La música y su potencial sanador: ritmos que curan mente y cuerpo
El sonido dirigido como fuerza creativa y revitalizadora se considera una de las formas de curación más antiguas y fue una parte esencial de las primeras enseñanzas de todas las escuelas antiguas, pero nos preguntamos si actualmente la música nos puede ayudar a sanar, a salir de una crisis, a reorquestar nuestras capacidades, a restablecer un cuerpo lesionado o la mente dispersa.
Sanar la mente y el cuerpo
Si sanar es el arte de equilibrar mente y cuerpo, sentimientos, emociones y espíritu, en un mundo de cambios e imprevistos constantes, entonces se deben diseñar hábitos diarios que tengan la función de nutrir todos estos aspectos según las necesidades de quien quiere ser verdaderamente el director o la directora de su propia vida.
El pulso de la música influye en el tempo de nuestros pensamientos y comportamientos. Dependiendo de la situación, ya sea que nos concentremos en la música de fondo o no, su pulso define los límites de nuestros entornos físicos, mentales y sociales, e influye en la fuerza y fluidez con que se mueve la vida dentro y alrededor de nosotros.
Sabiendo que la velocidad o ritmo del sonido influye en nuestro ritmo interior y en nuestra capacidad para coordinar nuestras actividades físicas y mentales, es importante observar el ritmo y la forma de la música para crear una dieta sonora que nos permita conservar la energía y sentir la renovación y la relajación durante los ciclos cambiantes de nuestras vidas.
La música y el crecimiento de las plantas
Recordemos el famoso experimento de Dan Carlson para estimular el crecimiento de las plantas. La idea era precisamente que el sonido podía estimular a las plantas a abrir sus poros y así poder absorber más alimentos, más nutrientes, lo cual pudo comprobar satisfactoriamente.
A partir de aquí se dispararon muchísimos experimentos como el de Dorothy Retallak, que descubrió que la música de Bach y la música de la India favorecían y estimulaban, más que cualquier otro tipo de música, el crecimiento de las plantas.
Las ondas de frecuencia
En la conciencia normal, nos mantenemos en las ondas beta, que vibran entre 14 y 20 hertz: se producen cuando nos concentramos en las actividades diarias o al experimentar emociones negativas fuertes. Una mayor percepción o conciencia nos coloca en las ondas alfa con un ciclo de frecuencia de 8 a 13 hertz.
La meditación, la creatividad y el sueño nos colocan en las ondas theta, entre los 4 y los 7 hertz.
Por último, están las ondas delta, que corresponden al sueño profundo, meditación profunda o al estado de inconciencia, entre los 0,5 y 3 hertz.
Esto quiere decir que entre más lentas son las ondas cerebrales, vamos entrando a un estado de mayor relajación, satisfacción y paz.
Géneros musicales y aplicaciones terapéuticas
Poner música en espacios cotidianos ayuda a que se genere un equilibrio dinámico entre el hemisferio cerebral derecho que es más intuitivo, y el hemisferio izquierdo que es más lógico.
En su libro El efecto Mozart, Campbell nos asegura que poner música de Mozart, aunque sea por poco tiempo, nos ayuda a reestablecer la percepción consciente y a aumentar la organización mental. Para contrarrestar un humor demasiado analítico, se recomienda escuchar música romántica o jazz, esto es para pasar de la predominancia del hemisferio izquierdo a la del derecho.
El rock tiende a agitar las pasiones e incentivar el movimiento activo, pero también puede producir tensión o disonancia si no se está en ánimo de divertirse vigorosamente.
La música clásica como Haydn ayuda a la concentración, la memoria y la percepción espacial. La música romántica como Chopin favorece la compasión, la comprensión y el amor.
El blues, soul o reggae, por ejemplo, que tienen herencia africana, pueden elevar el ánimo e inspirar, así como transmitir ingenio e ironía, pero pueden inducir tanto alegría como tristeza.
El toque de tambores chamánico puede transportar al oyente a la gama de ondas cerebrales theta, es decir, puede introducirnos a estados alterados de conciencia.
La música es una pacificadora que puede reducir la tensión muscular y mejorar el movimiento y la coordinación del cuerpo. Influye en la temperatura y puede aumentar los niveles de endorfinas. También regula las hormonas del estrés e influye en la presión arterial y el ritmo cardiaco, entre muchas otras influencias y modificaciones.
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