Templo del sol en Machu Picchu Templo del sol en Machu Picchu

Arqueoastronomía: los primeros observadores del cielo en América

La arqueoastronomía combina los conocimientos de la arqueología con la astronomía para conocer la relación entre las culturas antiguas y los astros. ¿Quieres conocer más sobre esta disciplina y las prácticas de los inca y mexicas? 

Te cuento que hace unos años estuve trabajando en una isla en el Océano Pacífico, varios kilómetros mar adentro, en instalaciones apenas iluminadas. Una noche, mientras descansaba con mis colegas en una elevación de la isla, mirábamos el cielo cazando estrellas fugaces. Como citadino de toda la vida, sé que no es algo común de ver, pero ahí, en medio de la nada, no pasaba un minuto sin observar al menos una. Lo más impactante fue cuando uno de esos pequeños meteoritos brilló tanto que alcanzó a proyectar sombras por un instante en esa noche profunda. 

La fascinación por el cielo es algo que ha acompañado a la humanidad desde hace miles de años. Más allá de las motivaciones religiosas o filosóficas, estudiar y entender el firmamento ha sido también una cuestión de supervivencia. Conocer la posición de las estrellas fue importante cuando no había otras referencias más confiables y, así, miles de viajeros en todo el mundo lograron regresar a sus casas después de un largo viaje. 

Arqueoastronomía 

La disciplina que estudia la forma en que las culturas antiguas medían el tiempo y analizaban el movimiento de los cuerpos celestes se llama arqueoastronomía. William McGlone propone que la incidencia de un haz de luz, a cierta hora del día, sobre cierta parte de un edificio puede ser mera coincidencia hasta que se encuentra un vínculo entre el fenómeno y la intención del constructor, ya sea al establecer un calendario, señalar sucesos como eclipses o equinoccios o reconocer fechas de cambio estacional, siembra y cosecha. 

Antes de adentrarnos en los sistemas arqueoastronómicos del continente, debemos recordar que existen demasiados pueblos milenarios con un conjunto de creencias relacionadas con su particular situación geográfica y social, así que no podríamos hablar de todos. 

Cuerpos celestes y su cosmovisión en América 

En muchas culturas se han distinguido diferentes planos de conocimiento: el terrenal y el cósmico son de los más importantes. De acuerdo con esto, los dioses y otras entidades espirituales viven con un pie en este mundo y en el más allá, por lo que la observación del cielo ha sido importante para comunicar estos dos planos y dar sentido a diversos fenómenos. 

Asimismo, las interacciones entre los cuerpos celestes se explicaron como si fueran escenas entre seres de naturaleza divina. Para marcar los puntos en los que se podía observar algún fenómeno, a lo largo del continente americano se construyeron centros de diferente complejidad, lo que pone de manifiesto la importancia de estos eventos para la gente de una región determinada. 

Los Pawnee y los cuerpos celestes 

La nación pawnee, que habitaba la zona centro de Estados Unidos, buscaba en el cielo la guía de sus ancestros. Tenía un aprecio especial por un grupo de estrellas al que llamaban “El Concejo de Jefes”. Esta constelación era muy importante para ellos, pues se relacionaba estrechamente con su forma de gobierno, basada en un concejo de ancianos que se reunían para resolver los problemas del pueblo. Los pawnee vinculaban esta agrupación celestial —que hoy se conoce como Corona Borealis— con otra estrella denominada “Gran Jefe”, la estrella Polar. 

Otra constelación que observaba este pueblo eran las pléyades, pero ellos las llamaban “Los Siete Hermanos”. También seguían a la estrella Lobo, a la que ahora conocemos como Sirio. 

