Si no sabes “amolar”, has de andar “amolado”
Si no sabes “amolar”, has de andar “amolado”

Si no sabes “amolar”, has de andar “amolado”

30 septiembre, 2021
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Tanto usamos la palabra amolar que explicarla podría estar de más; no hay mexicano que no sepa o intuya su significado: si no se trata de amolar al prójimo, es uno o el otro quien anda amolado, o de plano bien amoladón, y también puede ser que, en un momento de profunda ira y enojo, desde lo más profundo de su corazón, tu madre te grite un sincero y furioso: “¡Ya ni la amuelas!”.

El sentido es claro: amolar es hacer daño, causar graves perjuicios o pérdidas. Por eso, quien anda amolada o amolado es quien ha sufrido una pérdida o ha tenido una desgracia. En cambio, el nivel amoladón es casi exclusivo de quienes se han quedado sin dinero o sufren alguna enfermedad.

En resumidas cuentas: amolar es joder, y estar amolado, andar jodido.

El origen de amolar no es ningún misterio, viene de la misma palabra, amolar, pero en su acepción española, que significa sacar corte a un instrumento en la muela; adelgazar o enflaquecer; fastidiar. A su vez, el verbo proviene de muela, que, aunque nos recuerde a los dientes, es el disco de piedra que se ocupa para moler haciéndolo girar sobre otro disco que se encuentra fijo.

A pesar de que en la acepción española se refiere al fastidio, sólo en el dialecto mexicano significa dañar, joder, o chingar; palabras mayores comparadas con el simple chingaquedito de quien fastidia.

Amolar, entonces, en un sentido metafórico, es hacer polvo al otro, reducirlo a las partes más pequeñas posibles de sí mismo; pero cuando uno anda amolado o amoladón, es justo porque perdió la sustancia, la forma, la solidez.

En el molino, los granos secos de trigo o maíz se hacen harina. Amolar es, con astucia y malicia, buscar el debilitamiento de aquellos inmerecedores de nuestro aprecio, hacerlos harina para después comérnoslos como tortilla, quizá hecha taco de salsa, para que pique, pero sepa rico.

Por Diego Fernando Vázquez 

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