Lo que nadie te cuenta de vivir en el extranjero
En este texto, Nelly Granados, mexicana residente en extranjero, nos cuenta sus experiencias al llegar a un país y enfrentarse a un idioma diferente. Sola, lejos de casa y su familia, debe aprender una nueva forma de vida.
Las razones para emigrar de tu país de origen pueden ser diversas, desde una oferta laboral u oportunidades de negocio, oportunidades educativas, hasta casos de refugio o escapar de la violencia. Sin embargo, lo que podríamos nombrar como constante es el sentimiento que nos produce alejarnos y encontrarnos con una realidad que no esperábamos.
Llegas a tu destino y te das cuenta de que todo es diferente, todo se ve, sabe y huele diferente. Tu vida se convierte en una montaña rusa de emociones, todo es inesperado, todo es aprendizaje, adaptación e improvisación. Al principio parece que duermes, pero no descansas, porque tus sentidos siempre están alertas, nuevas costumbres, nuevas personas, nuevos retos que te llevan a crecer e independizarte de forma distinta. Te adaptas y resuelves diferente, dejas la vergüenza en casa, ahora tienes que preguntar, pedir ayuda y resolver en otro idioma y ¡eso es abrumador! De pronto esa llamada, ese mensaje, ese producto que te rememora a tu hogar, esos momentos y palabras simples se vuelven imprescindibles.
Un día discutes con tu mamá porque no quieres comer lo que cocinó y al otro la llamas desde otro país para que te explique sus recetas; ¡mamás del mundo, por favor necesitamos ingredientes, medidas y descripción del proceso detallado, por ejemplo, cuando ya lo veas de color rojo… o cuando empiecen a salir las burbujitas! Pero te das cuenta de que la comida jamás sabrá como en casa y extrañarás todos los sabores, tu platillo favorito y ese caldito de pollo calientito para cuando estás enfermo.
Desde este día, tu hogar no es uno solo, vas a empezar a tener pedazos de tu corazón en más lugares y personas, te rodeas de quienes viven y comprenden tu sentir, la buena noticia es que tendrás hospedaje en muchos lugares del mundo, la mala es que tienes que aprender a despedirte, entender que no es un adiós, es sólo un hasta luego.
Mientras tanto, hay que sobrevivir, quizá al comienzo te toque trabajar en lo que salga, aprenderás muchas cosas nuevas, salir de tu zona de confort se lleva al extremo y ahí te das cuenta de que ya nada es igual, porque tú cambias, esta experiencia te cambia. ¿Cuánto te cambia? Recuerdo un capítulo de Modern Family en el que Sofía Vergara dice “¿sabes acaso lo lista que soy en español?”, nada te prepara para hablar todo el tiempo, en todos acentos y todas velocidades en otro idioma, te hace sentir que necesitas cambiar de identidad, sentir que no perteneces te confronta, la adaptación te empuja a presentar una versión distinta de ti, no es lo mismo bromear en inglés, español o alemán.
Esta confrontación y adaptación te hace sentir valiente y orgulloso, volteas atrás y miras todo lo que has logrado, has ganado autonomía y la nueva cultura ahora te es familiar, empiezas a construir tu nueva vida, las nuevas experiencias te mantienen motivado y ahora tienes un millón de nuevas aventuras que contar. Con todo esto en tu cabeza, si te es posible regresas de visita, vuelves a tu hogar, a revivir todas las cosas que extrañas, dejas de ser la nueva y pasas a ser la que se fue.
El temor del cambio sigue presente, te das cuenta de que quizá algunas amistades ya no están, el temor de no encontrar a las mismas personas que dejaste cuando te fuiste se disipa, tus abuelos aún te reciben con una sonrisa, sin embargo, por primera vez el tiempo se siente real, la vida no se detuvo para ti, cuando vuelves, la vida siguió sin ti, perdiste eventos especiales, sientes que te has perdido muchas cosas, aun así, la reunión es épica y el tiempo que tienes lo aprovechas al máximo, aunque después de un rato, tienes ganas de regresar.
Cuando regresas, tu corazón está partido en dos, te sientes solo y te preguntas, ¿esto vale la pena?, es un momento de confusión, como balde de agua fría cae el “regrésate a tu país” que recibiste un día en la calle, la nostalgia te invade de nuevo y en ese momento recibes un mensaje, o quizá tocan a tu puerta, es ese extraño que conociste cuando llegaste, que te tendió la mano y que ahora, más que un amigo, se ha convertido en familia.
La renuncia y sacrificio rinden frutos, estás más orgulloso de tus raíces y ahora sabes con certeza, tus fortalezas, tus miedos vencidos y las aventuras venideras. Ahora que tu vida cabe en una maleta, llegará un momento en el que el lugar dónde te encuentres, será tu nuevo hogar, cuando llegas te sientes en casa, las calles que transitas, las personas que conoces, los recuerdos, las conversaciones a distancia, las fotografías, todos los que acompañan tu camino, eso es tu hogar.
Por Nelly Granados
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