Ríos muertos en la Ciudad de México: ¿por qué desaparecieron?
Los ríos muertos de la Ciudad de México son aquellos que han sido entubados o canalizados, perdiendo su cauce natural y su función ecológica. Su muerte se aceleró en la tercera década del siglo pasado con el objetivo de controlar las inundaciones y mejorar la infraestructura de la ciudad.
La Ciudad de México se encuentra en una cuenca rodeada de elevaciones como montañas, sierras y volcanes que reciben el agua de lluvia en sus partes más altas. Ésta escurre a través lo que —en el pasado— fueron más de 40 ríos.
Por otra parte, se debe considerar que la antigua México-Tenochtitlan fue construida sobre un islote al centro del Lago de Texcoco y que se expandió sobre ese cuerpo de agua mediante chinampas. Debido a las condiciones geográficas, los habitantes de la Ciudad de México han desarrollado tecnologías para aprovechar este recurso, como el antiguo albarradón de Nezahualcóyotl o el acueducto de Chapultepec. Sin embargo, los conquistadores españoles vieron en el agua un impedimento para su expansión por lo que destruyeron los antiguos sistemas de drenaje de la zona metropolitana.
El ciclo de vida de un río
El ciclo de vida de un río se puede dividir en tres etapas principales: nacimiento, madurez y vejez. La primera etapa se produce cuando el agua de lluvia, de deshielo o subterránea se acumula en una zona alta y comienza a fluir hacia las partes bajas creando un cauce. La etapa de madurez se produce cuando el río alcanza su máxima longitud y caudal. El río fluye con fuerza y transporta una gran cantidad de sedimentos. Durante la etapa de vejez, el río comienza a disminuir su longitud y caudal; se vuelve más ancho y lento, y transporta menos sedimentos. Finalmente, el río muere.
Este ciclo puede verse afectado por una serie de factores naturales como el clima y la topografía o antrópicos como la construcción de presas, canales y otros proyectos de infraestructura, así como la contaminación o sobreexplotación que aceleran el término de su vida.
Hidrografía de la cuenca de México
La cuenca de México se localiza en la región central del país y abarca las entidades de Tlaxcala, Puebla, Estado de México, Hidalgo y la Ciudad de México, superando los 16 mil kilómetros cuadrados. Se trata de una cuenca endorreica, es decir, que está cerrada naturalmente por montañas, sierras y volcanes que retienen el agua y evitan que se drene; esto a su vez permite la formación de zonas lacustres dentro de la cuenca: el Valle de Tizayuca al norte; el Valle de México al sur; el Valle de Apan al este y el Valle de Cuautitlán al oeste.
Entre los valles de México (la región más extensa de la cuenca) y Cuautitlán se forma un sistema de lagos de más de mil kilómetros cuadrados alimentado por 48 ríos que escurren del sistema montañoso que rodea la cuenca. Sin embargo, actualmente, la mayoría de los antiguos ríos de la Ciudad de México se han perdido, han sido entubados (Mixcoac, Churubusco, La Piedad y Consulado), funcionan como receptores de aguas residuales o están contaminados.
Los ríos de la Ciudad de México a través del tiempo
Durante la etapa de mayor esplendor de México–Tenochtitlan, los ríos de la cuenca abastecían de agua fresca a la ciudad a través de tuberías de cerámica que corrían por las principales calzadas, como Tepeyac, Coyoacán, Tlacopan e Iztapalapa.
Tras la conquista, se fundó, en el mismo sitio, la capital del virreinato de la Nueva España. Los conquistadores comenzaron a desecar los ríos destruyendo las antiguas obras e iniciando la construcción de edificios que ampliaron la mancha urbana.
Desde entonces, la ciudad comenzó a padecer inundaciones importantes. Para sacar el agua de la ciudad, se construyó el Túnel de Huehuetoca hacia el río Tula que desemboca en el Golfo de México; a pesar de ello, en 1629, la ciudad quedó inundada debajo de dos metros de agua durante cinco años hasta la conclusión de las obras del túnel.
Antes de 1800, ya se habían desecado la mayoría de los lagos y canales de la ciudad acortando la vida de los ríos. A su vez, se reconstruyó el acueducto de Chapultepec que desembocaba en la fuente que hoy se conoce como Salto del Agua. También se crearon los acueductos de Belén y Santa Fe para dirigir el agua de los ríos que sobrevivieron al poniente de la cuenca.
Para mediados del siglo XIX, los ríos disminuyeron a menos de la mitad. Las inundaciones seguían siendo el tema de preocupación ante la explosión demográfica del centro del país. Se construyeron grandes obras para mermar esto, como el Gran Canal que recogía las aguas del oriente de la ciudad desviándolas hacia el río Tequixquiac, fuera de la cuenca.
Durante este siglo, los asentamientos urbanos crecieron en antiguas riberas, como San Ángel, Coyoacán, Azcapotzalco y Tacuba, por lo que se hizo necesario desalojar las aguas negras y pluviales de la zona. Después, se amplió el Gran Canal hacia el sur en lo que hoy conocemos como Canal de Miramontes. Desde entonces, importantes superficies han sido para dar paso a los automóviles.
Los ríos de la Ciudad de México fueron entubados y transformados en canales de desagüe, como río Consulado, río Churubusco, la Piedad y una parte importante del río Magdalena.
Durante el Virreinato, la relación de la Ciudad de México con los ríos dio un giro total al expulsar el agua limpia que llegaba a la cuenca y sustituyéndola por los desechos que la creciente población generaba; además de importar agua de sitios lejanos lo que provocó que la ciudad entrara en un desequilibrio de recursos hídricos.
En los últimos años, se han planteado proyectos que buscan devolver a los ríos su cauce natural y resucitarlos de entre los muertos (canales y avenidas) para mejorar la calidad del agua y la biodiversidad de la ciudad.
Por Pavel Brito
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