Pachita: la chamana que desafió a la medicina tradicional según Jacobo Grinberg
Bárbara Guerrero, mejor conocida como Pachita, fue una curandera mexicana, es decir, una chamana mexicana.
Cabe mencionar que el término chaman proviene de Siberia, donde el shamán es “el que sabe”, del verbo shahia, que significa “saber”. Esta palabra ha sido acuñada en occidente para describir a aquellos brujos o hechiceros que disponen de “poderes sobrenaturales” para contactarse con espíritus y sanar enfermedades, predecir el futuro o cambiar las condiciones meteorológicas. Como sucede, por ejemplo, con los llamados graniceros que, habiendo recibido por accidente la descarga de un rayo, son iniciados en el arte de incidir en el clima.
Entonces, Pachita era una mujer sabia que conocía formas de modificar la materia; crear cerebros o partes de cuerpo e incrustarlos por medio de “poderes sobrenaturales” en personas enfermas para que éstas fueran sanadas. La manera en que lo hacía fue extraordinariamente descrita en el libro Pachita de Jacobo Grinberg Zylberbaum, científico mexicano —primero físico y luego psicólogo neurofisiólogo—, que creó la teoría sintérgica.
¿Cómo realizaba sus operaciones Pachita?
Según Grinberg, Pachita podía sintonizar, como lo hacían los antiguos radios, la “banda vibratoria de la Lattice” o “Banda de conciencia” del último emperador azteca, Cuauhtémoc.
Como las radios antiguas que tenían una perilla que se movía hasta sintonizar con una frecuencia determinada, lo cual podría traducirse como que Pachita sabía cómo penetrar en el tiempo y espacio, modificando su frecuencia y dejando que su cuerpo físico fuera ocupado por el hermano Cuauhtémoc, el cual, a su vez, lograba decodificar y cambiar la estructura de realidad para sanar a las personas.
Esta idea suena congruente si escuchas a otras chamanas, como Santa Sabina, que decía que cuando ella sanaba, sólo hacía que su cuerpo se vaciara para que el sanador entrara, y mientras tanto ella se iba “al agua” donde incluso alguna vez platicó con Benito Juárez, según sus propias palabras en un documental al respecto, muy similar a lo descrito por Grinberg sobre Pachita.
Digamos que esas vibraciones o frecuencias de la Lattice podrían ser lugares donde fluye la energía y sólo hay que aprender a vaciarse, como cuando meditas y vacías tu mente de pensamientos y distracciones de a poco o por momentos, para dejar entrar en ti a algo más grande que algunos llaman Dios cocreador, un ser sanador o cualquier espíritu creativo que modifique la realidad, porque es en sí a través de una sensación de unidad que logramos convertirnos en cocreadores de ésta, cuando entendemos que podemos hacerlo, pero no sin conectarnos con esa gran fuerza omnipresente.
En esos estados, la gente reporta hablar o hacer cosas que no necesariamente tiene que pensar, sino que son llamados canalizaciones que provienen de seres que están en dimensiones no materiales y a los cuales los sanadores prestan su cuerpo, con o sin perder la conciencia de lo que hacen.
Materialización de órganos: la teoría sintérgica
Si haces una búsqueda en internet, podrás ver fotografías de Pachita con un cuchillo de monte que usaba para dar la idea del corte, porque en realidad, Pachita alcanzaba niveles de sintergia muy altos, es decir, de síntesis de energía, por medio de los cuales lograba abrir cuerpos, crear órganos sanos con sus manos, meterlos en los cuerpos para saturarlos.
Para reconocer esto, necesitamos hacer una breve síntesis de la teoría sintérgica. Dicha teoría dice que el lugar de más alta síntesis de energía es el espacio que creemos vacío; y digo creemos, porque en realidad tiene información tan compleja que nuestros sentidos no alcanzan a codificarla, ya que sólo pueden ver el 1+1 que sería igual a la materia. Por consiguiente, la materia es un espacio de baja sintergia, o baja síntesis de energía, razón por la cual es fácil decodificarla, verla, olerla, oírla o sentirla con nuestra piel; vaya que, aunque los cuerpos físicos de las personas podrían percibir más, el contexto hace que sólo podamos ver lo simple y básico, es decir, la materia.
Entonces, Pachita se vaciaba a sí misma, entraba en éxtasis chamánico y dejaba entrar al hermano Cuauhtémoc para que este lograra “decodificar el espacio vacío”, donde todo existe, como en la imaginación, y atrajera de él o, mejor dicho, sintetizara de este espacio, la materialización o versión material.
