¿Todo suena igual? El debate sobre la homogeneidad en la música actual
Una duda, o, en algunos casos, inquietud, nos ha llegado a muchos respecto a la música que escuchamos en la actualidad: ¿toda suena igual? En esta nota, más que informar acerca de un artista o un disco como solemos hacerlo, vamos a dar espacio para desglosar un poco este cuestionamiento.
Discutir hasta qué punto carece de verdad y hasta qué otro tiene razón. Ninguna moneda tiene una sola cara, por lo que, a fin de cuentas, es un tema tan extenso como subjetivo; sin embargo, abordarlo desde un punto neutral puede contestar varias incógnitas al respecto.
Además del perro, el arte es el mejor amigo de la humanidad
Como especie, hemos evolucionado física, psicológica y culturalmente. El arte siempre ha venido de la mano con esta misma evolución. Así como dejamos de ser nómadas para asentarnos en sociedad, pasamos de pinturas rupestres, a cuadros en lienzo, a películas en una sala de cine. El lado artístico de la humanidad es tan cambiante como lo puede ser nuestro humor, es decir, en el pasado, uno de los mayores hitos artísticos fue El David, de Miguel Ángel, y hoy podemos ver como una obra maestra a un hombre tirando cubetas de arena una sobre la otra.
Así bien, la música pasó de golpes con palos y piedras, a tambores hechos de pieles, a hoy tener producciones de canciones que nos transportan a otras dimensiones sonoras. Sin embargo, dependiendo de la época, la música ha variado tanto su estilo, como su forma de crearse e incluso su mensaje. Aquí es donde entra la homogenización de ésta o, de otro modo, el paralelismo musical que se crea dependiendo de la época.
Si Mozart viviera, ¿tendría discos de platino?
Basándonos en que uno de los aspectos que definen a la música es la época, muchos podrían decir que toda la música clásica suena igual o que cada pieza se parece a otra. Sin embargo, a pesar de poseer elementos en común, podemos diferenciar a Mozart de Beethoven. O, aunque, en su mayoría pertenecieron al mismo género musical y época, diferenciamos a Pedro Infante de Jorge Negrete.
Si trasladamos esta comparativa a la actualidad, podemos distinguir a Bad Bunny de Rauw Alejandro a la perfección. ¿Y esto por qué?, si ambos hacen el mismo género, ambos tratan temas similares, son de la misma época e incluso utilizan productores en común.
¿Qué diferencia a uno del otro? Aquí es donde hay un punto para cada lado de la moneda. Por un lado, sí, existe una homogenización acorde a la época debido a que, en la mayoría de las ocasiones, un género o varios definen a la misma, es decir, los boleros, para ser boleros, requieren de ciertos instrumentos, ciertas melodías, ciertos patrones y tiempos. De este modo, sí, por cada época se popularizan ciertos géneros y, por lo tanto, ciertos exponentes que hacen estos géneros, por lo que uno puede sonar muy parecido a otro debido a los elementos que componen al género en sí.
Sin embargo, aquí está el punto para la otra cara de la moneda: lo que rompe la homogenización o monotonía que implica la limitación del género musical, es la parte artística. Toda pieza requiere de una parte técnica y una artística. En este caso, la parte técnica son los patrones, instrumentos y tiempos que componen un género musical, y lo que quiebra la homogenización que estos provocan es la parte artística, es decir, las letras, el intérprete, el sentimiento e incluso detalles instrumentales que dotan de una personalidad y un sonido único a cada exponente.
“En mis tiempos”
Así como planteamos que la época puede definir la música y viceversa, tampoco es prudente comparar épocas, ya que, como mencionamos, cada momento tiene sus propias condiciones culturales y sociales. Es decir, no podemos comparar un Michael Jackson con una Adele. No porque uno sea mejor que el otro, sino, porque, justamente, al ser épocas tan distintas, no sólo son estilos diferentes en cuestión de género musical, sino que, incluso es la época misma y la gente que vive en ella quienes decidimos qué suena bien o qué suena mal. Aquí entra la subjetividad.
A muchos les puede gustar la voz grave de Adele, y a otros les pude parecer demasiado fuerte. En el caso de las letras, muchos valoramos los versos de rap, mientras que otros prefieren letras baladistas. Desde este punto, la época sale sobrando ya que, existiendo tantos gustos dentro de una misma, se vuelve imposible que algo les guste a absolutamente todos.
El dilema del género urbano es un gran ejemplo de esto. Es tan amado como odiado, ya sea por su origen, sus letras o ritmos; sin embargo, por más vueltas que le demos al mismo punto, seguimos llegando a que, si bien, hay elementos en común en cada género e incluso entre géneros, es la parte humana la que brinda ese distintivo, y es justo este mismo lado humano el que define si algo nos gusta o no. Incluso, dos canciones pueden compartir exactamente la misma pista y hasta la misma letra y melodías, pero si cada una es interpretada por alguien distinto, sería justo eso lo que rompe el tema de la homogenización.
Puede que un género suene parecido a otro, como el trap y el rap. O el sierreño y las norteñas, pero no se van a sentir iguales, ni entre géneros, ni entre canciones, ni entre exponentes. Un cantante puede sacar diez canciones hablando exactamente de lo mismo y ninguna va a sentirse igual que la otra, a pesar de que puedan compartir elementos sonoros y técnicos.
Nos hemos concentrado tanto en oír, que hemos olvidado, hasta cierto punto, escuchar. Puede haber igualdades y las hay, y, desde ese punto de vista, no sólo el reggaetón, por ejemplo, suena similar entre sí. Sino que, el grunge también suena similar, o el ska, o cualquier género, compositor e interprete puede sonar parecido a otro, pero es nuestra parte humana y sensible la que nos hace discernirlo.
Claro que hay una homogenización en cuestiones técnicas, temporales e incluso culturales, pero es la razón y creatividad tanto del receptor, como del emisor, las que justamente vuelven tan heterogénea y diversa a la música.
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