¿Puede la medicina moderna aprender algo de la medicina tradicional?
La medicina tradicional parece resurgir a causa de la insuficiencia de la medicina moderna para resolver los múltiples problemas de salud que afectan a las personas. Sin embargo, emplearla implica no sólo diferentes recursos y procedimientos, también requiere un cambio de pensamiento y una forma diferente de percibir la realidad.
La medicina y la percepción de la realidad
Hoy en día, el ejercicio de la medicina tiene implicaciones cada vez más contundentes en la vida cotidiana. Ya lo advertían Michel Foucault e Iván Illich con el concepto de la medicalización de la vida. Con ello, querían apuntar que el poder de la medicina sobre los cuerpos se ha extendido hasta límites insospechados, creando una dependencia de las personas a la medicina para poder estar y sentirse bien.
Los fármacos modernos parten de dos supuestos. El primero es que el cuerpo es una especie de máquina y que las causas de su descomposición radican en un fallo de los mecanismos de sus diferentes sistemas. En la medida en que la disección del cuerpo es factible, se pueden hallar curas. Este supuesto lo podemos encontrar en Descartes quien, además de filósofo, era médico. El segundo supuesto es que el ser humano es un sujeto autónomo separado de su medio.
Cuando alguien se enferma, es necesario echar mano de alguna sustancia sintetizada de manera artificial para lograr el equilibrio del cuerpo. Sin embargo, existe la sospecha popular y casi inconsciente de que los procedimientos de la medicina moderna no son suficientes para explicar y tratar las enfermedades.
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El resurgir de la medicina tradicional
El auge que ha cobrado la medicina tradicional en los últimos años parece venir de la insuficiencia de la medicina para solucionar problemas de salud, desde los más simples hasta los más complejos.
La medicina tradicional nos remite a pensar el mundo desde la interrelación. Para estar sanos, es necesario pensar de manera integral; como la interacción del ser humano con el medio, relación que va más allá de lo observable. Además, sus procedimientos están íntimamente ligados con la noción de espiritualidad.
Este cambio de una medicina por otra no sólo remite a la diferencia entre los tratamientos y terapéuticas para atacar la enfermedad. Esta medicina concibe la realidad desde los parámetros medibles y observables. Quien se mueve de un saber a otro tiene que cambiar de un sistema de pensamiento, cambiar de supuestos y principios de acción.
En la actualidad, la forma en que entendemos la realidad está influenciada de manera artificial por los grandes sistemas de pensamiento, especialmente los de occidente. Estos sistemas se han enfocado en la potenciación del individuo como motor del progreso, lo que lleva a una forma particular de medir la realidad.
Este enfoque ha creado una ilusión en la que los seres humanos están separados del entorno y en la que la realidad observable es lo único a tratar en cuanto a salud se refiere.
Espiritualidad: cambiar la percepción de nuestra realidad
Al contrario, en la medicina tradicional, medicina y espiritualidad se unen en una misma práctica, pero ese espíritu sólo tiene presencia en esta tierra por los minerales que obtiene a través de los alimentos; el espíritu no puede manifestarse si no hay Sol ni agua saludable que permita el desarrollo de los seres.
Quien se acerque a la medicina tradicional observará que, ante todo, es necesario aceptar una manera diferente de pensar el mundo, e incluso, de sentirlo. Esa aura de espiritualidad que colma en la medicina tradicional es material y espiritual al mismo tiempo.
Los huesos que soportan el cuerpo humano están constituidos por las mismas sustancias que se encuentran en las entrañas de la tierra y que, a partir de la interacción de los organismos, están en contante intercambio con los diferentes estratos de los sistemas de vida y más allá de este conjunto de actos y reciprocidades está el espíritu que todo lo anima.
Tal vez la mejor manera de ilustrar esta escisión que separa al ser humano de su entorno material y biológico se encuentre en el mito de Quirón. Quirón, mitad hombre y mitad caballo, maestro de la herbolaria y de las artes, a quien Hércules hirió con una flecha embebida en el veneno de la hidra. A partir de ahí vive con una herida incurable.
Aquellos seres humanos que la modernidad ha atravesado en su forma de vivir, de alguna manera viven con esa herida que separa, pero que al mismo tiempo es el origen de la cura. Si no hay herida, no es necesaria la curación.
Sólo a través de ese dolor incurable, es que se puede gestar la cura. Es cuando el dolor se convierte en medicina; cuando el veneno se convierte en medicina.
Por Carlos Alberto Rodríguez Zepeda
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