

La estetización de la vida: ¿estamos perdiendo la esencia de la belleza?
¿Por qué la belleza sigue siendo un tema importante en nuestra vida cotidiana? Esta es una de las preguntas que se plantean diferentes ciencias sociales, como la filosofía, la psicología, la sociología entre otras. Con el nacimiento de los estudios transdisciplinarios, la belleza hoy es estudiada desde las neurociencias.
La neuroestética plantea, por ejemplo, la posibilidad de que la belleza sea un rasgo evolutivo. La percepción del ser humano debe estar relacionada con algunas condiciones para sentir seguridad, bienestar e incluso felicidad, aún se siguen estudiando la experiencia de la belleza podría condicionar nuestra forma de comprender el mundo.
Experiencia estética
Escuchar una canción, contemplar la calle y los transeúntes, las banquetas y los edificios. Entrar en la red social y ver las fotografías de tus amigos o familiares a través de ciertos filtros. Todos estos hechos de la vida cotidiana están relacionados con una experiencia.
Los griegos usaban el termino aisthesis para referirse a la sensibilidad. Emanuel Kant plantea que para que esta sensibilidad se convierta en una experiencia estética es necesario que exista un sentimiento. Si un paisaje produce un sentir cercano a lo maravilloso o lo sublime, o una sinfonía nos estremece, o frente al mar tenemos un sentimiento cercano a lo infinito estamos ya en una experiencia estética.
Según afirma el diccionario de filosofía de José Ferrater Mora, La estética es la ciencia que estudia las sensaciones y su relación con lo bello. Parecería que para tener una experiencia estética es necesario ir a un museo, ver una obra de teatro, mirar una película. Pero en esencia la experiencia estética se experimenta en cada momento que llegamos a sentir el mundo de una manera mas profunda.
Se podría aseverar que nuestra comprensión del mundo esta moldeada por la experiencia estética. Profesiones como arquitectura, diseño gráfico o diseño industrial tienen a la belleza como uno de los ejes centrales de su quehacer.
La belleza en la vida cotidiana
La belleza como valor ha determinado de manera significativa el proceso civilizatorio de la humanidad. Definir la belleza ha sido un problema que lleva siglos, pero es hasta antes del nacimiento del arte moderno que esta noción siempre estuvo relacionada con lo agradable, la proporción, la armonía e incluso con lo bueno.
Otra de las complejidades que contiene la idea de belleza es que se presenta tanto en el ámbito de lo natural como en el ámbito de lo humano. Precisar que es algo bello se torna difícil, sin embargo, las diferentes épocas históricas han creado diferentes criterios de belleza que han ido cambiando. La constante ha sido crear objetos, obras y experiencias que sean capaces de crear valoraciones estéticas. En Platón la belleza es un ideal que nunca termina por materializarse. En Aristóteles, por el contrario, la belleza es la unión entre sensibilidad y razón y eso implica que la belleza está en las cosas materiales.
La experiencia estética, relacionada a la materialidad que acompaña nuestra vida, ha ido cobrando importancia conforme el mundo se ha tecnificado e industrializado. Ya en el siglo XIX, la percepción de lo agradable y lo bello toma una relevancia de manera particular.
Las casas, la urbanización de los espacios y los objetos manufacturados integran ciertas cualidades que les hacen más atractivos. El tipo de materiales, colores, texturas hacen que su precio aumente y generan al mismo tiempo objetos más deseables. La mercantilización de los deseos es proporcional al diseño de experiencias estéticas. En el mundo contemporáneo, la belleza se percibe entre las cosas. Todo aquello que usamos ha sido diseñado. Los utensilios, los espacios, e incluso las experiencias están hechas para producir algún tipo de sensación relacionada al placer.
A este proceso Gilles Lipovetsky le ha llamado la estetización de la vida, que se ha ido extendiendo a otros ámbitos, exaltando la apariencia por encima de otras cualidades. La aparición de mercados relacionados con la belleza es un síntoma claro de que cierta forma de entender la belleza ha llegado para consolidarse como una serie de condicionantes sociales que delimitan formas de ser en el presente siglo.
Estetización de la vida
En su libro, La era del vacío, Lipovetsky propone que esta estetización ha llevado al sujeto moderno a la apreciación de la superficialidad y la apariencia. Con estas condiciones, esta sensibilidad parece opacarse y la experiencia de lo bello termina reduciéndose a una suerte de recetas para mantener cierto atractivo y a una sucesión de imágenes que se ven a través de las pantallas digitales.
La sobreestimulación electrónica a la que estamos habituados, la saturación de información, la adicción a ciertos formatos y contenidos no sólo inciden en nuestra forma de conocer el mundo, también en la forma en como lo sentimos y experimentamos.
¿Se puede entonces construirse una sensibilidad estética propia que nos haga experimentar la belleza de otra manera? Autores como Gilles Deleuze y Michel Foucault piensan que sí. Educar la sensibilidad para encontrar en la propia existencia sentimientos y razones suficientes que nos arraiguen a la vida y mantengan vínculos afectivos profundos con todo aquello que nos rodea.
El ser humano hoy encuentra pobre su experiencia estética porque no se ha rendido al enigma y la fragilidad de su propia existencia. Sólo en esa vulnerabilidad es posible experimentar la belleza de la vida que transita por nosotros. Prestar atención a las sensaciones que se experimentan y reflexionar que cada acto realizado va creando una vida particular y diferente nos puede ofrecer un mundo donde lo bello y lo sublime participan como condiciones que permiten descubrir un mundo frágil, caótico, trágico o maravilloso trascendiendo sus límites materiales y dando paso a las reformulaciones de espacios oníricos e imaginarios.
Desde esta imaginación, el ser humano acepta y extiende su pertenencia al mundo. A esta construcción activa de la sensibilidad estética Foucault le llamaba estética de la existencia y en ella se juega la libertad. De manera paralela, se puede pensar en la propia vida como si fuera una obra de arte, cada trazo será una manifestación de la propia existencia. Vivir la vida con belleza en esa vida simple que experimentamos a diario también nos lleva hacia un camino de la sabiduría.

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