La figura paterna en el arte: así plasmaron los artistas la relación con sus papás
Toda persona que disfrute del arte reconoce inmediatamente los tópicos artísticos más famosos que han formado parte de las culturas desde hace siglos: los campos tranquilos del beatus ille, el memento mori en los “bodegones oscuros con fruta mezclada con cráneos”, la satisfacción del abrazo cariñoso en el amor bonus, y varios más. Pero también existen muchos otros hilos que conectan distintas obras sin importar la época en la que fueron creadas, y entre esas líneas temáticas se encuentra la figura paterna, de la cual hay muchísimas representaciones en la historia del arte.
Aquí te presentamos algunos de los ejemplos más representativos y famosos de lo que ha sido la paternidad en el arte pictórico.
Saturno devorando a su hijo de Francisco de Goya
Goya creó 14 obras tituladas Las pinturas negras, que hacen honor a su nombre, tanto por los colores utilizados como por las temáticas oscuras y sombrías que contienen. La obra más famosa no sólo de esta colección, sino de la pintura del siglo XIX en general, es Saturno devorando a su hijo.
En ella, se ve representado uno de los mitos más terroríficos sobre la paternidad en la antigua Grecia. Saturno, temeroso de perder el poder, se comía a sus bebés para que nunca lo derrocaran. Todos sabemos que esta historia termina con Júpiter venciéndolo y castrándolo, pero Goya decidió poner el foco sobre el horror de un padre que decide asesinar a sus criaturas.
Esta pintura es especialmente grotesca y sangrienta debido a la elección del pintor de no utilizar a un bebé, sino a un cuerpo adulto; así como por la cara desquiciada del protagonista. Es una forma muy clara de plasmar lo tormentosa que puede llegar a ser una relación entre padres e hijos.
Esta historia es tan famosa que existe un antecesor a la obra de Goya: un cuadro pintado por Peter Paul Rubens, donde efectivamente un bebé es la víctima del padre.
Laocoonte y sus hijos
Sin alejarnos del mundo clásico griego, nos encontramos con otro perjudicado del mundo creado y gobernado por Saturno y por Júpiter. Imagina por un momento la escena de los griegos intentando entrar a Troya con un caballo hueco lleno de sus mejores soldados.
Esta escena, con la que todos se han impactado por la credulidad de los romanos, tiene un pequeño detalle que se olvida. Cuando el regalo estaba en las puertas de la ciudad, hubo un sacerdote que dudó de los griegos y advirtió a los romanos que no confiaran en que sus acciones fueran honestas. Esa persona fue Laocoonte, quien tras pronunciar estas palabras y arrojar lanzas de madera al caballo, vio cómo unas serpientes marinas enviadas por Neptuno atacaban a sus hijos. En su intento por rescatarlos, los tres terminaron devorados.
Esta trágica historia fue esculpida en mármol en el periodo helenístico (más o menos 300 años antes de Cristo). En la escultura, se observa a la familia siendo perseguida por las serpientes y a Laocoonte, como personaje principal, caracterizado por una cara de desesperación ante la inevitabilidad de la muerte.
Louis Auguste Cézanne de Paul Cézanne
Las obras anteriores retratan ejemplos trágicos de la paternidad; sin embargo, la relación con el padre tiene complejidades muy distintas a las de la muerte. Otra de estas aristas es la retratada en la pintura titulada Louis Auguste Cézanne del pintor postimpresionista Paul Cézanne.
Padre e hijo no tenían una relación armónica cuando la vida artística de Paul comenzó, debido a que el primero había construido una buena condición económica gracias a sus esfuerzos y no comprendía sus intenciones pictóricas. Sin embargo, como todo buen padre, terminó apoyando a su hijo e incluso posó para una de sus pinturas más personales. En ella, se le puede apreciar sentado, leyendo un periódico, con un bodegón que recién había pintado Paul Cézanne, haciendo una metarreferencia a su propia obra.
Estas fricciones de la vida cotidiana, mucho más tangibles que las de los grandes dioses, son las representaciones que aceleran el corazón, no sólo por la belleza de los trazos rápidos, sino por encontrar el vaso comunicante entre la obra y el espectador.
Padre e hijo de Zhang Xiaogang
En Oriente, se pueden encontrar los lazos sanguíneos más importantes y fuertes de la historia. Sus árboles genealógicos se pueden trazar cientos de años atrás y la unión familiar es uno de los elementos más valiosos para la cultura.
La colección Bloodlines de Zhang Xiaogang hace honor a estos vínculos irrompibles en su país. En sus propias palabras, él intenta “crear un efecto de ‘falsas fotografías’, para volver a embellecer las historias y vidas ya embellecidas. […] La superficie de los rostros de estos retratos parece tan tranquila como el agua sin gas, pero en el fondo hay una gran turbulencia emocional”.
Esta turbulencia se debe a la historia compartida, a los secretos que no escapan de las paredes de la casa y que vinculan, aunque sea a través del dolor, a los familiares. En la pintura, se puede apreciar la similitud de la mirada del padre y el hijo, volviendo innegable no sólo su relación genética, sino el camino compartido.
La figura paterna en la historia del arte tiene un papel importante, ya que no sólo es una excusa para pintar o esculpir, sino también la manera en la que se plasma la complejidad y, en la mayoría, la belleza que caracteriza las relaciones familiares.
Por Sara Odalys Méndez
PDFs
GRATIS