Escribas: vivir de la escritura, un viaje a Mesopotamia y Egipto
Hoy en día, escribir es una actividad común. La mayoría de las personas lo hacemos. Al decir escribir, me refiero al acto de representar las palabras o las ideas con letras o signos trazados o digitados mediante dispositivos electrónicos y tecnologías modernas. Sin embargo, hace miles de años, antes de la invención de teléfonos inteligentes, impresoras, máquinas de escribir, la imprenta e incluso el papel, sólo unas pocas personas ejercían la escritura como un oficio: los escribas.
Estos profesionales desempeñaban un papel crucial en la preservación y transmisión de la escritura. En este artículo, exploraremos los orígenes de la profesión de escriba y su importancia histórica.
¿Qué hacían los escribas y dónde se registra su actividad?
Por definición, la historia comenzó con los registros escritos. La evolución de la escritura, entendida como un sistema de representación gráfica de un idioma, fue un proceso originado por la práctica económica y la necesidad de llevar registros administrativos.
Para llevar a cabo este registro, se recurría a los escribas, personas cuya formación y oficio estaban dedicados a la escritura, la lectura y el dibujo, así como a tareas contables, administrativas, bibliotecarias y literarias. Esto era excepcional en una época en la que la mayoría de la población era analfabeta.
Los primeros registros de esta profesión provienen de Mesopotamia, hacia el año 3500 antes de nuestra era y coincide con la creación de la escritura cuneiforme. Las culturas de Oriente Próximo (Mesopotamia, Siria y Hatti, entre otras) llamaban a los escribas dub–sar, que significa “el que escribe con una tablilla”. La habilidad para registrar información de manera duradera transformó la capacidad de las sociedades para organizarse, administrarse y comunicarse.
La escritura cuneiforme, debido a su complejidad, requería una formación prolongada para crear escribas especializados. Éstos, una vez capacitados, desempeñaban diversas funciones que les otorgaban una posición social privilegiada. En Babilonia, eran profesionales indispensables, ya que la ley exigía que las transacciones comerciales fueran registradas por escrito y firmadas ante testigos. Sus responsabilidades incluían registrar transacciones, redactar cartas y documentos, y encargarse de los registros del templo.
La importancia de los escribas en Egipto
Cuando se estableció el Imperio Antiguo de Egipto, hacia el año 2686 a. C., surgieron las Casas de vida, centros donde los niños aprendían a ser escribas. Estas instituciones estaban vinculadas a la realeza y se ubicaban en palacios o templos. En un principio, sólo asistían hijos de funcionarios, altos dignatarios y sacerdotes, pero posteriormente se les dio cabida a otros estratos.
Su formación los convirtió en figuras cultas, capaces de escribir, clasificar, contabilizar y copiar utilizando varios tipos de escritura entre las que se incluía la hierática (que era la forma cursiva de la escritura jeroglífica y se empleaba en los textos religiosos) y la demótica (utilizada para temas jurídicos, administrativos y civiles). Su destreza los colocó en una posición privilegiada dentro de la estructura social.
Su relevancia en las sociedades antiguas
En la antigua China, los escribas eran esenciales para la burocracia imperial. Utilizaban caracteres chinos para documentar eventos, leyes y edictos. La estandarización de la escritura y los registros bajo la dinastía Qin, alrededor del siglo III a. C. fue crucial para la unificación de China y la centralización del poder.
Los escribas hebreos de la Antigüedad actuaban como notarios; algunos de ellos se convirtieron en copistas de las Sagradas Escrituras y, posteriormente, en doctores e intérpretes de la ley divina. A medida que se enfatizó la importancia del conocimiento de la Ley entre la población judía, aquellos con buena formación obtuvieron el respeto popular y formaron un grupo independiente de eruditos.
La diversificación del trabajo: los copistas
Los antiguos escribas también actuaban como copistas, es decir, se encargaban de reproducir, difundir y conservar libros mediante copias a mano hasta la aparición de la imprenta en el siglo XV. Inicialmente, en Grecia y Roma, los siervos copiaban libros para las bibliotecas de sus amos, y los libreros también empleaban copistas para satisfacer la demanda de manuscritos.
Un copista experimentado podía escribir dos o tres folios por día, y completar un manuscrito requería varios meses, seguidos por la labor de los iluminadores que añadían miniaturas y letras capitulares. En la Edad Media, los monjes en los monasterios asumieron esta tarea, trabajando en celdas aisladas o en el scriptorium (escritorio) que era un cuarto del monasterio acondicionado para tal fin. Parte de la labor de estos copistas podemos verla en la película El nombre de la rosa, basada en la novela de Umberto Eco.
Mujeres que escriben
Las mujeres siempre estuvieron presentes en el mundo de la escritura. En Egipto, existió el cargo de mujer escriba, aunque no era muy frecuente. Prueba de ello es Irtieru, una escriba que fue enterrada en la necrópolis de Asasif, quien ocupó otros cargos de jerarquía.
Eusebio de Cesárea registró que había escribas femeninas en el siglo IV, aunque muchas permanecieron anónimas. Algunas trabajaron como copistas, y en los conventos, las monjas copiaban libros a mano, esforzándose por alcanzar la perfección en las letras, a veces sin saber leer. A veces, las abadesas preferían que no tuvieran acceso a ciertos conocimientos, como la medicina interna o la sexualidad, para “salvar sus almas”.
El declive del oficio
Con la llegada de la imprenta en el siglo XV, gran parte del trabajo de los escribas y copistas fue reemplazado. Las primeras imprentas producían alrededor de 300 hojas por día y, con el tiempo, la técnica mejoró, haciendo que los manuscritos originales se volvieran raros, caros y poco prácticos. Este sistema permitió imprimir, reproducir y distribuir libros y documentos de manera más rápida y eficiente, profesionalizando el proceso.
Hoy en día, el mercado lector, editor e impresor se beneficia de la tecnología, aunque este avance no habría sido posible sin el sacrificio y la habilidad de los profesionales de la escritura del pasado.
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