¡Tú no puedes opinar, es tema de adultos! ¿Qué es el adultocentrismo?
¿Qué es un adulto? Podríamos definirlo como la persona que cree que por haber vivido más años que tú, cree que lo sabe todo porque, así nomás, el paso del tiempo le confiere experiencia y sabe qué es lo mejor para ti, aunque no tenga la menor idea de tus gustos e intereses.
Quienes ya pasaron por la adolescencia y actúan de esa manera caen en el “adultocentrismo”, un término que probablemente has escuchado con más frecuencia, especialmente cuando se habla de los derechos de niñas, niños y adolescentes (NNA).
¿Qué hace un adultocentrista?
Adultocentristas también se les puede llamar a quienes a pesar de reconocer que las infancias y las adolescencias tienen derechos, inmediatamente sueltan la frase de advertencia: “¡pero también obligaciones!”.
A ellas hay que aclararles que no, que los derechos de NNA existen para reconocerlos como seres humanos con gustos, opiniones, necesidades, deseos e intereses propios y que ellas, como hombres y mujeres adultos, sí tienen la obligación de procurarse las condiciones de bienestar en esa etapa de vida.
Como adultos, debemos entender que los NNA no son objetos, sino sujetos con vida y necesidades propias. Por supuesto, los humanos, como los seres vivos más dependientes del reino animal, en sus primeros años, necesitan del acompañamiento de quienes van más adelante en la vida, es decir, de los adultos.
¿A ti cómo te fue con esto? ¿Tu papá y/o mamá te escuchaban o preguntaban qué necesitabas? ¿Te permitían elegir tu ropa, respetaban tus opiniones, te apoyaban si querías hacer una actividad en especial? O el asunto en casa era: “esto es lo mejor para ti, lo sé porque soy tu padre/madre”, “estudia esto, es lo que más te va a dar dinero”, “cállate, qué vas a saber si eres un niño”, “¡los adolescentes nunca saben lo que les conviene!”.
¿De dónde viene el adultocentrismo?
Pero, ¿de dónde viene esa visión de no tomar en cuenta, descalificar o decidir por NNA? No es de la tradición familiar, aunque ahí esas actitudes llegan a su máxima expresión, sino de que después de la revolución industrial algunas personas se percataron que había miles de NNA trabajando en las mismas condiciones (de explotación) que los adultos y que eso los limita en su desarrollo físico e intelectual.
Quienes cayeron en cuenta de ello, empezaron a promover la idea de que las infancias y las adolescencias necesitaban ser protegidas, ser las primeras en ser atendidas en épocas de necesidad o desastre (tras la primera guerra mundial) y tener acceso a salud y educación “con conciencia social y sentido del deber”. Era el final de la década del siglo XX.
Un gran paso en favor de las infancias, pero…
Esa buena intención se envolvió de un sentido de proteccionismo que, a la larga, alimentó la idea de que los adultos eran los “expertos” en saber qué necesitaban NNA. Por supuesto, a nadie se le ocurrió preguntarles directamente a ellos qué necesitaban. Así pasaron varias décadas de esfuerzos para convencer a los Estados miembros de las agencias internacionales de la ONU de que esos sectores de la población necesitan atención específica.
Se creó UNICEF y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos se estableció que “las madres y los niños requieren de atención y cuidados especiales”; sin embargo, la visión patriarcal dominaba el discurso y de los adolescentes nadie se acordó… F.
Fue hasta 1989, cuando quizá tu papá o mamá eran niños, que se firmó la Declaración de los Derechos del Niño (así, sin “niñas” ni “adolescentes” de manera explícita). Pero como en el mundo no todas las personas piensan igual, afortunadamente, algunos padres y madres asumieron a sus hijos e hijas como de su propiedad y tenían el deber de cuidarlos y educarlos como ellos consideran porque, claro, como adultos experimentados, siempre sabían qué era lo mejor para ellos. De ahí que muchas familias fueran por ese camino en la educación de los más pequeños en casa y de que la adolescencia estuviera borrada por muchas décadas.
¿Qué puedo hacer para no ser adultocentrista?
Si ahora tienes niños, niñas y adolescentes a tu alrededor o incluso te toca atender alguna de sus necesidades como mamá, papá, profesor, médica o alguna otra profesión, parece que hay dos caminos para relacionarse con ellos: la del adultocentrismo o de una manera horizontal, donde haya un diálogo intergeneracional.
Establecer diálogo con NNA resulta siempre súper interesante y muchísimas veces divertido y sorprendente, incluso te pueden hacer recordar lo que tú pensabas o creías cuando tenías su edad y no te atreviste a expresar o cuando expresaste algo “incorrecto” y te fue muy mal.
Múltiples investigaciones sociales ahora sustentan los beneficios de relacionarse con ellos asumiéndoles como personas completas, sí, en proceso de adquirir experiencia, pero con visiones particulares, muchas veces mejor argumentadas que las de los adultos, sobre el mundo, su país, su comunidad y su familia.
La clave es empezar a preguntarles sin pánico y con verdadero interés. No tienes que ser padre o madre para intentarlo. Prueba el efecto que tiene esta simple acción: saluda por su nombre a los vecinos NNA que tienes y pon atención a su reacción. Si desconoces su nombre, pregúntaselo directamente a él o ella cuando esté con su familia y no cometas el error que desde el adultocentrismo cometemos diciendo ¿Cómo se llama? Cuando evidentemente el NNA ya puede decir su nombre.
Lo que no se nombra, no existe. Si a un NNA lo nombras, empieza a existir. Ese es el primer paso.
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