Constelación pleyade

El cielo sobre México, el ombligo de la luna 

Mientras que los pawnee nombraron a las pléyades como los Siete Hermanos, en el centro de México esa misma constelación se llamaba Tianquiztli, que significa tianguis o mercado. Esto resulta bastante lógico considerando que, desde nuestra perspectiva, las pléyades lucen como una aglomeración de estrellas. Para los mexicas, estos cuerpos celestes fueron muy importantes porque su posición en el cénit a medianoche, sobre el Cerro de la Estrella, marcaba el inicio del calendario de 52 años, con la ceremonia del Fuego Nuevo. Es decir, las pléyades indicaban a los sacerdotes mexicas que el mundo seguiría existiendo un ciclo más. 

@cerrodelaestrella0

🎧👂🏼 En el @cerro_de_la_estrella ⛰️⭐ se celebra la ceremonia del Fuego Nuevo 🔥, una ceremonia de renovación, en donde se evitaba la destrucción de la humanidad por parte de las Tzitzimimeh – monstruos estelares -, conmemorando el fogón donde surgió el sol☀️, junto con la luna🌙 en Teotihuacan, dando inicio a la quinta edad del mundo, en la que vivimos actualmente. Fuente📜: @museofuegonuevo Crédito de foto📸: @nonbinaryphotos 🎊🎊🎊🎉🎉🎉🎉🏆🎖️💎🥇🎖️🏅💎🥇🏆🏅🏆💎💎🏆🥇💎🏅💎🎊🎊🎊🎉🎉🎉🎉 muchas gracias por compartir, sin duda, un increíble reel de este lugar, siganlo, sube contenido muy interesante ☺️ #cerrodelaestrella #huizachtepetl #iztapalapa #cdmx #mexico #reels #museofuegonuevo #reelsinstagram #drone #dronephotography #instagram #viral

♬ sonido original – Cerro de la estrella

Como sabemos, el mundo siguió girando, pero a los dioses les faltó advertir que el imperio mexica no perduraría por mucho tiempo. Sin embargo, en el Códice Florentino hallamos una serie de presagios sobre la caída de México-Tenochtitlan. Uno de ellos fue la aparición de una diosa que recorría la ciudad lamentándose por sus hijos, esto posteriormente se transformó en la leyenda de La llorona.  

En el códice, también se señalan como augurios funestos dos fenómenos astronómicos: la aparición de un cometa en el año 1509 (diez años antes de la Conquista) y un eclipse. Esto nos indica el gran desarrollo de la astronomía mesoamericana y su conocimiento sobre los astros. Por ejemplo, en náhuatl existen palabras específicas para el eclipse de sol (tonatiuhcuallo) y de luna (metztlicuallo), que se traducen como “el sol es comido” y “la luna es comida”, respectivamente. 

Las constelaciones oscuras de los incas 

Si los mexicas conformaron el imperio más grande de Mesoamérica, al sur del continente los incas dominaron la región que comprendía desde Ecuador hasta Chile. Esta cultura veía la extensión de su gigantesco imperio reflejada en las estrellas. 

Para ellos, Mayu (la Vía Láctea) era la contraparte celestial del río Urubamba y en su corriente podían observar a los dioses del panteón inca. Esta cultura distinguía dos tipos de constelaciones: las luminosas y las oscuras. Las primeras brillaban como formas geométricas, mientras que las oscuras se formaban con las manchas que se aprecian en el plano de la Vía Láctea, es decir, con el espacio entre las estrellas. Ahí moran la serpiente Machacuay, el zorro Atoq y la llama Yacana. Esta última fue muy importante para los incas, pues permitía que la gente tomara su lana, abundante y colorida. Y cuando las personas dormían y nadie la veía, Yacana se bebía el agua del mar para que el mundo no se inundara. 

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♬ Lento – Daniel Santacruz

Tal como las culturas antiguas, no deberíamos perdernos la oportunidad de mirar el cielo nocturno. Ahora hay más cosas por ver, como los satélites y la Estación Espacial Internacional. Y si las condiciones no son adecuadas para la observación, hay apps para el teléfono que nos señalan los astros sobre nuestras cabezas. Esto es un gran avance desde que a los pawnee se les ocurrió hacer agujeros en el techo para apreciar el cielo. 

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