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Cruzar el inframundo en Mesoamérica, una hazaña de perros 

1 noviembre, 2024
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Para ir al cielo, necesitas portarte bien. Pero para cruzar al inframundo, necesitas un perro que te conduzca por los peligrosos caminos del Mictlán: el difunto sólo podría atravesar el río Chicunahuapa gracias a la guía de un perro de pelo bermejo, el cual llevaba un hilo de algodón en el cuello, que debía cargarlo en su lomo para cruzar las aguas. 

En esta entrada, hablaremos de las cualidades de nuestros queridos caninos y de cómo las culturas prehispánicas las incorporaron, no sólo a su vida cotidiana, sino también a su cosmovisión. 

Figura zoomorfa. Tomado de Mediateca INAH. 
Figura zoomorfa. Tomado de Mediateca INAH.

Las personas y los perros siempre han estado juntos 

En la historia de la humanidad, siempre han estado presentes los perros. No conocemos con exactitud cuándo comenzó la domesticación de los caninos (al menos 10 000 años), pero sí sabemos que los perros se separaron de los lobos (con quienes se reconoce un origen en común); y que pese a la domesticación no perdieron muchos de sus patrones de conducta, como la territorialidad y protección de su alimento. 

Por el vínculo con los humanos, desarrollaron maneras de comunicación mediante gestos, posturas corporales, etc., que les permite comunicarse con nosotras y nosotros. 

La relación entre los perros y las personas es recíproca: mientras que los primeros obtuvieron comida, casa, cariño, los humanos obtuvieron compañía y protección. También aprovecharon sus cualidades de exploración, se favorecieron con su ayuda para cuidar el ganado, aprovecharon su gran instinto de orientación, su olfato, su fidelidad y cariño, y hoy en día realizan tareas de rescate, acompañamiento, etcétera. 

Bueno, tal vez no ha sido una relación tan equitativa, ¿no? 

Perro en piedra. Tomado de Mediateca INAH.
Perro en piedra. Tomado de Mediateca INAH.

Peludos y pelones 

Para las culturas mesoamericanas las cualidades de los perros fueron representadas en múltiples figurillas y las fuentes históricas señalan que había distintas clases de perros, eran de diferentes colores y tamaños, y en náhuatl se les nombraba chichi e itzcuintli. Sahagún, uno de los más reconocidos cronistas, escribió que todos los perros eran mansos y nobles con sus amos y que había personas encargadas de criar canes. 

Figurilla de barro femenina con perro. Tomado de Mediateca INAH.
Figurilla de barro femenina con perro. Tomado de Mediateca INAH.

Aunque lo que más resalta de las descripciones es aquel perro al que llamaba xoloitzcuintli. Éste era un perro pelón, aunque también había peludos. El perro sin pelo tenía una piel suave y lisa, por ello lo cubrían con mantas para dormir. 

Los perros tenían también una relación con las fuerzas celestes, el fuego y la oscuridad. En los códices mayas, el perro tiene vínculo con la Luna, el Sol y la deidad del agua, Chaac. Estos elementos están relacionados con la fertilidad y con las energías del inframundo. 

Por otro lado, en algunas representaciones el perro lleva una antorcha, pues tenía la misión de dotar de fuego a la humanidad. Para estas culturas, el fuego proviene del cielo, por lo que es divino; en la tierra, el fuego es una creación humana y es el centro del hogar, donde también están los perros. 

Xólotl, el hermano gemelo de Quetzalcóatl 

A diferencia de los mayas, los nahuas elevaron la representación del perro en una deidad: Xólotl. Éste era el hermano gemelo de Quetzalcóatl. Las dualidades para esta cultura eran importantes, por ello, nuestro personaje representaba la parte oscura de Quetzalcóatl: la muerte, el inframundo, la estrella vespertina. Así como los perros acompañaban a los humanos por su viaje al inframundo, Xólotl acompañaba al Sol en su recorrido diario por el reino de la muerte.  

Aunque conocemos poco de las características de la deidad Xólotl, sabemos que él estaba relacionado con la anormalidad. Los perros pelones eran un poco raros, al igual que los gemelos y las personas con alguna discapacidad. En el códice Borbónico, aparecen dos dioses: Tlalxitonatiuh, creador de cosas naturales, mientras que Xólotl es el creador de las cosas monstruosas. 

También sabemos de Xólotl porque lo representaron en diferentes documentos. De manera general y al igual que Quetzalcóatl, el dios perro portaba un caracol cortado colgando del pecho, un moño o diadema sobre la cabeza, un hueso con quetzales y garras de ave, que representan a las deidades estelares. En ocasiones, se le asocia al juego de pelota y también a Nanahuatzin quien se lanza al fuego para renovar el mundo y convertirse en el quinto Sol. 

Figurilla del Dios Xólotl. Tomado de Mediateca INAH. 
Figurilla del Dios Xólotl. Tomado de Mediateca INAH.

Como hemos visto, los perros siempre han tenido una estrecha relación y participación en la vida de las personas. Y esto los llevó a ocupar un lugar en la vida religiosa de los pueblos —tan importante como la asociación con el Sol, astro relacionado con la muerte—. Sus cualidades olfativas les permitían conocer todos los caminos, también los del inframundo: los perros eran guías en la vida y en la muerte de las personas. 

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