La virtud y el “chawpi ñan”: caminar por el centro
¿Qué puede entenderse como una buena vida? Ésta ha sido una de las preguntas que los filósofos han tratado de responder desde tiempos remotos. La respuesta es distinta y cada paso que da la humanidad regresa a revisar esta cuestión porque en ella están implicadas las decisiones que tenemos que tomar en nuestra vida cotidiana.
Cada propuesta filosófica es distinta. Saber a qué atenerse o saber orientar la vida es algo que la ética nos ayuda a definir. A pesar de que ha habido muchas respuestas, también es cierto que algunas de ellas han influido más que otras. Desde el otro lado del mundo, la respuesta más influyente a lo largo de la historia de la filosofía es la de Aristóteles quien entendió la ética, entre otras cosas, como el arte del buen vivir.
Yuyainiyok
Se gana sabiduría en la medida en que se aprende el buen vivir y por buen vivir se puede entender el saber cómo estar en el aquí y en el ahora. En quechua existen dos palabras que distinguen el saber de la sabiduría: yuyainiyok es aquel que sabe algo; en cambio, yachayniyok es el que se le reconoce como sabio. Una de sus características es que la sabiduría se práctica en las múltiples dimensiones de la vida humana. En México, la palabra nahua para sabio es tlamatinime, en los andes son los hamawtas.
Desde tiempos remotos, los andes fueron habitados por los hamawtas que en su traducción al español se entiende como sabios o filósofos según se quiera entender. La sabiduría en ese tiempo no estaba relacionada al saber erudito, sino con la figura de aquel que sabe cómo vivir.
Wanqaquillis
En los andes, también habitaban otros grupos que practicaban una vida humilde, mendicante, simple y contemplativa. Los wanqaquillis eran una especie de orden monástica que se dedicaban a caminar el Qapaq ñan, una serie de caminos que atravesaban el imperio incaico. Iban y venían promoviendo la paz y la libertad de pensamiento. El camino se convirtió en una metáfora del camino de la vida.
Quien se encuentra dotado para el camino de la vida es aquel que aprende a caminarlo y, para ello, es necesario tener presentes ciertas prácticas que ayudaran a sortear los obstáculos y desafíos de la vida de múltiples maneras.
Los wanqaquillis eran portadores de ciertos conocimientos que ayudaban a comprender la profunda conexión entre el ser humano y la naturaleza. Respetaban la vida en todas sus formas y practicaban el amor y la compasión, pero al mismo tiempo eran rebeldes y estaban en contra de toda imposición religiosa que tiranizaba a las comunidades.
Por esta razón, eran perseguidos, pero al mismo tiempo eran figuras morales imprescindibles para comprender la dimensión de la libertad humana. Podríamos escribir un tratado completo de lo que son las virtudes y, aun así, no saber nada de ellas, porque el valor de una virtud se aprende con la práctica.
Chawpi ñan
Chawpi significa el caminar del centro. No irse a los extremos. Pensemos por ejemplo en el trabajo. Para seguir el chawpi ñan hay que trabajar, pero no en demasía y tampoco ser flojo, trabajar está relacionado con el correcto hacer o actuar, allin ruway, correcto actuar.
Quien camina por el centro se vuelve un ser prudente que aprende a disfrutar. Al igual que Aristóteles, los hamawtas y los wanqaquillis practicaban el “chawpi ñan” el camino del centro, el camino de la prudencia. Con su práctica enseñaban que la naturaleza se puede disfrutar encontrando medida en nuestras acciones. Ni mucho pensamiento ni poco, el centro.
La ética andina apunta a encontrar el centro de nuestras palabras, pensamientos, sentimientos, acciones. La virtud consiste en encontrar el centro. Por ejemplo, no ser descortés, pero tampoco quedarse callado cuando algo no nos parece. Toda esta sabiduría sólo tiene sentido si se desarrolla en comunidad. De esta manera, sólo se puede ser sabio en relación con los demás seres humanos y con los otros seres que no son humanos, pero que en la cosmovisión andina pueden considerarse semejantes.
En cada momento, la vida se nos juega entre dos extremos. Cada cosa que hacemos la podemos decidir a partir del centro. Las virtudes nos enseñan a tener una buena vida, al no permitir que aquellas fuerzas que imperan en nosotros nos desequilibren, pero sobre todo nos lleven a cuidar la vida.
Transitar por el camino del centro, nos llevará a no perdernos de nada que la vida pueda ofrecernos. Encontrar la sabiduría, practicar la virtud, harán la vida más amplia, más bella, más profunda.
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