Visita la exposición del paisajismo Japón-México en el Museo Kaluz
El Museo Kaluz alberga temporalmente la exposición Casi oro, casi ámbar, casi luz. Bienvenida del paisaje mexicano al paisaje japonés reúne obras de arte de artistas tanto de México como Japón.
El Museo Kaluz está ubicado en una de las esquinas más importantes de la Ciudad de México, pues en ella convergen paseo de la Reforma y avenida Hidalgo, a un costado tiene la icónica iglesia de San Hipólito y, en contra esquina, está la Plaza de la Información.
El edificio es del siglo XVIII y conserva la arquitectura virreinal hecha de tezontle rojo y chiluca. Lo que en su inicio fue la Hospedería de Santo Tomás de Villanueva, se remodeló para dar lugar a un moderno museo. Las exposiciones están montadas en las que antes eran habitaciones y el centro del patio te recibe con sillones cómodos. El Museo Kaluz es, pues, la personificación del contraste entre dos mundos: el virreinato y la modernidad; el ruido de las avenidas y el silencio de las salas.
Este encuentro de dos realidades también se observa en su más reciente exposición temporal: Casi oro, casi ámbar, casi luz. En dicha muestra se retratan los puntos en común y contrastes entre dos tradiciones muy diferentes: el paisajismo japonés y el mexicano.
La exhibición estará en el museo desde el 14 de julio hasta el 30 de octubre y se puede visitar de miércoles a lunes entre las 10:00 y 18:00 horas. Los miércoles es entrada libre y participa en las “Noches de museo”.
En ella encontrarás pintores fundamentales de México y Japón, como José María Velasco, Dōmoto Inshō, Eugenio Landesio, Hirai Baisen, Dr. Atl, Tsuji Kakō, Alfredo Zalce, Yamamoto Shunkyo, entre muchos otros.
El origen de la exposición
El título que lleva está inspirado en un haikú de José Juan Tablada:
Tierno saúz,
casi oro, casi ámbar,
casi luz.
Que la fuente de inspiración se encuentre en esta creación no debe pasarse por alto. A Tablada se le atribuye, de acuerdo con el poeta Héctor Valdés, una de las aportaciones más importantes para la literatura hispanoamericana: la introducción del haikú. Este tipo de poema, caracterizado por abordar conceptos del budismo zen y tener una estructura de 3 versos con 5, 7 y 5 sílabas, fue mexicanizado por Tablada.
La adaptación también trajo consigo algunos cambios en su métrica y temáticas, lo cual enriqueció mucho más las composiciones. A partir de ese momento, el contacto entre Hispanoamérica y Japón ya no se detendría.
El hecho de que la labor de Tablada sea reconocida en esta exposición, permite apreciar cómo la interacción entre estos dos mundos no es algo nuevo. Pero la gran innovación de la muestra del Museo Kaluz se encuentra en ubicar dos tradiciones pictóricas ejecutadas de formas tan disímiles y presentar los vasos comunicantes y contrastes innegables entre ambos, creando un diálogo a través de diferentes técnicas, materiales y figuras.
La exposición está construida a partir de las creaciones paisajísticas, tanto japonesas como mexicanas, del siglo XIX, lo cual tiene dos razones. En primer lugar, mientras que en Japón el paisajismo ya tenía un recorrido muy largo de alrededor de 500 años, en México no surgió sino hasta el periodo decimonónico. Por otro lado, durante este siglo ambos países conformaron su identidad nacional. Las pinturas permiten apreciar este proceso mediante sus retratos de la materialidad de su entorno: árboles, ríos, montañas, animales, niños, ancianos, colores y texturas.
Las partes que conforman la exposición “Casi oro, casi ámbar, casi luz”
La exhibición está dividida en cinco secciones: Gestaciones, Territorios, Facetas, Exploraciones y Ecos. Tal distribución está creada tanto para apreciar, gracias a la cuidada curaduría, la forma en la que las dos culturas representaron de manera distinta su panorama desde el siglo XIX; como para reivindicar la gran influencia que ha tenido la pintura japonesa en el arte contemporáneo mexicano.
Las pinturas están acomodadas, en su mayoría, una al lado de la otra, una mexicana y una japonesa, y, en algunas ocasiones, comparten temáticas o gamas de colores, lo cual permite percibir con mayor claridad el diálogo pictórico.
Desde el inicio, nos encontramos con una aclaración que cambia por completo la forma de apreciar los cuadros: las pinturas japonesas no se colocaban a la altura de los ojos al estar de pie, como lo hacemos en México, sino que se ponían en un nivel más cercano al piso. Observar las obras de arte verticales a la altura correcta te permite apreciarlas de forma totalmente distinta a la convencional. La disposición de las bancas y sillas del museo te invitan a imitar esta forma de ver la pintura permitiendo experimentar las dos diferentes sensaciones.
Avanzar por temáticas y técnicas tan distintas, pero parecidas a la vez, va entrenando el ojo del espectador poco a poco para lograr diferenciar una pintura mexicana de una japonesa. Es por ello que, una vez que llegas a la última parte de la exhibición, Ecos, podrás apreciar el impacto de la influencia actual de Japón en México.
Las pinturas, que emulan los trazos, los sakura y la verticalidad, que en un principio podrían parecer innegablemente japoneses, son creaciones de artistas mexicanos que abrevan de todo el arte que se aprecia con anterioridad y que, al final de la exposición, no cabe duda de por qué se admira.
Casi oro, casi ámbar, casi luz pone al alcance de todo el público los vasos comunicantes que existen entre Japón y México, específicamente en el paisajismo. A pesar de ser dos culturas tan distantes y dispares, la exposición crea un diálogo natural y conmovedor que realza las distintas formas de abordar una misma preocupación: la construcción de la identidad nacional y la representación de la naturaleza en el arte.
Si el paisajismo es la forma en la que los artistas exploraron qué era realmente suyo, esta exposición te invita a reconocer que a través del arte, sus influencias y contactos, todo lo que hay en el mundo es realmente nuestro.
Por Sara Odalys Méndez
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