Español vs anglicismos: ¿está perdiendo la batalla la lengua de Cervantes?
Me atrevo a pensar que, en algún momento, caminando por la calle, en el transporte público o la oficina, has escuchado frases o palabras que podrías intuir que no provienen del español, me refiero a cosas como “te reseteaste”, “vi el show”, “hizo casting”, “le hicieron bullying”, “se hizo un piercing” o “fue al spa”. Pues esto es el reflejo de cómo una lengua puede influir en otra; en este caso, el inglés permeando en el español. Esto se conoce como anglicismos, es decir, frases o formas particulares de estructurar la sintaxis, que provienen del inglés pero se emplean en español.
¿Qué dice el público?
Hay cierta polémica al respecto, pues el público está dividido en tres grupos fundamentales: 1) quienes piensan que los anglicismos contaminan el español, 2) quienes consideran que el cambio en las lenguas es natural, y 3) quienes no advierten el alcance de estos usos. Lo cierto es que se trata de un fenómeno complejo.
Para entenderlo, ten en mente una cosa importantísima: todos los idiomas tienden a cambiar con el uso y el paso del tiempo. Todos.
Tomemos como ejemplo nuestra lengua española, que no surgió de la nada, sino que ha sido objeto de una evolución constante. El español proviene del latín, junto con las llamadas lenguas romance, entre las que se encuentran el francés, portugués, italiano y rumano. Con el paso del tiempo, los hablantes del latín de los diversos territorios del imperio romano empezaron a incorporar palabras, frases, sintaxis y pronunciaciones extranjeras, de modo que ocurrió una transformación gradual que dio como resultado un nuevo grupo de lenguas emparentadas.
Modificación de la lengua
Gracias a la gran variedad de estudios filológicos, ha sido posible analizar los fenómenos que modifican las lenguas, como la integración de palabras o frases, la manera de estructurar oraciones o de pronunciar. Pero ¿qué es lo que provoca el influjo de una lengua sobre otra? En este caso, intervienen factores políticos, sociales, culturales y económicos, que afectan los distintos niveles de la lengua: el léxico-semántico, que se refiere a los significados de las palabras; el morfosintáctico, que comprende la formación de palabras y oraciones; y el fonético-fonológico, que se enfoca en los sonidos de una lengua.
La misma interacción entre culturas trae consigo un intercambio de palabras, frases o ideas, que pueden llegar a perdurar hasta formar parte del léxico de una lengua a la que no pertenecían inicialmente. Para que un cambio de este tipo trascienda, debe arraigarse en la cultura (comenzar a ser utilizado por distintos sectores de la sociedad) y sustituir un término existente o representar un concepto que sólo pueda explicarse con esa palabra, frase, manera de estructurar oraciones o pronunciar.
Por ejemplo, la frase “de acuerdo a” es un anglicismo probablemente apoyado en la traducción literal del inglés “according to”; en este caso, podemos notar que se tomó una forma particular de estructurar frases en ese idioma, pues en español la norma establece que se dice “de acuerdo con”.
Herencia léxica
Ahora, si nos preguntamos qué tanto podría afectar el uso de anglicismos al español mexicano, debemos recordar la historia de nuestra lengua. Entre los años 711 y 1492, la península ibérica fue dominada por grupos de personas provenientes de Oriente y África del norte, lo que influyó en el español durante ocho siglos. A pesar de esta larga presencia, nuestro idioma mantuvo su identidad fonológica por ocho siglos, ¡800 años!
Sin embargo, sí se presentaron múltiples cambios en el léxico, morfología y la semántica. Algunos ejemplos de ello son palabras que utilizamos a diario, como almeja, alcohol, almohada, tarifa, zaguán, alpiste, ojalá, algodón, azúcar, aceite, azotea, azulejo, albañil, tarea, fulano (fulan: “uno”, “cualquiera”) y mengano (man kana: “el que sea”). Estos arabismos, a su vez, también provenían de otras lenguas: ajedrez (del sánscrito), azul y naranja (del persa), y arroz (del griego), entre otros.
Lo anterior da cuenta de que todas las lenguas poseen una vasta herencia léxica y, por lo tanto, no es posible hablar de pureza de las lenguas. Para comprender esto, analicemos una definición que dimos por sentada. De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, la lengua es un “sistema de comunicación verbal propio de una comunidad humana y que cuenta generalmente con escritura”. Es cierto que hay mucha ambigüedad en esa definición, pero nos sirve para distinguir un punto, y eso es que —en términos prácticos— una lengua tarda mucho tiempo en identificarse y vive poco tiempo una vez que ya se ha identificado.
La lengua latina es hija del protoitálico —junto con el osco, el umbro y el falisco— y madre de las lenguas romance. En este sentido, ¿en qué momento dirías que dejó de ser protoitálico para convertirse en latín? ¿Y en qué momento crees que empezó a ramificarse en las lenguas romance? ¿Qué tanto tiempo de independencia tuvo después de ser hija y antes de ser madre?
No hay respuestas sencillas. Al contrario, el asunto se nos complica más porque una lengua también sostiene diferencias en su interior, es decir, la manera de hablar español en el norte de México no es igual a la del sur (geolecto). Y aunque se hable en la misma región, cambia la manera en que se comunican personas de distinto nivel educativo (sociolecto), tanto en el léxico como en la pronunciación y la manera de construir oraciones. También varía la manera en que se usa el español dependiendo de la edad de los hablantes. Todo este cúmulo de usos forma el español que conocemos.
Enriquecer el idioma
Dicho esto, ¿qué problema habría si se da rienda suelta al uso de anglicismos o elementos de otras lenguas? La dificultad tendría que ver con la base de toda lengua, que es la comunicación. Si se trata de integrar estos cambios demasiado rápido, varios sectores de la sociedad empezarán a tener problemas para entender lo que se está diciendo, lo que podría marginar a ciertos grupos.
Toma en cuenta que, gracias a las redes sociales y la eliminación de fronteras comunicativas mediante el uso de internet, han ocurrido cambios en tiempo récord que han permeado en diversos sectores de la población, en distintas regiones del país, así como entre las diferentes edades y niveles educativos.
Estos cambios lingüísticos no tienen por qué medirse en términos de bueno o malo, sino que debemos considerarlos un fenómeno natural que ocurre en el tiempo. Dos culturas que mantienen una interacción continua se enriquecen mutuamente, eso es inevitable. Tal vez la diferencia es que ahora sucede más rápido y con un mayor alcance.
Quizá podríamos apelar a mantener el equilibrio entre la preservación de la identidad de una lengua y su apertura al influjo de otra, pero sin perder de vista que se trata de un intercambio cultural debido a múltiples factores.
El uso de anglicismos representa un desafío para garantizar la comunicación entre los hablantes del español, pero también es una oportunidad para enriquecer el idioma. En lugar de temer la influencia de otras lenguas, te recomiendo que la entiendas como parte de un proceso natural que requiere tu participación y criterio.
La vitalidad del español —y de todas las lenguas— reside en su capacidad para adaptarse y transformarse. En el marco del Día del Idioma Español en las Naciones Unidas, celebremos la riqueza y diversidad de nuestra lengua materna, apoyados en su compleja historia y comprometidos a preservar su esencia, mientras abrazamos su continua evolución.
PDFs
GRATIS