¿Por qué el “2 de octubre No se olvida”? La memoria histórica y la preservación de los Derechos Humanos
En los lugares más insólitos, pintado en cualquier momento, brotaba el símbolo de la voluntad inquebrantable, incorruptible, resistente a todo, aun a la masacre que llegó después. En los días siguientes al 2 de octubre, la “V” continuaba apareciendo hasta en las ceremonias olímpicas, en las manos alzadas del Pentatlón Militar Deportivo y en todas partes. Nada parecía poder extinguirla.
Los días y los años de Luis González de Alba, integrante del Movimiento Estudiantil de 1968.
El 2 de octubre es una jornada que está dedicada a preservar la memoria de aquellas personas que en el año de 1968 murieron acribilladas a manos de las fuerzas armadas del Estado mexicano, bajo las órdenes del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz. Éste es un capítulo oscuro de la historia de nuestro país que fue, al mismo tiempo, un parteaguas de las luchas sociales en contra del autoritarismo y la búsqueda de garantías a los Derechos Humanos.
¿Por qué ocurrió la masacre del 68?
La década de 1960 fue de efervescencia política y social en todo el mundo. A escala mundial, el año de 1968 fue testigo de diversas revueltas civiles que sacudieron muchas naciones. En muchas partes del mundo, la juventud se levantó en protesta contra la opresión, el totalitarismo y el militarismo. En Europa, las calles de París ardieron durante el “mayo francés” mientras que, en Estados Unidos, el movimiento por los derechos civiles y la oposición a la Guerra de Vietnam alcanzaron su punto culminante.
Este espíritu de cambio y resistencia también se apoderó de México, donde el estudiantado y la ciudadanía tomaron las calles en busca de un país más democrático y justo. Las y los jóvenes estaban descontentos con una realidad social que no reflejaba sus aspiraciones de justicia y libertad y se oponían a un Estado que ejercía un control absoluto.
El 2 de octubre de 1968, miles de estudiantes se reunieron en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, Ciudad de México, para llevar a cabo una manifestación pacífica. La protesta tenía como objetivo exigir mayores libertades políticas, democracia y justicia social, así como demostrar su oposición al régimen del presidente Gustavo Díaz Ordaz y al gasto excesivo que el gobierno destinó a la organización de los Juegos Olímpicos en el país.
Sin embargo, lo que comenzó como un reclamo pacífico se tornó violento y trágico. El gobierno respondió enviando al ejército, la policía y grupos paramilitares para reprimir brutalmente la manifestación. De los edificios aledaños a la plaza, se dispusieron francotiradores que dispararon hacia la plaza donde no solamente se habían congregado estudiantes, sino también población civil.
El número oficial de muertos por la masacre fue de 30 decesos. En los hospitales se reportaron 53 heridos graves. No obstante, se calculó que el número de detenidos fue de 2 mil personas. Con el paso de los años y gracias a diversos testimonios, la apertura de archivos y expedientes sobre el movimiento estudiantil se conocieron otras cifras. En 2006, el reporte de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado mencionó que no es posible dar un número exacto, aunque el informe consignó alrededor de 350 fallecimientos.
Al enterarse del suceso, mucha gente acudió a Tlatelolco a buscar a sus familiares. Algunos encontraron a sus seres queridos, aún en la plaza, sin vida; otros los localizaron en hospitales o en detención, pero los casos más sombríos fueron aquellos que jamás volvieron a saber de su paradero.
Graves violaciones a los derechos humanos
Con la consumación de esta terrible matanza, el Estado mexicano cometió serias violaciones a los derechos humanos de la población, entre las que se encuentran: derecho a la vida, derecho de libre expresión, derecho a la seguridad jurídica, derecho a la libertad, derecho a la legalidad, derecho a la procuración de justicia de los agraviados y sus familias, derecho a la integridad personal y derecho a la protección contra la detención arbitraria.
Esta masacre no representa la única tragedia de esta índole documentada en la historia de México, aunque sí es una de las más conocidas. En la actualidad, se ha convertido en un símbolo de enseñanza y conmemoración de la lucha democrática de los movimientos populares en América Latina.
A pesar de que han transcurrido más de cinco décadas desde los eventos, no fue hasta 2005 que oficialmente se reconoció la masacre de Tlatelolco como un genocidio y un crimen de lesa humanidad. En ese mismo año, la Fiscalía para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado inició investigaciones con el objetivo de enjuiciar a los culpables, pero el sistema judicial encontró “inconsistencias en las pruebas presentadas”, lo que ha resultado en la ausencia de cualquier procesamiento relacionado con este suceso hasta el momento.
La frase “2 de octubre no se olvida” se ha convertido en un grito permanente que resuena en la conciencia de la población mexicana. No se trata sólo de recordar este trágico suceso de la historia, sino de mantener viva la memoria de las víctimas y la lucha por los derechos humanos. Esta frase es un recordatorio de la importancia de la libertad de expresión, la justicia y el respeto a los derechos fundamentales de la ciudadanía. A medida que el tiempo avanza, es esencial que esta memoria permanezca viva en la conciencia colectiva y que las nuevas generaciones entiendan su importancia. El 2 de octubre es un llamado a la justicia y a la responsabilidad gubernamental.
Por Gabriela Sánchez Ibarra
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