¿Todos tenemos una filosofía de vida? Construye tu propia realidad
Nacemos en este mundo. Somos arrojados al mundo, decía Heidegger. Luego tenemos una serie de experiencias muy variadas: colores, olores, sensaciones. Sentimos fuertemente alegría y tristeza, amor y desesperanza. Todo lo que podemos ver en la intensa vida que tienen los bebés, por donde todos pasamos.
Luego de ello, puede que tengamos una tranquila y feliz infancia o una infancia dura y difícil. Nuestros padres o las personas que nos rodean intentarán enseñarnos sus valores. O aun cuando no lo intenten, adquirimos determinados valores.
La formación de valores
¿Sabías que la imitación es la forma más primaria del aprendizaje? Ésta se da en los animales (los seres humanos seguimos siendo animales); se da en nuestra temprana infancia, pero también, después, toda la vida.
La cuestión es que de pequeños, de no entender absolutamente nada, empezamos a configurarnos una forma particular de comprensión de la realidad. A veces esto se da a partir de situaciones muy duras. Imagínense con qué valores se conforma un niño que nace hoy en Ucrania o en Gaza. Seguramente, la realidad social de la guerra y de la resistencia a la guerra han de marcar fuertemente los principios y tendencias que se asientan en la vida de esas personas.
Igual si de pequeños vivimos situaciones de violencia: el mundo es un lugar de resistencia, el mundo es un lugar de creatividad, el mundo es un lugar “de trabajo”. ¡Qué valores tan diferentes para hablar del mismo mundo! Pero así sucede, curiosamente. Por eso el filósofo chino budista Tien Tai decía que a cada instante había tres mil formas posibles y diferentes de vivirlo; no porque sólo haya tres mil, sino que con esto ejemplificaba la amplísima gama de opciones que siempre tenemos en las formas de vivir o experimentar nuestra realidad.
Una filosofía de vida y la libertad de elegir
La cuestión es que parece que tenemos una primera respuesta a la pregunta del inicio y ésta es “sí”, todas las personas tenemos una “filosofía de vida”.
Es obligado que, si vivimos, tengamos una forma particular de ver las cosas. ¡No hay manera de vivir sin ver la realidad de cierta manera! Incluso aunque quiera abstenerme de emitir un juicio o idea sobre un cierto punto, entonces mi postura sería esa, la de alguien que se abstiene y no hace nada al respecto.
A veces puede ser que abstenerse sea tranquilizante, pero definitivamente no sea lo mejor, sobre todo porque al no emitir opinión, tampoco realizamos nada al respecto. Finalmente, tenemos que decidir o, como sea, lo hacemos. Esto es lo que Sartre expresaba cuando dijo que “estamos condenados a ser libres”. Mientras vivamos estamos condenados a elegir. Pero esto no tiene por qué ser un proceso angustiante o agobiante: la libertad de crearnos es en verdad algo hermoso.
La práctica filosófica
La cuestión es que no necesariamente elegimos “la mejor” opción. ¡A veces ni siquiera nos hemos dado cuenta de que podíamos elegir! Entonces, sólo heredamos los valores y formas de una época, de nuestros padres. Tenemos la herencia dada por un conjunto de experiencias que vivimos en un momento dado, pero nunca tuvimos la suficiente distancia para reconstruirlos. ¿Interesante, no? ¿Qué es acaso esta distancia?
La práctica filosófica, surgida hace aproximadamente 50 años, trabaja con esta distancia y esta posibilidad. Uno de sus representantes, un gran amigo y colega, el Dr. Lou Marinoff, dice:
Todo el mundo tiene una filosofía de la vida pero pocos de nosotros gozamos del privilegio o el tiempo libre necesario para sentamos a esclarecer sutilezas. Tendemos a irlo haciendo sobre la marcha […] Nuestra filosofía también puede ser el origen de los problemas que padecemos, de modo que debemos evaluar las ideas que sostenemos para modelar un punto de vista que obre a favor nuestro, no en contra.
La distancia a la que invita la práctica filosófica tiene que ver con construirnos a nosotros mismos. ¿Es posible que un ser se construya a sí mismo, siendo él entonces sujeto y objeto de la misma acción? Desde un punto de vista estrictamente lógico esto sería imposible. Pero esta idea no responde tampoco a la realidad. El sujeto está conformado por distintas partes.
Por ejemplo, si me hallo sumamente enojado, más allá de que me sienta de este modo, el enojo no es “todo yo”. Esto es, hay partes que están fuera de ese enojo y que pueden “darse cuenta” del enojo y afectarlo, detenerlo, cambiar de alguna manera. Por eso entendemos que el hecho de que alguien se enoje no significa que golpee al otro o realice cualquier acción impulsiva movida por esta sensación. Así es como podemos construirnos a nosotros mismos usando esta distancia.
La filosofía que teníamos en un comienzo era una filosofía rudimentaria, rústica, por así decirlo. Una filosofía que no habíamos participado activamente en construir. En la medida en que despertamos a la vida, despertamos también a la autonomía de construirnos a nosotros mismos; ¿habrá acaso algún placer más grande? Esta autonomía significa territorios que progresivamente vamos ganando y gracias a ellos nos vamos hermanando con lo que somos; nos aliamos a nuestras propias tendencias que ahora son más nuestras que antes.
No es un proceso fácil. Implica muchas veces hacer frente a complicados demonios y rigideces que nos caracterizan pero, ¿qué prefieres, seguir como venías o hacerles frente? ¿Cuánto sentimiento de autoría has, hasta ahora, desarrollado? Te invito a escribirme a mi canal de TikTok sobre lo que piensas al respecto.
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