

¿La salud mental puede mejorar pasando tiempo en la naturaleza?
¿Podría existir un vínculo entre la salud mental y el tiempo que pasamos inmersos en la naturaleza? Esta pregunta que nos invita a reflexionar sobre una relación aún no definida con claridad resulta cada vez más interesante para la ciencia.
No estamos afirmando que una caminata por el bosque, la contemplación de las olas o que la observación de un parque en medio de la ciudad resolverá por completo un problema emocional, pero vamos a indagar sobre la manera en la que esos entornos pueden aportar algo al bienestar mental, teniendo claro que no existen recetas mágicas, pero si una ventana que nos permita ver lo complejo que resulta el diálogo entre la mente humana y el mundo natural.
Algunas perspectivas científicas sobre salud mental y naturaleza
En el transcurso de las últimas décadas, diferentes investigaciones han explorado el tema desde diversas perspectivas. Howell y sus colaboradores en 2011, analizaron la relación entre la conexión con la naturaleza y el bienestar psicológico, señalando que dicho lazo podría asociarse con estados de mayor atención plena. Desde su enfoque, esta conexión no se limita a sensaciones pasajeras, sino que podría tener un fondo más profundo, en el que la mente se apoya en el entorno natural para encontrar un respiro entre las tensiones cotidianas.
Por otro lado, investigadores como Bratman y su equipo encontraron beneficios esenciales en los ecosistemas naturales que proporcionan a los seres humanos—, planteando que la experiencia de estar en entornos verdes puede llegar a influir positivamente en el estado emocional y cognitivo.
Su planteamiento sugiere que la naturaleza, incluso en espacios urbanos, no es sólo un telón de fondo, sino un actor potencial en el escenario del bienestar humano. Esto resulta muy interesante, imaginemos ciudades diseñadas con mayor conciencia ambiental, con la idea de que los beneficios no se limitan a la estética, sino que también atiendan la dimensión psicológica.
Otros investigadores han abordado otra faceta de esta relación al señalar que la exposición a entornos naturales podría vincularse con una mayor espiritualidad, entendido este factor como una forma de hallar sentido, tranquilidad o una conexión personal más amplia. Desde su perspectiva, la naturaleza no sólo tranquiliza la mente, sino que brinda la posibilidad de indagar en dimensiones más abstractas del ser, invitando a cuestionarse la propia posición en el mundo.
Recientemente, Herchet y sus colegas, en 2022, pusieron a prueba las hipótesis de restauración de la atención y reducción del estrés. Según su visión, la exposición a paisajes naturales, el contacto con la biodiversidad o la oportunidad de observar un ecosistema en equilibrio podrían contribuir a que la mente recupere fuerzas, salga del ciclo frenético que imponen las pantallas, el ruido y la prisa, y restablezca parte de su equilibrio interno.
Nada sustituye a la terapia
Aunque estas ideas parecen coincidir en los beneficios de la conexión con la naturaleza, ninguna de estas aportaciones pretende sustituir el papel de la terapia profesional, la medicación o el acompañamiento clínico cuando resulta necesario.
El punto no es presentar a la naturaleza como una respuesta a todos los problemas, sino como un elemento dentro del amplio repertorio de recursos que cada persona puede explorar para comprender su bienestar mental.
La conexión con lo natural puede ser una llave, un punto de partida, un estímulo o una excusa para salir de la zona de confort intelectual y preguntarse: ¿qué sucede en la mente cuando se permite sentir el viento, observar el cielo o escuchar el murmullo del agua?
Al final, cada uno de nosotros, con nuestra propia historia, cultura y vivencias, podemos percibir el mundo de manera distinta. Tal vez lo valioso sea atreverse a investigar, a experimentar y comparar puntos de vista. Este es el sentido último de la pregunta, un desafío a la curiosidad que busca motivar una exploración más profunda.

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