“Me quedo por la disculpa”: cómo es y cómo se vive el ciclo de la violencia
Hablemos de datos. Según la ONU, “736 millones de mujeres han sufrido violencia a manos de una pareja y una de cada cuatro jóvenes de entre 15 y 24 años que sostenga alguna relación íntima, la habrá padecido antes de llegar a los 25”. Y, aun así, nos sigue pareciendo absurdo, tonto o, de menos, incomprensible que alguien normal esté en una relación abusiva y que no pueda salir de ella, porque “el que quiere, ¡puede!”, ¿o no?
¿De qué hablamos cuando hablamos de violencia en las relaciones de pareja?
Hay que aclarar un par de cosas: en primer lugar, no estamos diciendo que sólo las mujeres sufran violencia, ni descalificando a los varones que la sufren, negando o invalidando los casos que se han perpetrado por su pareja femenina.
Por otro lado, tampoco decimos que todos los hombres sean violentos y todas las mujeres sean víctimas. La intención de este artículo es abordar un fenómeno social que aparece cada vez con mayor frecuencia y que la OMS ha reconocido como una pandemia mundial: la violencia contra las mujeres en relaciones amorosas (heterosexuales).
Los noviazgos y matrimonios violentos se han hecho más comunes, pero ¿por qué? Si, supuestamente, estamos viviendo una época de empoderamiento femenino y de equidad de género, ¿por qué, entonces, se han multiplicado las relaciones abusivas y hay mujeres de todas edades, grados académicos, estratos sociales, nacionalidades y credos, que se mantienen en ellas?
Fases del ciclo de la violencia
Según la psicóloga Leonor Walker, existe un ciclo de violencia que se repite constantemente en una relación de abuso. Dicho ciclo consta de tres fases principales, que se describen enseguida.
Fase 1 del ciclo de violencia: Tensión
Nubes y cielo gris anunciando lluvia. En estos momentos, hay pequeños desacuerdos que se van acumulando, algunas discusiones que van subiendo de tono, malestar, bromas hirientes, comentarios dolosos, sarcasmo que llegan a insultos velados, reclamos, se empieza a alzar la voz y nos acercamos peligrosamente a la violencia psicológica.
El agresor trata de minimizar estos comportamientos, asegurando que la pareja exagera y se victimiza, lo que lo irritará doblemente, así que ella tratará de evitar la ira de su pareja, haciendo todo para contenerla, pero poco o nada funcionará, pues el diluvio viene en camino. Esto pone a la víctima en estado de alerta y ansiedad constante.
Fase 2 del ciclo de violencia: Estallido
¡La tormenta ha empezado! Tras el crecimiento de ira y tensión, todo estalla en violencia: gritos, insultos directos, groserías, se lanzan cosas, caen puñetazos, cachetadas, empujones y se llega a las agresiones psicológicas, físicas y sexuales. El agresor pierde el control por completo y la víctima sólo siente terror, porque ya no hay cómo detenerlo; aseguran que el miedo se apodera de ellas y no piensan más que en protegerse en ese momento como instinto de supervivencia.
Fase 3 del ciclo de violencia: Luna de miel (arrepentimiento)
Pasó la tormenta que destruyó todo a su paso y viene el recuento de los daños. El agresor parece haberse dado cuenta de lo que ha ocasionado y se disculpa desesperadamente. Llora, se hinca, jura y pide perdón. Inicia el resarcimiento con la etapa de dulzura, pasión y amor; todo está bien, ¡cielo azul y despejado! La víctima, al principio en shock, justificará las agresiones, porque “está demasiado presionado”, “no ha dormido bien”, “su papá era violento”, “tuvo una infancia difícil” o incluso se culpará por haberlo sacado de sus casillas para poder perdonarle e iniciar este renovado amor, porque “esto no volverá a pasar”.
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Como ya se explicó, esto tiene un comportamiento cíclico, por lo que las relaciones abusivas no se mantienen en agresividad en todo momento, pero los tiempos entre acumulación, estallido y arrepentimiento se irán acortando cada vez más, hasta que la luna de miel se reduzca a horas, la acumulación se convierta en días de angustia y malos tratos, y los estallidos de ira pongan en riesgo la vida.
¿Por qué la víctima del ciclo de violencia no se va?
Así como en la fase 1 y 2 se maximizan hasta los más mínimos detalles para explotar en furia, en la etapa 3, todo se exagera en cariño y atenciones, lo que provoca, en algunas ocasiones, que dejar esta relación sea tan complicado. Es como tener una luna de miel repetidamente y ésa es una de las razones por las que “no se va”, ya que, cuando todo está bien, es perfecto o, mínimamente, tolerable.
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“Me quedaba por la disculpa”, me dijo una chica que sufrió violencia “porque cuando se le pasaba el enojo, se arrepentía y volvía a ser él y me trataba como si yo fuera lo único importante en su vida”. Ella misma me confesó que “cuando empezaba a ponerse grosero otra vez, me daba miedo, pero sabía que pronto vendría lo bueno; hasta llegué a hacerlo enojar a propósito para que más rápido estallara y todo volviera a estar bien”.
Las razones psicológicas detrás del no irse
Hay ciertas circunstancias como aquellas en las que la víctima está sola, no tiene acceso a un ingreso fijo o tiene un hijo y no sabe a dónde ir. Pero hay otras razones psicológicas que explicaremos.
Razones sociales y culturales
De acuerdo con la psicóloga de violencia familiar, Sabina Deza, un motivo para soportar es porque nos hicieron creer que el amor es sacrificio, entrega total y todo lo perdona y esto tiene que ver con los estereotipos de género y roles que nos inculcaron socialmente y hemos repetido por años.
La “desesperanza aprendida”
Basada en la idea de indefensión aprendida de Seligman, la indefensión es el estado psicológico que se produce frecuentemente cuando los acontecimientos son incontrolables y no hay forma de protegerse de ellos. Los sentimientos de indefensión en mujeres maltratadas debilitan su capacidad de solucionar problemas y la motivación para afrontarlos, favoreciendo de esta forma la permanencia.
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En esta desesperanza aprendida, la víctima se adapta a las circunstancias utilizando mecanismos como la minimización o negación, e inclusive, la disociación. Se ha convencido de que “no puede salir y no tiene sentido intentarlo”. Todo ello conlleva que cada agresión física y sexual que la víctima sufre, la vuelve más susceptible al control de su agresor y aún más vulnerable.
Síndrome de adaptación paradójica
Las mujeres víctimas de violencia de género desarrollan un vínculo afectivo con el maltratador, sintiéndose responsables por ellos, de ellos y con ellos. Es decir, lo perdona y justifica porque se siente culpable de lo que le ocurre. Su visión de la realidad está tan dañada que relaciona estas acciones con amor y no imagina otra vida, ni cree merecerla.
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Todo esto no significa que se pueda salir de una relación violenta, ¡sólo explica por qué es tan difícil lograrlo! Y una vez que la víctima ha logrado salir de ella, vendrá un proceso muy fuerte de sanación, casi tan complicado como tomar la decisión de dejar la relación misma.
Espero que, después de leer esto, dejemos de preguntar a la víctima “¿por qué no se fue?” y empecemos a hacerle las preguntas al agresor y a la misma sociedad que permite que un tercio de las mujeres vivan esto diariamente. Menos “amiga, date cuenta”, y más “amigo, no le pegues”.
Por Andrea Morán
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