El iglú y el pueblo inuit: vivir dentro de la nieve
Si tú eres del team calor, seguramente has bromeado con alguien del team frío, preguntándole si le gusta la vida en su mansión llamada iglú. En general, bromear con el team frío y el team calor es una forma de abordar un tema serio, como el cambio climático. Pero poniéndonos serios, ¿has pensado como es la vida dentro de un iglú?
A lo largo de la historia, numerosas culturas han vivido bajo la tierra, desarrollando técnicas de construcción, y medios de subsistencia para adaptarse a la vida en un entorno subterráneo.
Una de las culturas más conocidas que vive bajo la tierra son los pueblos inuit. Los inuit son un grupo que vive en la tundra de América del Norte, como Canadá, Alaska y Groenlandia. Viven en un clima frío extremo. Los iglús forman parte de su cultura y estilo de vida y poseen un valor social más que habitacional.
El iglú como símbolo
El iglú o igluvigak, es un símbolo de la cultura inuit, representa la adaptación de los inuit al entorno ártico, donde la nieve es el recurso principal. También simboliza la unión familiar, ya que se construye con la participación de todos sus integrantes.
La organización al interior es en torno a un espacio central, donde se comparten las actividades cotidianas, como la preparación de alimentos, el descanso y el ocio. Es un espacio sagrado donde se realizan rituales religiosos y ceremonias sociales, como nacimientos, matrimonios y muertes.
El Iglú como comunidad
El iglú es una forma de vida comunitaria, que implica la colaboración entre los habitantes. Los inuit se agrupan en clanes que se desplazan según las estaciones y las condiciones climáticas, buscando lugares para cazar, pescar y recolectar. Los iglús se construyen cerca unos de otros, formando aldeas, donde se comparten los recursos, las herramientas, las tareas y las decisiones. También son lugares de encuentro, donde se intercambian noticias, experiencias, consejos y aprendizaje entre generaciones.
El diseño y el clima
Los iglús se construyen principalmente en la temporada de invierno, que en el Ártico es de noviembre a abril. El diseño requiere conocimiento del entorno y las características de la nieve, el tiempo de construcción puede ser de cuatro a seis horas.
El primer paso es seleccionar un lugar lejos de árboles, que permita aprovechar la luz del sol para calentar el interior. La superficie debe de tener una ligera inclinación, para permitir la acumulación de nieve en la parte posterior del iglú, así permitir un mayor aislamiento térmico.
Se ocupa una sonda alargada de hueso de marfil o madera, para comprobar que el espesor de la nieve sea mínimo de 0.70 centímetros y para conocer la compactación de la nieve.
La nieve que forma las paredes y el piso debe ser de la misma tormenta, así se garantiza que sea un material homogéneo. La primera tormenta de nieve del día aún no ha estado en contacto con el viento, esto permite que sea más moldeable para producir los bloques. Después de construir el iglú, la nieve se endurecerá con el viento. Esta técnica proporciona dureza a los bloques de nieve una vez colocados.
A continuación, se traza el diámetro del iglú, el cual no debe superar los 3 metros, para que las cargas se distribuyan adecuadamente. Se debe cavar el círculo que se trazó hasta que la nieve llegue a las rodillas, el piso debe quedar nivelado.
Los bloques de nieve se cortan para que encajen bien entre sí; son de 40 cm de alto, 60 cm de largo y 30 cm de ancho. Se van colocando en círculo a manera de espiral y se colocan con un sentido ascendente. Finalmente se cierra con un bloque de hielo de 60 centímetros de largo. Los inuit solían colocar una ventana con intestino de foca tensado.
Para la ubicación de la puerta, se debe considerar que la orientación no sea frente a la corriente de viento, para evitar que se pierda calor.
El interior se divide en dos niveles. El primero es el natiq, asociado al hombre, es el recibidor en él se almacenan las herramientas y transportes. El Ikliq, es asociado con la mujer. Este espacio se usa para sentarse, cocinar y guardar cazuelas. Sobre este espacio colocan una red para colgar ropa y botas. Durante la noche, se aprovecha el aire caliente acumulado en este lugar, adaptándose como dormitorio para todos los integrantes.
El Iglú y el cambio climático
Hoy en día, los iglús se siguen construyendo, pero en menor cantidad que hace cien años. El aumento de las temperaturas provoca que la nieve sea más blanda y pierda dureza, lo que dificulta el corte de los bloques de nieve, además las tormentas cada vez son más intensas, lo que puede provocar que los iglúes se derrumben. Algunas comunidades construyen iglús con materiales alternativos como madera o plástico.
El hogar y su naturaleza
El iglú tiene un impacto más allá de su función. Este valor puede ser tangible como el aumento de la calidad de vida o intangible, como la expresión de identidad cultural que refleja una vida integrada en una forma de cosmovisión.
Este tipo de construcción respeta el equilibrio y la diversidad del ecosistema. Se considera una fuente de vida, se construye de materiales naturales como la nieve y piel, no genera residuos ni contaminación. Al termino de vida de la función del iglú, se abandona, dejando que se funda y se reintegré con el medio ambiente.
Por Gustavo Ortiz
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