De la abundancia a la escasez del agua en la Ciudad de México
En la época prehispánica, los pueblos que se asentaron en la cuenca de México convivieron armónicamente con el agua, desarrollando diversas obras hidráulicas que hicieron del agua una parte esencial para sus actividades productivas. En la época actual, las inundaciones de varias estaciones del metro, la escasez del agua en Iztapalapa y la falta de “tecnificación en las plantas de tratamiento” de la ciudad, son parte de la muestra de lo que se ha denominado “Día cero”, respecto a nuestro consumo del agua, el cual podría llegar en 2028.
El agua y el sistema hidráulico de Tenochtitlan
Tenochtitlan era una ciudad rodeada de cinco lagos, que en época de lluvias constituían en conjunto el lago de Texcoco. Para ese tiempo, abundaban los pantanos y las ciénegas, sin embargo, en las estaciones lluviosas, los lagos alcanzaban gran profundidad. El agua era la característica principal de un paisaje que aseguran los cronistas poseía “belleza inigualable”.
Las civilizaciones del Posclásico Tardío que habitaban el valle de México sufrieron inundaciones que fueron aprovechadas de distintos modos, por ejemplo, con un sistema de chinampas y agricultura de riego que permitió la sobreproducción de alimentos, ayudando a los mexicas a expandirse por toda Mesoamérica.
También se aprovechó el escurrimiento de los manantiales y ríos mediante la construcción de presas, canales, acueductos y diques. En 1449, Tenochtitlán sufrió una de las inundaciones más severas de su historia, por lo que Moctezuma Ilhuicamina pidió ayuda a Nezahualcóyotl, quien ideó una obra hidráulica que detendría el crecimiento del agua en temporada de lluvias y separaría el agua dulce de Xochimilco de la salada de Texcoco. Esta obra, llamada “Albarradón de Nezahualcóyotl”, era un enorme dique situado al este de Tenochtitlan, que supera los 12 kilómetros de longitud, atravesando la ciudad de sur a norte.
El cambio del sistema hidráulico tras la caída de Tenochtitlan
La importante obra hidráulica desarrollada en Tenochtitlan sería también el inicio de su derrota ante los españoles. La victoria de los españoles comenzó a destruir el dique, pues de ese modo cortaron el suministro de agua dulce, sitiando a los mexicas con agua salada.
Más de quinientos años después, sobre la antigua ciudad lacustre (y una de las urbes más grandes del planeta por su área conurbada que supera el 20 % de la población total del país), ha quedado sólo un recuerdo, el paisaje lacustre y, paradójicamente, en la actualidad, los habitantes de esta ciudad se enfrentan a la escasez de agua. Lo que antes era una lucha por sacar las aguas de los ríos y lagos fuera del valle de México, hoy en día es una encarnizada batalla por buscar agua en lo más profundo del subsuelo e importarla desde el Sistema Lerma Cutzamala.
La sobreexplotación de los mantos acuíferos para abastecer a una ciudad cada vez más densamente poblada ha provocado que se extraiga agua de profundidades mayores, lo que a su vez lleva al hundimiento del subsuelo. Por ejemplo, hace cien años, el zócalo de la Ciudad de México tenía un nivel 8 metros mayor que hoy en día.
¿Cuál es el futuro del agua en la ciudad de México?
También debe aclararse que el desafío del agua para los habitantes de la Ciudad de México es dispar; el crecimiento inmobiliario ha creado zonas de alta demanda que disminuyen la distribución y presión del agua en edificios donde aumentan los inquilinos. Del mismo modo, las alcaldías que se localizan al oriente y sur de la ciudad son las que padecen mayor escasez de agua, debido a que la infraestructura del sistema Cutzamala beneficia la llegada de agua en principio al poniente y norte de la ciudad.
Las históricas inundaciones del valle de México hicieron difícil imaginar que algún día se sufriría de desabasto de agua en esta región, pero ese día ha llegado. Esta paradoja de una ciudad seca sobre una antigua ciudad lacustre es el resultado de acciones que, a lo largo de la historia, pretendieron solucionar los problemas provocados por las inundaciones disociadas de los sistemas de abastecimiento; es decir, sin preocupación de recuperar el agua que se expulsaba de la cuenca.
En este contexto, queda mucho por hacer. Hoy en día, todos podemos contribuir al cuidado del agua con acciones pequeñas, como la reducción de su consumo y la reutilización del agua; también podemos reducir el consumismo tomando en cuenta la huella hídrica que deja cada objeto, es decir, considerando el volumen de agua que se utiliza para la elaboración de cada producto. ¿Qué otras acciones puedes poner en marcha hoy mismo?
Por Gabriela Sánchez Figueroa.
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