Cuerpos, hormonas y cerebro: ¿qué tanto determinan lo que somos?
Voy a tratar un tema que puede sonar difícil o controversial: ¡la biología de los cuerpos!
Normalmente pensamos que la biología es un ámbito cerrado, por así decirlo. Por ello, las cuestiones de esta disciplina han despertado todo tipo de consideraciones filosóficas, culturales, sociológicas y en las teorías de género. La cuestión se centra, a final de cuentas, en la pregunta: ¿el considerar a la biología (y también a la neurociencia, a las hormonas, los genes, etc.) significa determinar lo que somos?
Muchas veces podemos pensar que sí. Por un lado, no podemos negar la realidad y presencia de la dimensión biológica que existe para cada ser humano. Además, cuando damos cuenta de los límites o condicionantes que poseen los cuerpos, pareciera entonces que tenemos “una respuesta para todo fenómeno”, y podríamos llegar a encasillar la realidad y atarla en parámetros muy rígidos. Pero el ser humano es un ser de libertad que ama las posibilidades y a toda regla biológica o médica siempre podemos encontrar una excepción.
Si a esto sumamos las crecientes intervenciones que cada vez más podemos ejercer sobre nuestra realidad física y corporal, que llega hoy hasta lugares como la cultura cyborg, esta idea de la ciencia dura empieza a desdibujarse. ¿Qué hacer entonces con todo el aspecto material, físico que nos constituye? ¿Cómo hemos de entenderlo?
Los límites
Lo primero que hay que poner sobre la mesa son los límites. Los límites no son generalmente agradables, pero son una realidad inexorable. El primero y más importante de ellos es la muerte. Este límite es tan importante que el budismo lo consideró como el primer tema que debía ser estudiado. Pero existen muchos otros límites. Por ejemplo, la cultura. Otro límite: nuestros padres, nuestra familia, nuestro pasado o el lugar en que hemos nacido.
Los límites no son tampoco, en sí mismos, indeseables. Finalmente son lo que permite que algo “sea algo”. Sin límites, se desdibujan los márgenes de las características y entonces no hay nada. Es como pretender hacer un dibujo sin trazar ninguna línea.
¿Los límites lo son todo?
La contracara no agradable de los límites es lo que no se puede hacer cuando las cosas son de una cierta manera. Por ejemplo, por la forma de nuestros cuerpos no podemos naturalmente volar. Pero si tuviéramos plumas, alas y todo lo que tiene un ave, sería también más complicado caminar o moverse fácilmente en lugares estrechos.
Con la biología, la genética, las hormonas y todo lo que estudia o plantea la neurociencia pasa exactamente igual. Lo decía un pensador chileno fallecido hace muy poco, Humberto Maturana: “determinismo estructural no es determinismo absoluto”. Nuestra corporalidad, nuestra genitalidad, nuestra cultura, nuestra historia, determinan ciertas cosas, pero eso no significa que determinen todo.
Por ejemplo, los seres humanos hemos logrado volar sin tener corporalmente alas, pero pensar que podemos simplemente volar sólo porque deseemos hacerlo, podría generar fácilmente un suicidio.
Los cuerpos y sus capacidades
Muchas veces las características de nuestros límites (que son también nuestras propias características), son las que vuelven a la realidad algo interesante y también un reto. Estas cualidades no significan de manera taxativa una barrera que no se puede traspasar.
Son innegables las aptitudes físicas de las personas negras para ciertos deportes, o que las mujeres tienden a tener una sensibilidad más desarrollada que los hombres, dada por un conjunto de elementos que son históricos y culturales, pero también biológicos y físicos hasta cierto punto. Nuestros cuerpos no son iguales, y una mujer, por ejemplo, puede vivir de manera muy diferente la experiencia de la maternidad que un hombre la paternidad, simplemente porque tiene la posibilidad de gestar que el hombre no tiene.
Pero esto no es un límite absoluto.
Muchas veces una persona asiática puede superar a una persona afrodescendiente en los deportes históricamente dominados por estos últimos o un hombre ser más sensible que una mujer frente a una cierta circunstancia. Esto es porque la realidad es mucho más compleja y también contiene formas y particularidades que a veces transforman esos límites o los modifican a partir de otros elementos.
Sucede que nuestro pensamiento es demasiado radical y cuando las cosas son tan radicales, ya no podemos pensar adecuadamente. Para pensar bien, se necesitan siempre de ambas partes (como bien dijo, en otros términos, el filósofo mexicano Mauricio Beuchot: entender el límite y entender la posibilidad. Considerar la característica; la cualidad, la historia, la particularidad, la personalidad, la cultura) y también ver más allá de ellas con preguntas que nos ayuden a trazar el camino que queremos transitar. Posiblemente, las ideas que no contemplen los límites, quedarán siempre en meros idealismos.
Para reflexionar
Ahora, ¿seremos capaces de entender que la idea del límite no es necesariamente determinación? ¿Podremos hacer un uso provechoso de nuestros límites biológicos, sexuales, históricos o culturales? ¿Con base en qué criterios?
En el centro educativo de prácticas filosóficas que he fundado hace 15 años, trabajamos facilitando preguntas de este tipo, ya que posiblemente estos sean asuntos que no puedan resolverse de un plumazo de una vez por todas si no damos el tiempo para preguntar y responder. ¿Qué se necesita para formularse una buena pregunta? ¿Con qué preguntas te quedas luego de leer este texto?
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