Imagen metafórica de filosofía andina Imagen metafórica de filosofía andina

Filosofía andina: la voluntad de vivir y el asombro 

Las cosmovisiones andinas sostienen como fundamento de su comprensión que todo cuanto existe está vivo. El término que se usa en la antropología es panpsquismo y se puede entender como que todo lo existente tiene conciencia, tiene alma. Bajo una concepción como esta nuestras actitudes e intervenciones en la realidad son distintas. Se desarrolla una reflexión y una actitud ante la vida muy distinta. 

En la actualidad, parece que a este mundo se le ha olvidado el valor de la vida. La violencia, la devastación del medio ambiente, el trato a los migrantes e indigentes son ejemplo de ello. No ver la vida que a nuestro alrededor pulsa todo el tiempo es olvidar también que estamos vivos. Según algunos filósofos como Schopenhauer, no es la razón lo que define al ser humano, sino la voluntad, específicamente la voluntad de vivir. 

Si la vida se entiende como voluntad, no se experimentará como un estar arrojados en el mundo provistos sólo con impulso, seguir viviendo, más bien se experimenta como una posibilidad de crear algo. 

“Kawsay” 

La voluntad de vivir es semejante al concepto de kawsay en la tradición andina, el cual se puede traducir como “vida en el estar-siendo”. 

Para los chamanes de las amazonas y de los andes, la voluntad de vivir es el origen de la salud y la fuerza. Imaginemos por un momento las condiciones en las que se han desarrollado estos pueblos. La vida en estos lugares es una vida sin comodidades, con climas extremos en donde han prosperado las especies que han sabido adaptarse a los cambios. Así, en condiciones poco cómodas el ser humano despertó su corazón e hizo que floreciera. La vida en esos escenarios se entiende como lo más valioso que se posee. 

Quien ha estado cerca de la muerte sabrá que a pesar de las complejidades y desafíos que se presentan, la vida es lo que nos permite seguir, nos permite estar-siendo. La vida en su sentido más profundo es semejante a una luz que nunca deja de brillar. 

Una luz interior 

En la tradición andina, todo lo que existe contiene luz, es una luz interior secreta a la que sólo se puede acceder a través de la visión.  A la luz le dicen Illa y la podemos considerar la primera vida. En ese sentido, todo está vivo, porque tiene luz. 

Esa luz en el caso particular de la existencia humana, es una vida que piensa. “Somos tierra que piensa”, decía un abuelito andino hace años. 

La vida es esa fuerza que perdura y busca permanecer. Muy adentro de cada uno de nosotros la vida encuentra camino y florece en esta tierra. Así como las semillas contienen todo lo que necesitan para desarrollarse, así los seres humanos hemos sido provistos por la vida de todo lo que necesitamos para desarrollarnos y florecer, es por eso por lo que se puede concluir que todo lo que necesita para vivir se encuentra dentro de cada persona. 

Fuerza y voluntad 

En la cosmovisión andina, todos estamos destinados a florecer y para hacerlo es necesario ser auténtico, ser uno mismo. Ser lo que somos nos llevará a desarrollar todas las potencias con las que contamos. Por eso también podemos comprender que, si bien la vida perdura, también la vida es esfuerzo. 

El esfuerzo para las comunidades andinas y amazónicas es muy importante. Entre más esfuerzo más afirmación de la vida. Para estos pueblos, el trabajo no es una condena, sino el privilegio de participar en el movimiento del cosmos. Admirar la vida en todas sus manifestaciones y dejar que la vida se manifieste en nosotros es honrar al mismo tiempo a la pachamama, la naturaleza, el gran espíritu del que somos parte. 

Ésta es una de las razones para que las comunidades indígenas se destaquen en el activismo ambiental. Proteger la vida para ellos es una de sus prioridades. Paradójicamente, por ahora, siguen siendo las comunidades más pobres las que protegen el medio ambiente. 

Al celebrar nuestra propia vida y honrarla cada uno de nosotros se convierte de cierta manera en un protector de la vida. Toda la belleza del mundo está ahí esperando que aprendamos a contemplarla y que como Neruda podamos estar atentos que en cada manifestación de la madre naturaleza la vida está pulsando con toda su fuerza y su voluntad. 

El objetivo de los actos humanos es despertar la fuerza de la vida e incrementar su intensidad en nosotros, despertar nuestros sentidos para aprender a percibir todo aquello que por olvido se nos escapa de la mirada. 

Podríamos decir empezar por aceptar la voluntad de vivir cuando aprendemos a vivir con menos queja y más asombro. 

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