¿Nuestro cuerpo todo lo cambia? Práctica filosófica y acciones corporales
¿Es importante la relación con nuestro cuerpo? Todas las personas tenemos una relación con nuestro cuerpo, pero esta puede ser muy variable. Desde creer que tenemos un cuerpo hasta pensar que literalmente somos ese cuerpo. Desde padecer en todo momento nuestro cuerpo hasta sólo vivir buscando sus placeres.
Esta enredada trama filosófica tiene una enormidad de implicaciones. Cómo vivimos nuestro cuerpo determina una enorme cantidad de cosas. En este texto, aprenderemos a construir de una manera muy diferente con nuestros cuerpos, utilizando la práctica filosófica y lo que he llamado acciones corporales, para transformar situaciones en nuestras vidas personales y también profesionales. ¿Comenzamos?
Sentir el cuerpo y mirar alrededor para acceder a todas las posibilidades
Sentir el cuerpo, percibir nuestro cuerpo, no es una cosa menor. Uno de los grandes aportes del neurocientífico portugués Antonio Damasio fue acercarnos a entender que las emociones se viven literalmente a partir de las formas que tienen nuestros cuerpos, que son captadas retroactivamente por el cerebro. Es decir: las reacciones de nuestro cuerpo cuando nos emocionamos son literalmente parte de las emociones que el cerebro percibe y retroalimenta. Esto quiere decir que para controlar y transformar nuestras emociones no bastan solamente clases de yoga o relajación. Se necesita ver las cosas de manera más amplia.
Para trabajar en profundidad con las posibilidades que brindan nuestros cuerpos hay que empezar siempre por nuestro entorno inmediato. Mirar alrededor y preguntamos: ¿qué hago yo aquí? ¿Por qué estoy en este y preciso lugar?
Haciendo esto, asentamos nuestro cuerpo en el contexto real, captando la energía del entorno. Esto es algo que trabajó mucho la Gestalt en su momento y que mi querida colega Narelle Arcidiacono ha desarrollado bellamente en su propuesta de dramatic philosophy. Al observar nuestra realidad y preguntarnos por el presente con la totalidad de nuestro ser, hacemos frente a esa realidad y muchas de las tensiones e inhibiciones propias del miedo dejan lugar a emociones mucho más provechosas.
El análisis crítico y corporal del mundo nos ayuda a pararnos adecuadamente en la circunstancia y a no forzar las cosas, sean estas un examen de la universidad, una situación complicada en nuestras vidas íntimas o un reto en nuestros trabajos.
Entiende la dinamis del cuerpo y de la circunstancia
Esto es, su dinámica. Tienes que percibir ahora no sólo tu propio cuerpo sino el de los que te rodean. El segundo paso en el trabajo con las acciones corporales consiste en acompasar el momento presente con una suerte de movimientos que pueden responder a una amplia gama de posibilidades.
La filosofía opera siempre a partir de entender las tensiones, las oposiciones, las rutas y las posibilidades que hay en cada momento. Pero al final, como si miráramos un cuadro desde lejos o desde arriba, éstas son en el fondo movimientos, algo parecido a una danza que realizamos junto a los que convivimos diariamente.
En esto, el gran pensador chileno Humberto Maturana dejó mucho para que reflexionemos, en especial con su maravilloso concepto de coherencias operacionales. Entonces, eso es lo que hacemos: empezamos a trazar coherencias operacionales con las circunstancias y con las personas que nos rodean. ¿No es esto maravilloso?
Por ejemplo, si una persona con la que convivimos se halla demasiado calmada y tranquila, pero hay una situación urgente que debe resolver, adquirimos un ritmo y un tono de voz activo, firme y dinámico. Contraponemos nuestro estilo.
Por el contrario, si una persona se siente muy sola, acompasamos. Es decir, imitamos casi los movimientos que el otro realiza en lo que normalmente entendemos por empatía. Buscamos acercarnos lo más posible a la forma, estilo, cualidad o movimiento que el otro tiene.
A veces contraponemos, y otras veces igualamos, pero esto es sólo el comienzo de un sinfín de posibilidades, ya que también podemos aportar elementos, tomar (aprender) elementos, podemos continuar en nuestra ruta (ignorar en cierta medida la tendencia del otro que a veces es necesario), podemos también irnos entendiendo y entre ambos crear una “ruta común”.
De lo que se trata, y eso lo estudia muy bien la práctica filosófica, es de pensar cómo irnos posicionando para producir un efecto productivo, valioso, que genere un amplio desarrollo en todos los implicados. Así, modulamos nuestra mirada, nuestra expresión, los movimientos de nuestras manos, nuestra postura, la distancia (proxemia) con el otro. Regulamos el volumen, el ritmo y el tono de nuestra voz. ¿Será que esto puede cambiar una situación realmente difícil? ¿Tú qué opinas?
Ahora, la corporalidad no opera, por supuesto, por sí sola, desligada o aparte de los procesos racionales y de pensamiento. Se trata también de hacer un buen uso de nuestra razón. Así es como aprendemos a acompañar todo este maravilloso proceso con preguntas que nos hacemos a nosotros mismos y al otro, favoreciendo una conceptualización precisa.
¿Qué es lo que quiero/queremos? ¿Qué está pasando? ¿Qué estoy aprendiendo/quiero aprender? ¿Qué me gusta/me disgusta? Esto nos ayuda enormemente a encausar las circunstancias o a no perder la ruta a través de la claridad conceptual, una herramienta realmente impecable.
Evidentemente, cada una de estas etapas puede profundizarse mucho más, pero he intentado dar una explicación algo general. Lo importante es poder empezar a abrir rutas nuevas en los espacios que nos circundan para que, como bien decía Daisaku Ikeda, “pintar llenos de orgullo el lienzo de la propia vida”. ¿Tú qué lienzo estás pintando?
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