitecto imitara el acto de creación, siguiendo las leyes y patrones presentes en la naturaleza.
La orientación de estos sitios no era casual. Muchos se alineaban con puntos específicos en el cielo, como la salida o la puesta del Sol en solsticios y equinoccios, o con la posición de estrellas y planetas relevantes para la cultura en cuestión.
Más allá de su función práctica, estas construcciones tenían un profundo significado simbólico. Representaban la conexión entre la tierra y el cielo, entre lo humano y lo divino. La arquitectura se convertía en un puente que nos permitía conectar con el universo y comprender nuestro lugar en él.
Solsticios y las construcciones antiguas
Los solsticios marcan el comienzo de verano y el invierno. Durante el solsticio de verano, el Sol está en su punto más alto en el cielo del medio día para los observadores del hemisferio norte. Esto da como resultado el día más largo del año en el hemisferio norte y el día más corto del año en el hemisferio sur.
Un ejemplo notable lo encontramos en Stonehenge, el enigmático monumento megalítico de Inglaterra, que pudo haber sido uno de los primeros observatorios o templos dedicados al Sol. Durante el solsticio de verano, el Sol sale por uno hueco formado entre un arco de piedra. Su alineación con el solsticio de verano y la salida del sol ha cautivado a investigadores durante siglos. La idea de que estas estructuras funcionaron como un calendario que permitía planificar las actividades agrícolas o que funcionaba como un mapa del cielo fue apoyada por científicos ingleses como Gerald S. Hawkins y White John B.
Equinoccios
En el verano, el hemisferio norte se inclina hacia el Sol, y los días son más largos, en invierno se inclina hacia el lado contrario provocando que haga frío y esté más oscuro. En los equinoccios, el día y la noche tienen aproximadamente la misma duración (12 horas) en todo el planeta. Esto es porque el Sol se encuentra sobre el ecuador, lo que significa que sus rayos inciden perpendicularmente sobre la Tierra.
Angkor Wat es un conjunto religioso construido en la selva de Camboya. La entrada principal del templo está orientada al este, por lo que el sol naciente del equinoccio se eleva en línea con el eje central del complejo y con la torre central de mayor tamaño. Este fenómeno no es casual, sino que responde a una meticulosa planificación por parte de sus arquitectos, quienes buscan crear una conexión simbólica entre el templo y el cosmos.
El ejemplo más notable de esta integración es Chichén Itzá, en Yucatán, México. La pirámide de Kukulcán, con sus 91 escalones por lado, representa los 365 días del año solar, divididos en 18 meses de 20 días y un periodo adicional de 5 días.
Los mayas creían que los dioses tenían que ser apaciguados durante el equinoccio y uno de los dioses más poderosos era Kukulcán, una serpiente alada que volaba frente al Dios de la lluvia Cháak, y que traería la temporada de lluvias, ya que su cola movía el viento y limpiaba la tierra.
Los mayas construyeron una pirámide en su nombre y tallaron su imagen en la fachada de la pirámide. La característica clave de la pirámide es el borde que sobresale a manera de escalonado en la esquina noroeste, cada escalón se construyó en forma triangular. Los mayas se dieron cuenta que crearían una sombra en la escalera cercana y que la podían usar para crear una ilusión, el efecto final se da en tres dimensiones. No son las sombras lo que importa, si no la luz que forma una serpiente que se arrastra desde la punta hacia abajo para unirse a su cabeza al llegar a la tierra.
Por otra parte, en el antiguo Egipto, las pirámides también tenían un significado astronómico. La gran pirámide de Giza está alineada con la estrella Sirius, para que la luz de la estrella cayera sobre la gran galería en la que descansaban los cuerpos de los grandes faraones, concretamente la luz de Sirius iluminaría la cámara de la Reina. Los egipcios creían que las pirámides eran un portal hacia el más allá, un lugar donde el alma podía ascender a las estrellas.
Ciudades cósmicas
Teotihuacan, en México, y Tikal, en Guatemala, son ejemplos de ciudades prehispánicas planificadas con base en la cosmovisión de sus habitantes. Las calzadas principales y templos se orientaban hacia los puntos cardinales y celestes, creando una conexión simbólica entre el microcosmos de la ciudad y el macrocosmos del universo.
El estudio de estos sitios nos permite comprender mejor la cosmovisión de las culturas antiguas, su relación con el cosmos y su profunda conexión con la naturaleza. Este conocimiento nos enriquece culturalmente y nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con el universo y su lugar.
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