“Yo no creo en la terapia” o de por qué nos cuesta pedir ayuda psicológica
Así como quien no cree en los horóscopos o en los duendes, hemos oído a personas decir que no creen en la terapia, y prefieren ir por la vida repitiendo patrones que les afectan o “sintiéndose mal, pero aguantando”.
Aun cuando las cifras sobre salud mental en México son para escandalizarse, sigue siendo un tabú asistir a terapia y pedir ayuda. Por ejemplo, 15 de cada 100 habitantes sufre depresión y el suicidio es la segunda causa de muerte en el país en jóvenes entre 15 y 29 años de edad. A pesar de esto, sólo 2 de cada 10 mexicanos acuden a terapia.
Razones por las que no vamos a terapia
Si nos cuesta trabajo ir al médico cuando nos sentimos mal y nos da entre flojera y codería, y esperamos hasta que no nos queda de otra, ¡imaginemos el trabajo que cuesta pedir ayuda psicológica!
En general, no tenemos una cultura ni de prevención, ni de contención, ni de conservación. Es decir, no nos gusta asistir al doctor hasta que nos sentimos realmente mal y dejamos de ir cuando nos sentimos bien (o un poco mejor). Además, recurrimos a remedios caseros, recetas de la abuela, a dormir un ratito y a una coquita bien fría para resolver la mayoría de nuestras dolencias antes que programarnos una cita con un especialista de la salud.
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Cuando hablamos de la salud mental, la cosa se pone un poco más complicada, pues al no ser algo que, aparentemente, nos inhabilite para continuar con nuestras actividades, parece menos urgente, y por el desconocimiento y desinformación que cargamos en esos temas, nos es sencillo reconocer los síntomas y aceptar que necesitamos alguna guía o apoyo.
Si a esto le agregamos otros factores, la decisión de tomar terapia se convierte en algo cada vez más difícil de aceptar. Por ello, a continuación, enumeramos algunas de las razones por las que no pedimos ayuda.
Educación y resistencia aprendida
¿Alguna vez escuchaste en casa que “la depresión se cura con algo que hacer” o que “en mis tiempos nadie tenía ansiedad” o “se quitaba con dos nalgadas”? Esas creencias que heredamos desde el seno familiar, y que nos repiten que sólo es cosa de echarle ganas para salir adelante, nos convencen de que superar las adversidades es una cuestión personal de fortaleza y voluntad, a pesar de que ya sabemos que la salud mental requiere mucho más que ganitas y pensamientos positivos.
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En el caso de los varones, se les educa a que pedir ayuda es muestra de debilidad y un verdadero hombre debe ser fuerte y resolver conflictos en silencio, sin demostrar ni desbordar emociones, porque eso se considera un defecto femenino. Por otro lado, a las mujeres se les convence de que son emocionales, irracionales y hasta exageradas, por lo que pedir ayuda sólo reafirmaría que no puede gestionar su propio sentir solas.
Estigma
Debido al punto anterior es que se piensa que “sólo la gente loca va a terapia”. Incluso habrá quien diga que es para gente irresponsable, débil e inmadura que necesita ayuda para enfrentar sus problemas y quiere echarle la culpa a sus padres, al pasado o a cualquiera para no afrontar su situación. Por supuesto, sabemos que este argumento es totalmente falso, pero es algo que se nos ha enseñado tanto que sigue siendo una mentira repetida 1000 veces.
Miedo
Ya sea por miedo al diagnóstico, a ser juzgados, a la duración de la terapia, a los resultados o a abrirnos con un desconocido, ir a terapia puede ser intimidante, sobre todo si crecimos en un entorno donde no era común o no se consideraba necesario.
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Malas experiencias
Llegar con el psicólogo ideal para nosotros es complicado, no es ir con cualquiera y requiere saber qué corriente maneja, como trabaja y que haya una conexión de confianza para poder avanzar. Muchas personas tienen malas experiencias buscando al terapeuta correcto para ellas y se decepcionan en el proceso, por lo que lo dejan por completo.
“No creo en la terapia”
La importancia de adecuar las expectativas con la realidad de los alcances de la terapia es crucial, pues muchas veces, las personas que afirman no creer en buscar ayuda mental es porque no saben qué esperar y quisieran resultados inmediatos o soluciones mágicas como un ketorolaco sublingual para el alivio rápido de un problema de años. Por eso, también es responsabilidad de quién solicita la ayuda informarse y ser realista con los procesos y resultados que busca.
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La economía
Debemos reconocerlo, ir a terapia es caro y es una inversión de largo plazo que no cualquiera puede pagar y menos si tiene que mantenerse y mantener a una familia con un sueldo promedio, por lo que se vuelve un privilegio al que no todos podemos acceder.
Aunque en nuestro país la Secretaría de Salud cuenta con el “Programa de Salud Específico en materia de Salud Mental”, cuyo objetivo principal es el incremento de las unidades de psiquiatría en hospitales generales, sigue siendo complicado conseguir la ayuda requerida en el sector público y en el sector privado no es barato, a pesar de existir ONG que apoyen a quién lo requiere.
Con todos estos factores y algunos otros, la idea de ir con un psicólogo o psiquiatra es un escándalo para muchos, pero ha sido una salvación para la mayoría de los que toman esta decisión. Aun cuando cada vez es más abierta la mentalidad y los jóvenes se informan sobre salud mental y hablan de ello, y a pesar de que es cada vez más común que vayamos a terapia sin ser mal vistos, todavía faltan muchos tabús por romper. Lo primero es entender que la salud mental no es cuestión de ganas o de fuerza y que todos requerimos ayuda para estar mejor, el que pide ayuda es el más valiente y el más feliz.
Por Andrea Morán
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