Dicho al modo de Grinberg, los chamanes pueden hacer que sus cerebros entren en estados de alta síntesis de energía, se sintonicen con la Lattice, Dios, Matrix, Universo o El Todo (como sea que lo quieras llamar), para después decodificarla o sintetizarla y obtener como resultado una materialización o cosa material, que bien puede ser un órgano sano listo para ingresar y sustituir a uno enfermo o simplemente crear energía sanadora.
Incluso Grinberg relata que tanto el cuchillo de monte como toda la operación en sí, eran un ritual para que la persona entendiera que estaba siendo sanada. Porque en realidad la sanación podría ser instantánea, pero como seres poco desarrollados sensorialmente, a veces necesitamos ver o sentir el ritual de la operación para creer que hemos sanado.
Visión extraocular, visión directa y visión remota
Hablando de lo que podemos o no podemos ver, resulta que los chamanes materializan también porque alcanzan a decodificar de manera visual tanto los daños como la Luz. Entonces, Pachita podía tener visión directa, es decir, ver qué pasaba dentro de las personas enfermas, incluso de manera extraocular porque muchas veces cerraba los ojos hasta saber el daño sin siquiera tener a la persona enfrente, ya que sus sentidos estaban desarrollados más allá de lo normal, es decir, los chamanes, monjes budistas y otros grandes sabios saben que hay sentidos más allá de los sentidos físicos, y que se puede acceder a ellos por medio de estados de éxtasis.
Esto me recuerda a una historia que creo haber leído o alguien me relató sobre cuando Grinberg entrevistó a un monje que levitaba y este respondió: “El hecho de que tú no puedas ver en qué estoy sentado no quiere decir que no exista”. Como los rayos gamma o los rayos x, que no podemos ver pero tampoco podemos negar, ya que hemos creado máquinas que pueden decodificarlos y permitirnos tener acceso material a ellos, como las radiografías. Un sanador o sanadora como Pachita siempre posee estas capacidades de “ver más allá de lo evidente”.
Amor vs daños
Parte de este ritual era decir palabras amorosas y rezos, ya que generalmente los daños son causados por materializaciones poco amorosas de la consciencia o Lattice.
Digamos que, si no percibimos la Lattice de manera amorosa, es decir, si no aprendemos a decodificarla con atención en la luz, podríamos materializar daños, que son bajas frecuencias de dicha malla que interconecta todo. Y en vez de sanar, podríamos enfermar, si no aprendemos a decodificar las altas frecuencias, si nos enfocamos en las bajas, es decir, en lo material, mundano, oscuro y sórdido de la humanidad. Como insistir en recordar los malos tratos, las agresiones, en los daños que ocasiona la humanidad.
En pocas palabras, el amor es la cura para todas las enfermedades, para todos los males, pero a veces es la cura más difícil de encontrar en un mundo donde la consciencia falta, es decir, la sensación fluida de estar unidos a todos y a todo aún no está integrada en nuestro ser. Las enfermedades son entonces “daños materializados”, por lo que no hay que distraernos, hay que prestar atención sólo en la luz que queremos que entre a nuestras vidas.
Saturar y no suturar
Finalmente, para cerrar la herida, Pachita decía que saturaba, que es muy diferente a las suturas del médico con hilo y aguja quirúrgicas, ya que en este caso se trataba de poner las manos sobre la herida y saturar de luz o llenar de luz (alias alta frecuencia) la herida abierta para que sane, incluso de manera instantánea.
Si bien actualmente existen miles de sanadores o chamanes alrededor del mundo, la realidad es que todos podríamos desarrollar dichas capacidades sanadoras, siempre y cuando estemos dispuestos a entrar en una frecuencia de amor, dejando atrás todo el daño recibido y enfocando la atención en todo lo luminoso que tiene esta realidad.
No se trata de evadirnos, sino de ver la cantidad de amor que le falta a cada ser que daña y conectarnos para aportar amor a todo lo que nos circunda, convertirnos en seres luminosos capaces de ver tanto las bajas como las altas frecuencias y no prestar atención más que a cómo crear más luz, algo así como saturar a la humanidad para cambiar los resultados, para ayudar a los otros a sanar y sanarnos nosotros mismos, sin importar la carga de daño. Porque no podemos meter oscuridad en una habitación iluminada, pero si podemos iluminar toda una habitación con una aparente simple llama, la llama del amor y la compasión, del querer que todos y todo viva en salud, paz y felicidad.
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