La invisibilización de las mujeres y el poder en la historia
Históricamente, el papel de la mujer quedó relegado al plano familiar y de lo privado, dejando espacio sólo para varones en la vida pública. Esto se debió a que se consideraba a las mujeres demasiado sensibles, débiles, viscerales e impulsivas para cargar el futuro de una nación. Es decir, estar al cargo del poder político.
Desde su estructura física, la mujer no estaba anatómicamente diseñada para soportar los embates de la guerra o las presiones de un gobierno. Ni siquiera se les permitió subir a un avión por años, por temor a que su matriz se desprendiera por la altura y la presión, ¡menos se les iba permitir el poder y cargar el futuro de un pueblo! Se sostenía que sus periodos hormonales alterarían la capacidad de decisión, la claridad de pensamiento y el funcionamiento del organismo.
Las mujeres bajo la potestad masculina y el derecho al voto
Todo lo anterior, aunado a la tradición que por siglos dejó a las mujeres bajo potestad masculina —primero del padre y luego del esposo—, como si fueran menores de edad, no les permitió a las féminas aparecer en el escenario político hasta que el derecho al voto irrumpió en la historia a mediados de los 1800, en algunos lugares (Kentucky, 1838), y hasta 1953 en otros, como nuestro país.
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Mujeres en el poder y en la historia
Sin embargo, como ya dijimos, no quiere decir que el poder no ha estado empapado en estrógenos desde hace siglos. Desde la antigua historia de Agripina (tanto la Mayor como la Menor) y de Ester (quien se casa con el rey Asuero para evitar el genocidio de su pueblo), hasta Lady Di, rebelándose con su entallado vestido negro, pasando por Eva Perón, como la esposa que impulsa, hasta Marilyn Monroe, como la amante que estorba, las mujeres que están detrás de los hombres del poder han aportado, cambiado e intervenido en la historia de la humanidad aun cuando el foco no las alumbre directamente impidiendo que sean vistas.
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La invisibilización de la mujer a lo largo de la historia y la política no ha sido coincidencia. Ni es algo nuevo. Por desgracia, se sigue repitiendo: es y ha sido una estrategia para dejar el poder en los mismos círculos. Todavía hoy en día, de los 190 países reconocidos por la ONU, sólo 22 tienen una jefa de Estado y, en México, sólo hay 9 gobernadoras, lo que sigue siendo un pequeñísimo porcentaje si consideramos que las mujeres son alrededor del 50 % de la población mundial.
Sin embargo, si hoy decimos que “detrás de un gran hombre, hay una gran mujer”, seguramente ya no nos referimos a que está en la sombra, opacada por el varón, sino a que lo está empujado para poder pasar al frente, porque ya se cansó de estar un paso atrás y ya es tiempo de caminar todos juntos.
Por Andrea Morán
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