Las momias, de la piedra Rosetta a la literatura y el cine
“La muerte es sólo el principio”.
La momia (1999).
A partir del siglo XIX, la pasión por Egipto inspiró la literatura de terror, la evolución del imaginario de la momia y su resurgimiento en el cine. Desde sus orígenes hasta la pantalla grande, la momia sigue resonando como un recordatorio del pasado y un símbolo de inmortalidad en el género del terror.
El renacer de la momia
El descubrimiento de la Piedra de Rosetta en 1799 por el capitán francés Pierre-François Bouchard y su posterior análisis por parte del historiador Jean-François Champollion, considerado el “Padre de la Egiptología”, facilitó la interpretación de los jeroglíficos egipcios y, con ello, el acercamiento a sus mitos y tradiciones a través de sus fuentes historiográficas y literarias.
El imaginario de la literatura de terror del siglo XIX no fue ajeno al renacer de la pasión por Egipto, e incorporó a sus temas la presencia del personaje de la momia que regresa de la tumba para vengarse de aquellos que se atrevían a violar y saquear sus moradas eternas.
Quizá este tópico se relacione con el interés de los escritores de la época por expresar su preocupación hacia la banalidad con la que la reciente sociedad industrializada transgredía de manera irreverente y violenta a las antiguas culturas y sus tradiciones más sagradas. Para los egipcios, no había algo más sagrado que la preservación del cuerpo en sus tumbas para alcanzar la inmortalidad en la otra vida, esta idea se encontraba plasmada con claridad en su famoso Libro de los muertos y que se considera el primer texto escatológico de la civilización humana.
La figura de la momia surgió cuando la narrativa gótica se encontraba en pleno auge aunada al exotismo propio del romanticismo, y fue Teophile Gautier en 1840 quien puso en circulación la figura de este ser sobrenatural en su cuento “El pie de la momia” en el que estableció el motivo de la maldición de la momia cuando el protagonista vive una serie de infortunios después de adquirir un pie momificado de una princesa egipcia; más adelante, Arthur Conan Doyle retomó el tema en su relato Ella (1884). Posteriormente, el gran Bram Stoker incursionó en esta temática con su novela La joya de las siete estrellas (1903).
Las momias en el cine
Sin embargo, la tendencia sobre el tema disminuyó en los albores del siglo XX, al menos hasta 1922, cuando el arqueólogo Howard Carter conmocionó al mundo con el descubrimiento de la tumba intacta del joven faraón Tutankamón y hubo un resurgimiento del interés por parte de los apasionados del tema. Pero más que el descubrimiento en sí, lo que desempolvó al añejo personaje de la momia romántica fueron las inexplicables muertes de aquellos que estuvieron involucrados en el hallazgo (con excepción de Carter) y que reavivaron las creencias en la maldición de la momia, ya que, desde el patrocinador de la excavación, Lord Carnarvon, hasta algunos de los primeros visitantes de la tumba, murieron de manera repentina.
Estos acontecimientos tuvieron como consecuencia que el naciente séptimo arte retomara el motivo de la maldición de la momia y la convirtiera en un ser vengativo que se distanciaba de la percepción romántica que se tenía de ella.
La idea de un monstruo que regresaba de la muerte para consumar una maldición o buscar a su amada se empleó por primera vez en la película La momia (1932) protagonizada por la siniestra personalidad de Boris Karloff en el papel de Imothep, un sacerdote momificado vivo como castigo por intentar resucitar a su amada Ankhesenamon, mismo tema del remake La momia de 1999 que añadió efectos especiales más elaborados, pero que en esencia planteaba la misma trama y que generó dos secuelas La momia regresa (2001) y La momia: la tumba del emperador dragón (2007).
En el cine, la figura de la momia y su maldición fortaleció visualmente los motivos propios que acompañan a las historias sobre momias: la profanación de una tumba antigua, la indiferencia e irrespetuosidad de la sociedad moderna hacia lo sagrado, la descuidada lectura de un papiro antiguo o supuesto Libro de los muertos que revive a la momia, la despiadada venganza de este ser sobre quienes lo han traído a la vida, entre los más comunes.
La fascinación por la inmortalidad
A pesar de la interpretación superficial que solemos hacer del personaje de la momia, Zarzuela y Sánchez señalan en su Bestiario que más que un ser harapiento y decadente obsesionado con asesinar a sus profanadores, “su drama es mucho más profundo. Se trata de un ser atormentado, casi romántico, que desea, sobre todo, la muerte final, el descanso final que le negaron los arqueólogos”, por otra parte, añaden que “es también un eterno enamorado, que vuelve del más allá para recuperar a la princesa que un día amó, reencarnada ahora en una de las estudiosas que investigan su caso”, como sucede en las producciones actuales.
Con todo lo que ha implicado el oscuro caminar de este personaje y que no ha tenido la misma popularidad que el vampiro o el licántropo, la momia plantea uno de los temores más frecuentes en el ser humano, la muerte, y con ello su deseo interno de perpetuarse después de la muerte.
Es curioso que incluso los grandes autores que conocemos hoy y que reconocemos como autoridades del género del terror no han profundizado en estudiar la figura de la momia y la consideran como parte de una tradición que no tiene cabida en las preocupaciones del mundo moderno; sin embargo, la momia sigue ahí recordándonos el pasado glorioso de la primera cultura en fascinarse por el tema de la inmortalidad, se presenta como la encarnación de esa fuerza sobrenatural que lucha contra el trato banal de las antiguas creencias.
Por David Jiménez Ixta
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