Un agricultor en un campo Un agricultor en un campo

Bioculturalidad: una danza de diversidad y desafíos 

En un mundo tan diverso como el nuestro, ¿podría existir un concepto que abrazara tanto nuestra rica biodiversidad como nuestra amplia gama de culturas? La respuesta es “sí” y se encuentra en el concepto de bioculturalidad; una palabra que, aunque acuñada recientemente, resuena con un profundo significado y una conexión aún más profunda con nuestra tierra y nuestras raíces. 

Un baile de conceptos, bioculturalidad 

Para adentrarnos en esta danza de diversidades, es esencial que abordemos las diferentes dimensiones que engloba la bioculturalidad. Desde perspectivas variadas, este concepto fusiona aspectos biológicos y culturales, pudiendo incluir una tercera dimensión que considera la diversidad lingüística. También se reconoce por abarcar la etnodiversidad, que contempla el número de lenguas presentes en una región; y la agrobiodiversidad, que respecta a la variedad de especies y paisajes domesticados. 

La tierra ha sido testigo de grandes oleadas de diversificación que han dado lugar a la multifacética diversidad que disfrutamos hoy. A través de la conjunción de la diversidad biológica y cultural, hemos sido beneficiados con una riqueza que se refleja tanto en nuestra agricultura como en nuestros paisajes. 

 México: un baluarte de diversidad biocultural 

México no sólo se erige como un pilar de diversidad cultural, sino también como un verdadero santuario de biodiversidad. Es el segundo país más rico en bioculturalidad del mundo. Un título respaldado por su estatus de megadiverso, ya que forma parte del selecto grupo de naciones poseedoras de la mayor cantidad y diversidad de animales y plantas, casi el 70 % de la diversidad mundial de especies. 

Su flora y fauna endémica es notable, basta decir que el 45 % de todas las especies de anfibios y reptiles del mundo han encontrado un hogar aquí. Además, aloja entre 25 a 30 mil especies vegetales, de las cuales 2168 son consideradas como comestibles. 

A este lienzo natural se añade la riqueza cultural en la que México destaca por ser el segundo país de mayor diversidad cultural en el mundo, después de India. Cuenta con 62 pueblos indígenas y un vasto tapiz cultural tejido por 68 agrupaciones etnolingüísticas que expresan su patrimonio a través de 364 variantes lingüísticas. Este rico mosaico cultural ha cimentado a México como una potencia biocultural. 

Oportunidades emergentes 

Los territorios que ostentan esta riqueza incalculable en términos de diversidad biológica y cultural están, paradójicamente, entre los más marginados de México. Las comunidades que los habitan enfrentan situaciones adversas marcadas por altos índices de pobreza y prácticas que propician el cambio climático y la degradación del ambiente que los rodea. 

La sobreexplotación de recursos naturales, derivada muchas veces de una avaricia incontrolable y una visión de corto plazo, pone en jaque a ecosistemas únicos y a formas de vida ancestrales. Erosiona la tierra y sus recursos y la trama que une a las comunidades con su historia, tradiciones y entorno natural. No obstante, la adversidad viene provista de oportunidad. Hoy más que nunca, existe una urgente llamada para revalorizar y redefinir nuestro entendimiento y apreciación hacia el patrimonio biocultural que poseemos. 

Un enfoque biocultural sostenible no sólo busca preservar, sino revitalizar y potenciar las relaciones simbióticas entre las comunidades y su entorno. Crear estrategias que armonicen con la biodiversidad y la cultura podría abrir puertas a un futuro más saludable y consciente, donde la sostenibilidad no sea una meta, sino una realidad tangible y cotidiana. 

En este camino hacia un futuro sostenible, surge la oportunidad de fortalecer los lazos comunitarios y de reavivar la conexión profunda de las personas con la tierra que habitan, y con las historias, lenguas y saberes que han compartido a lo largo de generaciones. 

Una mirada reflexiva 

¿Conocemos nuestro patrimonio biocultural? ¿Cómo podemos contribuir a la preservación de este rico legado? ¿Podría la revalorización biocultural ser la respuesta a los desafíos contemporáneos que enfrentamos? 

La bioculturalidad no es sólo una fusión de diversidad biológica y cultural; es una invitación a celebrar la diversidad, a comprender los desafíos y a unirnos en la búsqueda de soluciones sostenibles y conscientes. 

“La diversidad cultural es, para el género humano, tan necesaria como la diversidad biológica para los organismos vivos, constituye el patrimonio común de la humanidad que debe ser reconocida y consolidada en beneficio de las generaciones presentes y futuras” (Declaración de Arc et Senans, 1972). 

Por Juan Pablo Ramírez Silva

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