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Las “nud35” o por qué nos encantan las fotos al desnudo

13 diciembre, 2022
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“Cuando estamos desnudos, somos absolutamente vulnerables y totalmente poderosos”, asegura la fotógrafa Ellen Fisher —que se dedica a la fototerapia—, con la premisa de que sentirse bien con el propio cuerpo es sanador, curativo y emancipador. 

Tal vez ésa sea la explicación rápida de por qué nos gusta tomarnos nudes, pero aún nos quedan muchas dudas al respecto. Todos nos hemos tomado, visto o mandado una foto sexy, una que enseña de más y una que muestra todo; ya sea que la hayas enviado a alguien, la hayas guardado o la hayas publicado, nadie se escapa del nude power desde que tenemos una cámara con luz y filtros en la mano todo el día (y parte de la noche). La pregunta es ¿por qué? ¿En qué momento todos nos vimos fascinados con las carnes propias y ajenas? 

“Send nudes”: ¿por qué nos gusta recibir “nudes”?  

El misterio de por qué nos gusta recibir nudes se antoja más fácil de disipar. Sin embargo, parecería que la industria del porno ya había cubierto toda nuestra curiosidad sexual visual (y auditiva) desde hace años, por lo que las nudes quizá serían innecesarias. Pero no es así. 

La pregunta permanece: ¿por qué pedimos nudes a personas reales con cuerpos comunes, una cámara de celular y la cama destendida de fondo? Ya lo dijeron Cerati y Dafunchio en Signos: “Yo te prefiero fuera de foco, inalcanzable. / Yo te prefiero, irreversible, casi intocable. / Tus ropas caen lentamente, soy un espía, un espectador” 

La explicación más sencilla sería que somos unos voyeristas de clóset que, a pesar de la altísima oferta de material en diferentes redes y plataformas de fácil acceso gratuito o de paga, preferimos ver algo que creemos real, como si nos metiéramos en la recámara del otro sigilosamente.  

La conquista de lo propio y el respeto a la persona 

No obstante, no es sólo el afán de ver más lo que nos motiva, ni que todos queramos espiar por el hueco de la puerta (¿o un poquito sí?) lo que nos mueve a pedir nudes, sino la sensación de recibir algo que es enteramente conquistado por nosotros y para nosotros; no como un producto que se puede tomar, sino como algo que es (casi) sólo mío.  

Freud lo explica diciendo que el deseo no es sólo pulsión, sino que además tiene un rasgo primordial de insistencia que indica su conexión con lo real. Lo que mueve al deseo no es el objeto deseado o la foto en sí, sino la fijación de la libido a la satisfacción pulsional, como adhesión a un encuentro imposible. Dicho más claro: queremos lo que aún no tenemos y, una vez obtenido, nos satisface más el haberlo conquistado que el objeto en sí, no como una necesidad, sino como una pulsión; el deseo de poseer lo deseado.  

(Quepa aquí un amable recordatorio de que, aunque parezcan estampitas en una pantalla, estamos tratando con personas, que no son productos consumibles y que esto debe tratarse con la responsabilidad afectiva necesaria, respetando la confianza y privacidad del otro.) 

Esto aclara el gusto por pedirlas, pero…  

¿Por qué nos gusta mandar “nudes”? 

Fuera de los prejuicios respecto al exhibicionismo, la verdad es que, así como nos gusta recibir una nude porque es el objeto de nuestro deseo, también nos gusta el hecho de convertirnos en el objeto de deseo de alguien más. 

En otras palabras, queremos ser reconocidos por el otro para reconocernos a nosotros mismos; mandar una foto provocativa que me hace sentir sexy y recibir respuesta positiva para reafirmarnos sexy.  

La fotógrafa Nicole Gulau explica que esto que escandaliza a nuestros abuelos no es nuevo. El género boudoir se popularizó en la Segunda Guerra Mundial, cuando las novias y esposas enviaban retratos en pin-ups a su amado en el frente, para animarlos, recordarles que tenían que sobrevivir para volver a verlas en persona y reforzar el lazo que mermaba la distancia.  

Hoy no hay guerra, pero hay un mundo globalizado y pospandémico en el que las relaciones virtuales son reales y, como dijo Rue (Euphoria): “Las nudes son la nueva moneda del amor”.  

¿Por qué nos tomamos nudes? 

Independientemente de enviarlas o publicarlas, parece que disfrutamos tomarnos fotos desnudos (no lo niegues, tienes algunas de tus mejores nudes guardadas porque te ves increíble, y yo también), aunque sea sólo para nuestra egoteca. 

Al respecto, Gulau dice que quienes se hacen sesiones sugerentes se sienten empoderados y elevan su autoestima al ver su cuerpo desde la aceptación y la sensualidad, como si nos recordáramos que también somos belleza viva. Por ejemplo, Ellen Fisher, de quién hablamos al inicio, utiliza la fotografía de desnudo como arma para luchar contra la anorexia, las secuelas de abusos sexuales en la infancia, el cáncer o la mala imagen que muchas mujeres tienen de sus cuerpos y de sí mismas. A esta actividad le llama fototerapia y asegura que ver tu cuerpo al desnudo, sin escondite, permite que lo revalores y te sientas mejor habitándolo. Así que una nude, literalmente, se convierte en una forma de re-tratar al propio cuerpo. 

Sé que cuando mandes una nude no pensarás en lo que hay detrás de esta práctica y de tu deseo, pero te es útil en cuanto eres consciente de él y del respeto que debe existir en este intercambio. Disfrútalo. 

Por Andrea Morán 

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