¿Cómo la filosofía nos ayuda a crear nuestros valores?
¿Cuánto tiempo de nuestra vida dedicamos a definirnos? ¿Qué posibilidad tenemos en todo esto? ¿Nuestros valores han de ser los de nuestra sociedad o los que creen nuestros padres? ¿O es que en verdad podemos construirlos libremente?
La filosofía, desde la Antigüedad, ha sido promotora de “poner las cosas de cabeza” y verlas desde distintas perspectivas, y con tomar acciones osadas en relación con lo que creemos profundamente. Cuentan que cuando el emperador Alejandro Magno se acercó al filósofo Diógenes de Sinope, “el Cínico”, que dormía en un tonel y comía junto a los perros, y le ofreció darle lo que él quisiera, éste le pidió que por favor se hiciera a un lado porque estaba tapándole el Sol con su sombra.
Esta actitud osada y disonante es la que ha asumido muchas veces la filosofía, presentando perspectivas que no son las establecidas ni las que sigue necesariamente la mayoría de la gente. Pero no se trata de ser atrevidos sólo porque sí. La juventud tiene naturalmente parte de este espíritu indómito, pero al mismo tiempo posee un potencial único que no debemos desperdiciar. Así dice el filósofo japonés Daisaku Ikeda: “El desarrollo de la juventud hace que el futuro se presente lleno de brillo y esperanza”.
La filosofía como práctica
La filosofía es para transformar todo lo que era y atrevernos a crear nuevos valores, por eso puede decirse que es una práctica. Hace más o menos un siglo, distintos filósofos en todo el mundo se plantearon la posibilidad de hacer llegar la filosofía a todas las personas como una herramienta útil llamándola “práctica filosófica” y luego la UNESCO, en 1995, la declaró un derecho.
¿Y cómo puede esta práctica ayudarnos a construir nuestros propios valores? Aquí algunas ideas sobre cómo crear nuevos valores.
Reformula los “rituales familiares”
No hace falta destruirlos o desestimarlos, quizá sólo se trate de actualizarlos. Imagínate que las comidas o cenas con tu familia son siempre un espacio aproximadamente conocido, estático, siempre igual. ¿Qué tal si un día invitas a comer a tu familia en otro lugar de la casa una comida que tú prepares para ellos? ¿Qué sucede si propones nuevos temas de conversación diferentes, interesantes, de actualidad? ¿Qué pasaría si invitas a esa comida a amigas o amigos tuyos que normalmente no se relacionan mucho con ellos? ¡Allí puede haber un gran potencial para el cambio!
Inventa nuevas formas de encuentros
Normalmente nos encasillamos en la rutina, y esto pasa en casi todas las edades. La filosofía nos permite ver lo que hacemos desde fuera y obtener de eso una fuente de inspiración. Dedica un tiempo a pensar en nuevos lugares o nuevas actividades. No se trata de proponer cualquier cosa, los lugares demasiado diferentes pudieran ser chocantes, pero si las personas con las que te relacionas son de mente abierta, esto puede ser un interesante ejercicio. ¿Comiste alguna vez comida coreana o vietnamita? ¿A qué partes de tu ciudad nunca has ido? ¿Has patinado, subido a un árbol, visto el amanecer, realizado o visto una “una obra de teatro”? Resistirse a repetirse es una actitud también filosófica. Y si es el mismo lugar, ¡has algo distinto!
Dedica nuevos y diferentes tiempos para ti mismo
Primeramente, ¿dedicas tiempo para ti? ¿Qué haces en esos momentos? En las relaciones con una(o) misma(o), existe todo un mundo por explorar: caminatas por lugares inspiradores, reflexiones que pueden plasmarse de manera artística. ¡Cámbiate radicalmente de ropa! Algunas veces, la forma en que nos vemos nos ayuda a cambiar también nuestro pensamiento. Modifica tu entorno, tu cuarto, tu espacio, cambia la cama de lugar, mueve las cosas. Piensa que es como si movieras la “significación misma” de las cosas. Detente un poco más, respira hondamente, mira y experimenta tus sentimientos con más frecuencia.
A final de cuentas, la respuesta está en poder preguntarnos profundamente sobre lo que somos y hacemos, en ser osados de repente, en conocer nuestros límites y pensar antes de actuar, valorando el potencial de lo que somos, atreviéndonos a ponernos cara a cara frente a nuestra realidad. Ésta es la base de la transformación de los valores. La posibilidad de construirnos es un terreno fértil que no se termina mientras queden todavía de esos preciados segundos que se escuchan uno a uno en algún reloj mientras recorres con tus ojos estas líneas.
Por David Sumiacher
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