Tonal y nahual: un viaje chamánico a través de las enseñanzas de don Juan Matus
Carlos Castaneda estudió Antropología en la Universidad de California; periodismo, literatura y psicología, asistiendo al City College de Los Ángeles. Fue un antropólogo empírico cuyos libros narran sus experiencias dentro del chamanismo mesoamericano, en especial acompañando a don Juan Matus, un brujo yaqui de Sonora, quien asumió a Castaneda como su aprendiz para compartirle todo el conocimiento del chamanismo.
Don Juan explica a Carlos cómo usar su cuerpo físico, sus sentidos y su tonal para conocerse y conocer el mundo material en el que vive, pero también lo acompaña a descubrir su nahual, a ir más allá, y de ambos estados del ser es que trata este artículo.
Las enseñanzas de don Juan Matus
Muchos creen que don Juan Matus no existió, que en realidad fue un personaje creado por Carlos Castaneda para narrar todos los aprendizajes desarrollados con diversos chamanes de Mesoamérica. Sin embargo, su legado —ya sea un registro antropológico o una ficción fantásticamente narrada— resulta un estupendo referente de las prácticas chamánicas. Incluso coincide con Jacobo Grinberg Zylberbaum en muchas de sus descripciones sobre los chamanes de México, y algunos hasta piensan que puso haber estado involucrado con los motivos de la desaparición de Grinberg.
En su libro, Las enseñanzas de don Juan, se narran muchas de las experiencias de aprendizaje que Carlos Castaneda tuvo con don Juan en el desierto de Sonora, como cuando le enseña a ver primero con peyote y después sin él, a “encontrar su lugar” para reconocer su poder en esta Tierra; de cuando lo entierra vivo para que conozca la experiencia de renacer y despertar esa parte de sí mismo con la que nunca trata, su nahual.
Experiencias diversas cuyo fin es abrir las alas de su percepción y describir las estrategias que usaban los brujos de las tradiciones chamánicas mexicanas en su manejo de poderes aparentemente sobrenaturales, que en realidad están siempre dentro de la naturaleza humana podrían ser simplemente formas de existir.
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Dos conocimientos: nahual y tonal
“El tonal es todo cuanto conocemos de nosotros mismos y del mundo mientras que el nahual es la parte de nosotros mismos con la que nunca tratamos […]”, Don Juan Matus.
El tonal descrito por Matus es la parte del ser humano que construye al mundo en un sentido figurado, ya que no se puede crear ni cambiar nada; es todo cuanto conocemos. Es la forma de atestiguar y evaluar al mundo de acuerdo con sus propias reglas, las del tonal.
Lo empezamos a cuidar desde el momento en que nacemos, con esa primera bocanada de aire que es el tonal. Empieza con el nacimiento y termina con la muerte. Incluso Dios es un objeto de nuestro tonal y del tonal de los tiempos.
Me encantaría interpretar que el tonal es la conciencia personal y colectiva que proviene de nuestros sentidos, pero sería demasiado concreta dicha descripción, ya que no podemos relacionar al nahual con el inconsciente, sino más bien con esa otra consciencia aún más grande que se parece más a la Lattice de Grinberg o conciencia de unidad con el todo.
El nahual de don Juan sería, según sus propias ideas, la parte de nosotros que no tiene descripción, ni palabras, ni nombres, ni sensaciones ni conocimientos. No es la mente, ni el alma, ni los pensamientos, ni fuerza, ni energía ni principio vital. El nahual está al servicio del guerrero y puede ser visto, pero no se puede hablar de él; es el lugar de donde venimos y que no conoceremos hasta que llegue la muerte. Podríamos considerarlo ese todo inimaginable, pero bien dicho está que es difícil describirlo y sólo sabemos que hay que reducir el tonal para llegar a él. Hay que ver en realidad para convencer al tonal de que se haga libre y fluido, lo que todo brujo necesita ser nahual.
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El nahual, una vez que aprende a salir a la superficie, puede causar un gran daño al tonal si sale sin ningún control; el arte de los guerreros es hacer salir al nahual para apuntalar al tonal. Es la forma en que los chamanes se hacen seres poderosos, ya que el nahual está a las órdenes del guerrero. Nunca hay que mirarlo de frente, hay que poner la intención como aduana y ser impecable, cambiar la línea de los ojos de tiempo en tiempo para romper su encantamiento.
De tal forma, el guerrero aprende a entonar su voluntad como una fibra luminosa que puede dirigir a cualquier sitio y ese es el camino del nahual, que es sólo para presenciarse, no se puede vivir si no se está en el aquí y ahora.
Si crees que estuviste en el limbo, quizás estabas en las puertas del nahual, así que podríamos decir que el nahual es una forma de llamar a la muerte que vive dentro de nosotros, que sólo haciéndose presente nos muestra el camino de la vida, nuestro tonal. Más aún, seguiría siendo una definición simplista en términos de las poderosas implicaciones de este gran espacio de poder que depende de nuestra percepción y de las alas que demos a dicha percepción.
La realidad aparte
Finalmente, podemos creer en el tonal y el nahual como en la vida y la muerte, en la consciencia personal colectiva y en la consciencia unificada, más de acuerdo con los relatos de don Juan y Castaneda, en realidad sólo se trata de encontrar el poder personal y “cumplir la tarea de ser lo que eres sin ser lo que eres”. También, ser terrenales y ser extraterrenales con base en nuestra percepción, usando nuestra voluntad, ensoñando y teniendo una visión del mundo más amplia, asumiendo la responsabilidad y viendo a la muerte como consejera, dejando de ver este mundo como ordinario para poder vivir en una realidad aparte.
Soñar es una práctica de cualquier brujo, abrir la burbuja de la percepción, reconocer que “somos la conciencia misma” y amar todo lo que existe, nuestro nahual, comenzando por uno mismo, como cuando éramos niños de naciente tonal, como finalmente dice Castaneda en Relatos de poder:
Solamente amando a este ser espléndido (refiriéndose a este niño naciente) se puede dar libertad al espíritu del guerrero; y la libertad es alegría, eficiencia, y abandono frente a cualquier embate del destino. Ésa es la última lección. Siempre se deja para el último momento, para el momento de soledad suprema en el que el hombre se enfrenta a su muerte y a su soledad. Sólo entonces tiene sentido
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