Los Pueblos Mágicos de México, entre la utopía y la realidad
Los Pueblos Mágicos de México son mucho más que simples destinos turísticos. Son espacios que conjugan en sus calles, plazas, monumentos y cultura material e inmaterial, miles de historias, tradiciones y una atmósfera que cautiva a quien los visita.
Sin embargo, en los últimos años, han surgido diversas críticas al nombramiento de estos pueblos, debido a diversos factores. En esta nota, abordamos el origen de los pueblos mágicos, el porqué de su nombramiento, así como las consecuencias que han tenido estos sitios y sus habitantes a lo largo del tiempo.
El Programa Pueblos Mágicos
En 2001, la Secretaría de Turismo lanzó el Programa de Pueblos Mágicos, para resaltar la belleza, riqueza cultural y la importancia histórica de ciertas localidades en el país.
La Guía para la Integración documental Pueblos Mágicos de 2017, emitida por la Secretaría de Turismo enuncia el concepto como “una localidad que a través del tiempo y ante la modernidad, ha conservado, valorado y defendido su herencia histórica, cultural y natural; y la manifiesta en diversas expresiones a través de un patrimonio tangible e intangible”.
La idea de que un pueblo adquiriera la categoría de mágico supondría beneficios para éste, por ejemplo, inyección de recursos para ampliar y mejorar aspectos como artesanías, gastronomía, comercio en general, creación y modernización de negocios turísticos locales y la detonación de la economía local y regional.
Para adquirir el nombramiento de pueblo mágico, un sitio debe cumplir con una serie de criterios que van desde aspectos culturales e históricos hasta infraestructura turística y conservación del medio ambiente. Esta distinción no sólo brinda reconocimiento nacional e internacional, sino que conlleva beneficios como inversión en servicios básicos, promoción y capacitación para el desarrollo de actividades turísticas.
De acuerdo con el Sistema Nacional de Información Estadística del Sector Turismo, entre 2003 y 2018, en el programa de Pueblos Mágicos hubo un incremento del 110 % en unidades económicas relacionadas con el turismo, al pasar de 29 269 establecimientos a 61 532.
Cuestionamientos al programa
Aunque por muchos años el proyecto insignia de la Secretaría de Turismo había sido elogiado por su potencial para impulsar el turismo y la economía local, en el último lustro también se ha puesto en la mira de las comunidades académicas y científicas, especialmente para tratar lo referente a la homologación de la cultura, el descuido al medio ambiente y las situaciones que agravan la desigualdad social.
Hasta antes de 2018, el financiamiento que los pueblos mágicos recibían para mejorar su imagen estaba condicionado por estándares gubernamentales de atracción turística, lo que llevó a una homogeneización de la infraestructura y la pérdida de la esencia de ese lugar. Por eso, destinos como San Miguel de Allende, Peña de Bernal y Tepoztlán se sienten cada vez más similares, porque se ajustan a lo que los turistas quieren encontrar y no resaltan aquello que los vuelve únicos.
El éxito desmedido que han tenido algunos pueblos mágicos como Metepec (Estado de México), Mazamitla, San Sebastián del Oeste (Jalisco) y Tulum (Quintana Roo) a menudo resulta en un crecimiento desordenado que desencadena procesos de gentrificación.
A raíz de ello, se desplaza a la población nativa que no puede costear el costo de la vivienda, el encarecimiento de los productos y servicios básicos, así como las restricciones impuestas por las autoridades, que a menudo dificultan la comercialización de sus productos tanto en locales como en la vía pública.
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Este mismo crecimiento termina por afectar los recursos naturales de la zona, los cuales no siempre son prioridad para el programa. La construcción de infraestructura turística, el aumento de tráfico vehicular y la generación de residuos daña los ecosistemas naturales y la calidad de vida de los residentes.
Por si fuera poco, en los últimos cinco años, los Comités Ciudadanos de Pueblos Mágicos han condenado la reducción de recursos a esta rama del sector turístico por parte de la Federación, lo cual es contradictorio ya que los municipios con esta denominación pasaron de 111 a 177, es decir, hay más pueblos mágicos, pero menos recursos.
¿El final de los pueblos mágicos?
Es indudable que el turismo desempeña un papel crucial en la economía y puede ser una fuente de ingresos vital para muchas familias, siempre y cuando no comprometa la diversidad biológica y cultural de cada región. Por lo tanto, es urgente implementar políticas públicas que se basen en el diálogo con expertos en áreas como antropología, biología, ciencias ambientales e historia.
Además, es fundamental considerar las opiniones y necesidades de los residentes originales, así como comprender su cultura, que es uno de los factores que hace atractivo un lugar. Asimismo, se deben desarrollar estrategias para proteger los recursos naturales y las áreas de interés turístico, especialmente si son el principal objetivo de los visitantes.
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